¿Hoy es posible construir el hogar?

Autor: Diacono Jorge Novoa

 

 

El hogar ha sido siempre para los cristianos algo sagrado, por un lado es don, realidad recibida que debe ser acogida con gratitud, y por el otro tarea. Ser conscientes de ambas realidades resulta necesario para reconocer nuestro protagonismo en su construcción. La expresión hogar no se detiene en la realidad edilicia, sino en las relaciones humanas; esto permite reconocer que las expresiones que lo describen adecuadamente son: encuentro, reunión, compartir, dialogar, trabajar, etc...

El hogar es una realidad a edificar. Aunque la casa (materialmente) está construida, el hogar siempre es una tarea a realizar, que necesita del compromiso de todos sus miembros; las distintas edades, capacidades intelectuales o fuerzas físicas permiten descubrir la complementariedad existente para la edificación del bien común que es el hogar.

No se trata del espacio físico, necesario para moverse, se trata del espacio que se establece cuando sus habitantes hacen en sus vida lugar a los demás, entregándoles su tiempo para interesarse por lo que le ocurre al otro. Yo me vuelvo protagonista cuando asumo mi responsabilidad, buscando aportar mis cualidades, ocupando mi lugar y dando el lugar que a otros corresponde.

El hogar es el lugar propio del crecimiento humano, pero también de su envejecimiento, el aprendizaje se cimienta en expresiones tales como; sacrificio, abnegación, diversión, amor, perdón, respeto, solidaridad y responsabilidad.

El mundo y su vértigo propone algunos comportamiento que distorsionan su finalidad. Enumero tres: el cibercafé, cine y hotel.

El hogar, para algunos, queda descrito con la expresión “cibercafé”, sabemos que hay lugares que ofrecen el servicio de utilizar una computadora para realizar una tarea, jugar o conectarse por internet para enviar mensajes o recabar información. Este comportamiento se ha instalado en los hogares, hay algunos que viven en el hogar a modo de un “cibercafé”, encienden la computadora y consumen sus días y horas delante de las pantallas. Resulta complejo atraerlos a otro lugar de la casa, que no sea el que tiene la computadora, y cada día resulta más complejo vincularlo a los diálogos familiares gratuitos. Esos que cuenta historias de paseos, los primeros días en la escuela, la primera salida en el auto de la familia, las vacaciones, los contratiempos...

Vivir en el hogar como en el “cine”, tiene como protagonista a la televisión, se ha multiplicado su presencia nociva en las casas, antes había una y la familia se reunía para ver un programa, compartiendo incluso sus impresiones, hoy cada uno quiere tener la suya. Al llegar de la jornada laboral, muchos que no han saludado a los distintos miembros de la familia, se han acercado a encender el televisor, aunque todavía no se pusieron cómodos, dejando el televisor encendido cuando todavía no se pondrán frente a él. Y que decir, si es necesario compartirlo cuando no hay acuerdos en lo que queremos ver. Vivir de esta manera, va cada día impidiendo que uno se ponga frente a otro, porque todos se ponen frente al televisor que ejerce su cátedra, imponiendo a todos el silencio. Y no hablemos de los contenidos...

También se ha instalado pensar que el hogar es un “hotel”, allí me ducho, como y duermo. Entro y salgo, incluso a veces creo que los otros son los que se ocupan de mis cosas, tales como, limpiarme el dormitorio, lavarme la ropa, levantar del piso lo que dejé tirado.

Las tres imágenes que presentamos describen comportamientos que producen serias alteraciones familiares, sus disfunciones afectan a todos. Es posible cambiar estos comportamientos, y comprometernos en edificar el hogar, un espacio de relaciones habitables , en realidad un amor que permite convivir, en salud o enfermedad, pobreza o riqueza, en acuerdos o desacuerdos, pero con el aporte de todos. La construcción del hogar es tarea de todos. El clima del hogar es un bien arduo que es necesario conquistar.