La caridad (Santa Teresita de Jesús y la Santa Faz)

Autor: Diacono Jorge Novoa

 

 

Teresa Martín nació el 2/1/1873, a la edad de 4 años muere su madre, quedando bajo el cuidado de su hermana mayor Paulina y de su padre Luis Martín. Estas dos figuras, su padre y Paulina su hermana, serán de gran consuelo durante toda su vida. Ante la muerte de su madre se mudan a Lisieux para ponerla bajo la protección de una tía. Cuando Teresa cuenta nueve años, sufre la separación de su hermana Paulina que ingresa en el Carmelo. A los 15 años entra en el Carmelo con una autorización especial debido a su corta edad. Muere el 30/9/1897.

Teresa fue enterrada el 4/10/1897, en el nuevo cementerio de las Carmelitas, que ella inauguró. Se puso sobre su tumba una cruz de madera, con esta inscripción: "Sor Teresa del Niño Jesús, 1873-1897". La Madre Inés de Jesús (Priora) que había pintado la cruz, había escrito antes estas palabras: Que quiero, Dios mío, llevar lejos tu fuego; acuérdate. Pero resultó que esta inscripción fue borrada por el obrero que llevó la cruz, cuando la pintura estaba fresca., "La Madre Inés de Jesús vio en este hecho una indicación de lo alto, y sustituyó la inscripción borrada por otra que figura en ella desde entonces: Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra inscripción que ella no se había atrevido a poner desde un principio" (Celina).

"Teresa no ha aportado por sí misma ninguna novedad conceptual a la doctrina cristiana. Ha sido proclamada doctora de la Iglesia no por una particular aportación propia a la doctrina de la gracia, que ya definieron de manera clara y realista tantas fórmulas dogmáticas hasta el decreto de la justificación de Trento. Más bien, como recordó en París, Juan Pablo II, la enseñanza de Teresa es la expresión luminosa de su experiencia personal de la gracia" (30 D, Año 4, n 10-1997 p 29).

Introducción

Al penetrar en la vida de Sta. Teresita; en su amado Carmelo, sus compañeras, su Francia natal y todo lo que hace al entorno de esta nueva doctora de la Iglesia, nos invade una gran alegría. Al dar una mirada rápida a todo el entorno, se dibuja en nuestro rostro una leve sonrisa; nada de todo lo encontrado explica el fenómeno desatado por Teresa. Como dice Péguy:"si se viese el inicio de tus santos, si se viese brotar el inicio del reino de tus santos".

"Hay santos que no solo permanecen escondidos para sí mismos (como es el caso de todo verdadero santo), sino también para el mundo, pero que sin darse cuenta han producido los mayores frutos de la historia en virtud de sencillos actos de oración y de entrega de sí mismos que sin embargo, valorados psicológicamente, parecen no ser nada especial" (TD; Vol III, p 35).

Una hermana de clausura, que vivió tan sólo 24 años, nueve de ellos fueron en medio del claustro, conocida únicamente por sus hermanas de congregación, familiares y amigos, ha desatado una repercusión poco creíble. Su vida transcurre cuando el siglo XIX muere, "Teresa era una pequeña hija de la burguesía francesa. Vivió una vida normal, en un período que por lo que se refiere a la historia de la Iglesia los expertos consideran mediocre, sin grandes novedades ni pasiones"(30 D año IV, N 10, p 29).

¿Por qué esta repercusión?. Comenta Jean Guitton, que en 1954 escribió un ensayo sobre el genio espiritual de la doctrina de Sta. Teresita; "porque Teresa expresa en un lenguaje sencillo, infantil, genial -es decir ingenuo- lo que dijo San Pablo, que la caridad difundida por el espíritu en los corazones de los fieles es todo, y que un único acto de esa caridad vale más que todas las prácticas ascéticas. Así Teresa testimonió, casi sin darse cuenta, el conocido pensamiento de Pascal :

"Todos los cuerpos, el firmamento, las estrellas, la tierra y sus reinos no valen lo que el más pequeño de los espíritus; porque éste conoce todo esto y se conoce a sí mismo; y los cuerpos nada. Todos los cuerpos juntos, y todos los espíritus juntos, y todas sus acciones, no valen la más pequeña acción de caridad. Este es un orden infinitamente más elevado. De todos los cuerpos juntos no se puede hacer surgir un pequeño pensamiento: es imposible, es de otro orden. De todos los cuerpos y de todos los espíritus no sería posible sacar ni siquiera una única ación de verdadera caridad: esto es imposible, es de otro orden, es sobrenatural."

La Caridad es el centro de su teología

Teresa escribe: "cuando soy caritativa, es Jesús quien obra en mí".

Son numerosos los aspectos doctrinales que toca Sta. Teresita, hemos decidido mostrar éste, sobre la Caridad, dado que es el centro de toda su teología.

"Este año, Madre querida, Dios me ha concedido la gracia de comprender lo que es la caridad. Es cierto que también antes la comprendía, pero de manera imperfecta. No había profundizado en estas palabras de Jesús: "El segundo mandamiento es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo ".

Yo me dedicaba sobre todo a amar a Dios. Y amándolo, comprendí que mi amor no podía expresarse tan sólo en palabras, porque: "No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de Dios". Y esta voluntad, Jesús la dio a conocer muchas veces, debería decir que casi en cada página de su Evangelio.

Teresa amaba la Sagrada Escritura, toda su espiritualidad esta impregnada de la Palabra de Dios . Sor Genoveva de la Santa Faz ( Celina), hermana de Teresa, ingresa en el Carmelo el 14/9/1894, mantienen una estrecha relación, llena de confidencias gozosas, compartiendo los deseos y las misericordias que Jesús realiza en ellas. Genoveva nos revela la grandeza del alma de Teresa en este testimonio, " poseía en alto grado la ciencia de las cosas de Dios y de la espiritualidad. Dotada de una excelente memoria, retenía fácilmente lo que leía u oía, y sabía emplear en el momento oportuno observaciones juiciosas, pequeñas anécdotas. Pero lo que sobre todo asimiló, con prontitud y con segura apreciación, fueron los pasajes de la Sagrada Escritura, la cual constituyó, en el Carmelo, su mayor tesoro. Descubría el sentido oculto y hacía aplicaciones sorprendentes…..llevaba noche y día el Santo Evangelio sobre su corazón, y se interesaba mucho por buscar los textos editados por separado, (Las hermanas jóvenes como Teresa no estaban autorizadas a leer una Biblia completa, no tenía ningún ejemplar a su disposición, de allí el deseo de armar un Evangelio con los distintos fragmentos que iba encontrando y copiando en cuadernos) a fin de hacerlos encuadernar y procurarnos a nosotros la misma dicha" (C.R p. 93-94).

Pero en la última cena, cuando sabía que el corazón de sus discípulos ardía con un amor más vivo hacia él, que acababa de entregarse a ellos en el inefable misterio de la Eucaristía, aquel dulce Salvador quiso darles un mandamiento nuevo. Y les dijo, con inefable ternura: "os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros igual que yo os he amado. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros".

¿Y cómo amó Jesús a sus discípulos, y por qué los amó? No, no eran sus cualidades naturales las que podían atraerle. Entre ellos y él la distancia era infinita. Él era la Ciencia, la Sabiduría eterna; ellos eran unos pobres pescadores, ignorantes y llenos de pensamientos terrenos. Sin embargo, Jesús los llama sus amigos, sus hermanos. Quiere verles reinar con Él en el Reino de su Padre, y, para abrirles las puertas de ese reino, quiere morir en una cruz, pues dijo: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Madre querida, meditando esta palabras de Jesús, comprendí lo imperfecto que era mi amor a mis hermanas y vi que no las amaba como las ama Dios. Sí, ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar. Pero sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedar guardada en el fondo del corazón: Nadie, dijo Jesús, enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa".

Comentando a la santa nos dice Juan Pablo I, "ver el rostro de Cristo en el prójimo es el único criterio que nos garantiza un amor serio a todos, más allá de antipatías, ideologías y simples filantropías….Quien ama seriamente a Cristo no puede negarse a amar seriamente a los hombres, que son hermanos de Cristo. Sean feos, malos o pesados, debe el amor transfigurarlos un poquito. Amor corriente. Frecuentemente es el único posible. Nunca he tenido ocasión de lanzarme a un torrente para salvar a un hombre en peligro; en cambio, muchísimas veces me han pedido que preste algo, que escriba unas cartas, que facilite unas modestas y nada complicadas indicaciones. Nunca me he encontrado en la calle con un perro rabioso; sí en cambio, muchas y molestas moscas y mosquitos. No he tenido jamás enemigos que me golpeasen, si, en cambio, muchas personas que me molestan hablando a gritos en la calle, poniendo la televisión a todo volumen o, a veces, también haciendo cierto ruido cuando comen". (I.S pág. 182-183)

Yo pienso que esa lámpara representa a la caridad, que debe alumbrar y alegrar, no sólo a los que me son más queridos, sino a todos los que están en la casa, sin exceptuar a nadie.

Cuando el Señor mandó a su Pueblo a amar al prójimo como a sí mismos, todavía no había venido a la tierra. Por eso, sabiendo bien hasta qué grado se ama uno a sí mismo, no podía pedir a sus criaturas un amor mayor al prójimo. Pero cuando Jesús dio a sus apóstoles un mandamiento nuevo- su mandamiento, como lo llama más adelante-, ya no habla de amar al prójimo como a uno mismo, sino amarle como él, Jesús, le amó y como le amará hasta la consumación de los siglos.

Yo sé, Señor, que tú no mandas nada imposible. Tú conoces mejor que yo mi debilidad, mi imperfección. Tú sabes bien que yo nunca podría amar a mis hermanas, si tú mismo no las amas en mí. Y porque querías concederme esta gracia, por eso diste un mandamiento nuevo…

¡Y como amo este mandamiento, pues me da la certeza de que tu voluntad es amar tú en mí a todos los que me mandas amar!

Sí, lo sé: cuando soy caritativa, es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuando más unida estoy a Él, más amo a todas mis hermanas.

Concluyamos con una valiosa aportación del Cardenal G. Danneels: " queda por preguntarse: ¿qué sugiere la figura de Sta. Teresa de Lisieux, patrona de las misiones y ahora también doctora de la Iglesia, a los cristianos de hoy?.

Si se reduce el cristianismo a una serie de mensajes, de ideas, aunque fuera la idea de Cristo o la idea de la gracia, entonces inevitablemente la misión de la Iglesia se reduce a propaganda, marketing, a la búsqueda de métodos para difundir y persuadir a estas ideas. El fiel y el misionero se convierten en militantes. Teresa y su pequeño camino son un antídoto potente contra todo eso. Ella nos recuerda que el corazón de la Iglesia es el amor de Jesucristo" (30 D p31).