Las ocurrencias de Jesús

Autor: Claudio De Castro

 

 

A veces, no sé por qué, me nace del alma una infinita ternura. Es como si Dios se hiciera presente y te envolviera en su Amor. No siempre he comprendido del todo estos acontecimientos. Sólo sé que me ocurren y me da por hacer cosas curiosas.

El otro día me paré frente a la ventana del trabajo y mirando una capilla cercana le canté villancicos al buen Jesús. Lo imaginaba escondido en aquél sagrario, sin nadie que lo visitara y quería tenerlo contento. Hacerlo sonreír.

Debo estar loco, pensé, pero sentía que a él le agradaba esto. Que lo recordaran, que pensaran en su Amor.

“Tal vez los villancicos son una forma de oración”, me dije. Y continué cantando, diciéndole que lo quería.

Otro día recordé que estando tan cerca poco lo visitaba. Por eso a ratos, cerraba los ojos y con mi mente me trasladaba al oratorio y le hacía compañía.

Es tan grato estar en su presencia.

Cuando pienso en Jesús, me da por hacer cosas.

Hoy, por ejemplo, me he quedado despierto hasta media noche, para escribirte. Y contarte mis vivencias A esta hora todos duermen en casa y puedo pensar, rezar y reflexionar...

Hasta me da por cambiarle el nombre. Lo llamo “Ternura”. Vaya ocurrencia la mía.

Lo que más le agrada es cuando le queremos y se lo decimos. Entonces me parece verlo sonreír de tanta alegría en aquél sagrario, y con tanto amor, que todo es luz y serenidad y paz.

Y es cuando escuchas en el alma sus dulces palabras: “Yo también te quiero”.