El pecado lacra deshumanizadora

Autor: Diacono Jorge Novoa

 

 

Hay muchas formas de expresar con imágenes, lo que significa una humanidad que se encuentra bajo el signo del pecado, pero esa lejanía e indigencia  expresada por la vida y desventura que sufre el hijo menor en la parábola del Padre Misericordioso (Lc 15), es una experiencia cercana que todos conocemos. Vivimos viendo y compartiendo experiencias de lejanía e indigencia. Hombres y mujeres que se asemejan, en sus comportamientos, a los animales. Desde la sangre de Abel, que se levantaba como clamor delante del trono de  Dios hasta el Holocausto, el hombre que se aleja de Dios se vuelve depredador de su propia especie. Esta realidad existencial es  el pecado, que en su origen, es el libre rechazo del hombre a la vida que brota de Dios, única fuente de la Vida. La dignidad del hombre no sólo está ligada a sus orígenes, a su procedencia divina, sino también a su fin, a su destino de comunión con Dios en su conocimiento y amor. El primer efecto del pecado es alejar al hombre de Dios (fin último) y privarlo  de la vida (gracia santificante) que le comunica al hombre.  

¿Quién de nosotros no ha dilapidado los bienes espirituales y materiales que Dios en nosotros había destinado a ser utilizados para su propia Gloria?¿Quién no se ha alejado, apartándose de la casa del Padre y de la mesa del Hijo, para buscar banquetes sacrílegos o tugurios de lúgubre verdad?¿Cuántas mentiras crueles, en la sociedad de consumo, son presentadas en las marquesinas de los medios de comunicación como verdaderos paraísos terrenales?  

Santa Teresa de Jesús cuenta la gracia que Dios le concedió: 

"Yo sé de una persona a quien quiso nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persona que le parece si lo entendiesen no sería posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones. Y así le dio mucha gana que todos lo entendieran; y así os la dé a vosotras, hijas, de rogar mucho a Dios por los que están en este estado, todos hechos una oscuridad, y así son sus obras; porque así como de una fuente muy clara lo son todos los arroyitos que salen de ella, como es un alma que está en gracia, que de aquí le viene ser sus obras tan agradables a los ojos de Dios y de los hombres, porque proceden de esta fuente de vida, adonde el alma está como un árbol plantado en ella, que la frescura y fruto no tuviera si no le procediere de allí, que esto le sustenta y hace no secarse y que dé buen fruto; así el alma que por su culpa se aparta de esta fuente y se planta en otra de muy negrísima agua y de muy mal olor, todo lo que corre de ella es la misma desventura y suciedad"[1].  

Esta vida de pecado altera de tal suerte al hombre, que sus sentidos quedan afectados. El pecador respondiendo  No al amor de Dios, se coloca bajo el lema que lo caracteriza; "No te serviré".  

Exclama santa Teresa de Jesús:

"¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo!…  ¡Oh Jesús, qué es ver a un alma apartada de ti! ¡Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo! ¡qué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos!…¡con qué ceguedad, con qué mal gobierno! En fin, como adonde está !plantado el árbol que es el demonio, ¿qué fruto puede dar?"[2]   

Esta situación se sintetiza presentando el corazón del hombre penetrado por la oscuridad. La tiniebla habita en el corazón  del hombre que vive lejos de Dios (pecado) y le comunica la anti-vida que brota de las tinieblas. Así como hay un signo contrario para la vida que es la muerte, hay una anti-vida y es nada más que la muerte presentada con atuendos de fecundidad. De allí que los sentidos, movidos por un corazón endurecido para con Dios y privados de la vida que los nutre, padezcan enfermedades que debemos combatir. 

Una mirada que no ve el amor de Dios y su obra. (ceguera)

Un olfato insensible para rastrear la fragancia del buen aroma de Dios y su acción.

Un gusto insípido para reconocer el sabor del alimento con que Dios nos nutre.

Un oído que se presenta sordo a la voz de Dios. Confundiendo y desconociendo que es la voz de su Creador y amigo (sordera y confusión).

Un tacto que desconoce y desprecia la mano que Dios le tiende en los hermanos. 

Dios no permaneció indiferente ante la situación del hombre, por el contrario, "Dios envió a su Hijo Único para  salvarnos por medio  Él. Pero... ¿de qué salva Jesús?: ¡de todo mal! La Salvación que El trae cubre lo espiritual y lo corporal, lo trascendente y lo inmanente, lo individual y lo social. No como dos alternativas sino como aspectos de una totalidad"[3].

Como vemos, el núcleo central de la fe cristiana está constituido por la doble verdad de que Jesucristo es Hijo de Dios e Hijo del hombre (la verdad cristológica) y es la realización de la salvación del hombre, que Dios Padre ha cumplido en El, Hijo suyo y Salvador del mundo (la verdad sotereológica).La salvación es obra del Amor de Dios que restaura la naturaleza humana desde el espacio de la caída. En la humanidad de Cristo, muerto y resucitado, Dios y el hombre se reconcilian. 

 

[1] Santa Teresa de Jesús, Las Moradas, Castillo interior,  Moradas primeras.

[2] Santa Teresa de Jesús, Las Moradas, Castillo interior,  Moradas primeras, C.2.

[3] http://www.minutodedios.org