Muchas cosas andan mal, pero hay salidas…

Autor: Diacono Jorge Novoa

 

 

Realismo cristiano. Este debe ser el elemento central de nuestro diagnóstico. Supongo que tú, escucharás también algunas de estas afirmaciones: “la juventud está perdida”; “los matrimonios son un fracaso”; “no hay empleos”; “nadie quiere trabajar”; “no hay respeto”; “nadie tiene paz”. Luego de un panorama así, que nos queda, este diagnóstico deja un sabor amargo, y produce una  fuerte carga de desolación, depresión y angustia. Las “cosas” andan mal y no hay salida. La pregunta surge espontáneamente: ¿y ahora qué? ¿qué salida tenemos? 

Este diagnóstico tiene algo de verdadero, pero la mirada cristiana sobre la realidad, difiere en algo muy substancial. Es cierto, que muchas cosas andan mal. De esto nos han advertido los distintos Pontífices, también la Santísima Virgen manifiesta en sus apariciones, como se alejan los hombres de los caminos de Dios y con ello, transitan caminos  de destrucción para el hombre. 

Dónde difiere, y en mucho nuestro diagnóstico? Reconocemos que las “cosas” andan mal, pero afirmamos terminantemente que hay salidas. Nuestra fe nos enseña que Dios no abandona la obra de sus manos, que ha sellado en la cruz de su Hijo este amor fiel “hasta el extremo”(Jn 13,1). El hombre debe afrontar sin temores las situaciones difíciles y lo hace por la gran causa que lo inspira y lo guía, es decir, Dios y el bien de los hombres. 

Esta brumosa desesperanza cultural, que invade nuestros corazones, familias, comunidades y sociedades  tiene su origen en el mal espíritu. Es propio del Diablo sembrar la desesperanza dejándonos enfrentados a un abismo. 

Hay muchos motivos que siembran nuestro camino de esperanza  , citaremos algunos: el amor de Dios, la Eucaristía (recordemos la sabia expresión de San Pío de Pietrelcina: el mundo puede vivir sin el sol, pero no sin la Eucaristía), la presencia del Señor en los sagrarios, el don del Espíritu Santo, la maternidad de María, la posibilidad del perdón y la misericordia, la solidaridad, los santos, el sufrimiento vivido desde el misterio de la cruz, la entrega abnegada de padres y abuelos, la familia, las esposas abandonadas que con valor afrontan servir al crecimiento de  sus hijos, los  jóvenes que enfrentan las burlas por no aceptar ser “masa”, los matrimonios que viven el desafío de ser testigos del amor en el mundo actual, los novios que se comprometen en el camino de la castidad hasta el matrimonio, el milagro de la vida, la entrega generosa al servicio  de los más pobres, la consagración de la vida por amor al Señor y a los hombres, etc, etc….te invito a que busques en tu historia personal, seguramente tendrás muchos motivos para vivir desde la esperanza. Muchas cosas  andan mal, pero hay salidas. 

La cruz  es la puerta de la esperanza,  de ella recibimos la luz que nos permite ver con claridad los senderos que hay que transitar, por medio de ella, en el mundo penetra   el amor fiel del Señor que nos renueva. Ella engendra en nuestra vida motivos sólidos para esperar pacientemente. Ella es la escuela del Amor verdadero. Sostiene  nuestra espera, con los motivos que mencionamos y muchos otros, que son gérmenes de esperanza presentes en nuestro mundo. Por ello con la Iglesia en el Pascua, saludamos la cruz del Señor: “te saludamos, Cruz santa, tu eres  nuestra única esperanza”.