Los detalles de Jesús

Autor: Claudio De Castro

 

 

Hace años mi amiga Lineth me contaba los detalles de Jesús. Cuando nos trata con tanta ternura que sorprende.  Hasta en los pequeños detalles, en lo cotidiano, lo que parece insignificante. Él está siempre pendiente de nosotros.

 

En esa época estaba buscando a Dios y todo era novedoso para mí.

 

Me contó de aquella muchacha, sedienta en un día caluroso, que no tenía para tomar un refresco. Sale de su casa, acalorada. Una amiga la espera afuera y le dice: “pasaba por aquí y se me ocurrió invitarte a un refresco ¿me acompañas?”

 

O aquella focolarina, en los inicios del Focolar, a la que un pobre pide un par de zapatos No. 42. Entra a una iglesia cercana, se arrodilla  y le pide a Jesús los zapatos para este pobre. Sale de la Iglesia y una persona le regala un par de zapatos No. 42.

 

Le llamamos Providencia de Dios. Yo lo llamo Ternura de Dios.

 

Sé que muchas veces lo habrás experimentado y tal vez no le pusiste atención, la gracia pasó desapercibida. Pero igual la recibiste, igual Dios sintió compasión de ti y te habló.

 

Una gran amiga me escribió una vez: “Dios es tan humilde que para acercarse a cada uno busca la mejor manera de llegar a nuestro corazón, con nuestro propio lenguaje...”

 

A mí me encanta cuando estas cosas ocurren, porque sé que Jesús esta cerca, aquí, con nosotros.

 

Hace unos días, estaba en fila para confesarme. Dos sacerdotes confesaban. Reconocí  a uno, amigo mío y pensé confesarme con él. La fila avanzó y quedamos dos personas. Las que se confesaban se pararon a la vez y la joven que estaba frente a mí avanzó hacia el sacerdote con el que yo  quería confesarme.  Miré a Jesús en el sagrario. De pronto, inesperadamente, la joven se detuvo y se devolvió para confesarse con el primer sacerdote, dejando a mi amigo disponible para poder confesarme con él.

 

Las gracias sobreabundan. Y Dios está deseoso de dárnoslas.

Nos toca ser agradecidos y vivir en su gracia, ayudando a todo el que podamos.

Llevando consuelo.

Orando, pidiendo por los más necesitados.

Trabajando por el Reino.

 

Siempre me impresiona aquella historia que una vez leí sobre la Madre Teresa de Calcuta.
Encontró a una niña tiritando, hambrienta, pidiendo limosna y todos pasaban frente a ella sin mirarla siquiera. Ella muy molesta le inquirió a Dios por qué no hacia algo? ¿Por qué permitía aquello? Cuenta la Madre: “De momento, la pregunta quedó sin respuesta, pero por la noche, en el silencio de mi habitación, pude oír la voz de Dios que me decía: “Claro que hice algo para solucionar estos casos. Te he hecho a ti”.