Adora y Confía

Autor: Claudio De Castro

 

 

He aprendido algo con la edad: “Todo tiene su por qué”. Es curioso, porque en un principio nos cuesta comprender.

A mí en lo personal, me cuesta mucho. Y es que los problemas siempre llegan acompañados. Es algo incompresible. Una mañana se daña el automóvil, luego empiezas a tener problemas en el trabajo. La nevera deja de enfriar. Te desconectan el teléfono. Parece que todo irá de mal en peor.

Esos son los momentos predilectos para confiar. Basta un acto de fe. El tiempo despejará las nubes para que veamos el cielo abierto. Sólo hay que confiar.

Cuando las cosas no marchan bien me digo: “Confía Claudio. Debes confiar.” Y de pronto, inesperadamente, todo se soluciona.

El valor de la confianza es inmenso a los ojos de Dios.

Y me he dado cuenta que si confiamos mucho, recibimos mucho. Si confiamos poco, recibimos poco.

Debemos confiar, no importa que tan oscuro se vea el panorama.

Hay una oración del Padre Teilhard de Chardin, muy oportuna.

Rézala en voz alta, que otros te escuchen. Saca copias de la misma, obséquiala a tus amistades.

Es una oración bellísima que nos mueve a la confianza.


Adora y confía

No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.

Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado;
a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.

Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas
apesadumbrado, triste,
adora y confía...