En la Gracia de Dios

Autor: Claudio De Castro

 

 

En la gracia ocurren los milagros.

 

Por ello, los santos de la Iglesia eran tan bendecidos.

 

En la gracia, el cielo y la tierra parecen unirse, ser uno. Y no sabes diferenciar lo eterno de lo temporal, porque se vive en la presencia de Dios. En esos momentos Dios se complace sobremanera con sus hijos amados y les da en abundancia pidan o no pidan, necesiten o no necesiten.  Él se complace en consentir a los suyos.

 

A veces Dios nos pide cosas, de formas tan sutiles que apenas nos damos cuenta, otras, nos habla al corazón.  Hay que aprender a reconocer esta voz, entre los ruidos del mundo.

 

Cuando Dios determina algo, no encontrarás donde esconderte. Su amor que todo lo abarca te alcanzará. Y dirás como san Agustín “tarde te ame”.

 

Hoy me ocurrió algo curioso en misa. Recién me había confesado y me senté en una de las bancas centrales.

Estaba a mi lado un muchacho.  Miré la fila de confesión, en la que habían pocas personas y pensé: “le conviene confesarse”. Pero no hice nada.

 

Al rato sentí esa voz interior que me urgía: “Dile que se confiese”.

 

“¿Quién soy yo?”, me dije, “¿para entrometerme en la vida de este muchacho?”.

 

Y otra vez aquella dulce voz: “habla con él, que se confiese”.

 

Y yo, terco, “¿cómo voy a decirle que se vaya a confesar? No puedo inmiscuirme en su vida. No lo haré”.

 

Al segundo, el muchacho se puso en pie, me miró, y caminó hacia el confesionario, donde se confesó.

 

Reflexioné en lo ocurrido. Es como si el buen Dios me hubiera dicho: “No dejaré que se pierda. Si no lo haces tú, lo haré yo”.

 

Conocía al muchacho. Terminada la misa me acerqué y le conté lo que me había pasado.

 

Me miró sorprendido y dijo: “tenía que confesarme”.