¿Me dejarás sin Misa?

Autor: Claudio De Castro

 

 

He descubierto lo maravillosa que es la santa Misa. Recibes gracias innumerables, bendiciones a cada momento. Y lo mejor de todo, recibes a Nuestro Señor en la sagrada Comunión. Por eso procuro ir a diario.

Hay una anécdota que me ocurrió hace pocos años. Viajé con mi familia a un poblado cerca de la frontera con Costa Rica. Lo primero que hice al llegar fue averiguar el horario de las Misas. Y me encontré con que sólo celebraban 2 días a la semana. El lugar era enorme y había pocos sacerdotes.

Había dejado mi auto aparcado detrás de otro auto, en el estacionamiento de la parroquia. 

Desalentado por la noticia, me fui a ver a Jesús sacramentado. El templo estaba cerrado. Me asomé por una ventanita y desde fuera me quejé con Él: 

— ¿Me dejarás sin Misa? —le pregunté.
Regresé a mi auto y encontré a un sacerdote inquieto que miraba su reloj.
— ¿El auto es suyo? —me preguntó.
— Sí —respondí—. Lamento haberlo obstaculizado.
— No se preocupe —añadió—. Es que voy tarde para celebrar la Misa y es una comunidad alejada, a quince minutos de aquí.
— ¡Amén! —exclamé sorprendido —¡Yo le acompaño!

Y así esa tarde, Jesús me regaló lo que tanto ansiaba, poder participar de la Misa.