El corazón de los niños

Autor: Claudio De Castro



Hoy José Miguel, el pequeño de la casa, llegó inquieto del colegio. Tenía las manos rasguñadas y la camisa sucia, ensangrentada. Era un completo desastre.
-Espero que no haya sido algo serio –pensé.
-Papito –me dijo, acercándose a mí preocupado-.Maché la camisa de sangre. ¿No importa? 
-No importa hijo mío, pero cuéntame cómo ocurrió.
-Es que durante el recreo–me explicó – vi unos niñitos que rodeaban a un compañerito que estaba en el suelo y le sangraba la nariz.
-Quítense todos –les dije. Y cargué al niño para llevarlo a la enfermería.
Como me fui corriendo y estaba mojado el piso, resbalé y caí, pero lo protegí abrazándolo fuerte para que nada le pasara. Me levanté muy asustado y le pregunté: ¿Te pasó algo? ¿te golpeaste? ¿Estás bien?
-Estoy bien –respondió el niñito.
-Lo cargué de nuevo – continuó mi hijo- y lo dejé en la enfermería.
La camisa se me manchó y, mira mis manos.
Las abrió para mostrármelas y pude ver entonces los grandes raspones que le causaban dolor.
-¿Estás molesto por lo de la camisa?
-Al contrario –le respondí –Estoy muy orgulloso de ti. 
Lo atraje hacia mí, emocionado, y le di un fuerte abrazo.
-Me has dejado con el corazón inmenso de alegría –le expliqué –, porque para esto te he educado.... Anda, ve a lavarte esas manos de héroe y vamos a estudiar.
Como no regresaba, lo fui a buscar. Sólo encontré un silencio profundo que cubría la casa. Lo busqué en las habitaciones y por fin lo hallé. Estaba acurrucado en su cama, con tanta ternura. Abrazaba la almohada, profundamente dormido, extenuado, seguramente por tanta actividad.
-Duerme hijo mío – le susurré al oído –. Dios te bendiga, por ese corazón noble y generoso.