Vibraciones de violencia

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  

El autobús iba a arrancar cuando un coche vino de frente para aparcar indebidamente, se atascó en la maniobra y quedó obstruyendo la salida al autobús. Un peatón en la calle que iba a subir al autobús, persona ya mayor, le hizo educadamente una seña al conductor del coche indicándole sin más que le estaba impidiendo el paso al autobús. El conductor salió de su coche atropelladamente insultando soezmente al peatón, le agarró la camisa, y le empezó a dar de bofetadas sin que el hombre mayor pudiera hacer nada por defenderse. Los que pasaban por allí se dieron cuenta, separaron al agresor y lo llevaron a su coche, desde donde él siguió insultando al peatón hasta que por fin arrancó y dejó paso libre al autobús. El peatón quedó atónito y dolorido en medio de la calle por unos momentos, y luego subió lentamente al autobús.

Yo iba sentado en ese autobús y presencié la escena. Luego pensé: este hombre que aparca mal su coche, insulta, ataca y golpea a un peatón inocente, hablará luego contra el terrorismo, condenará la guerra y dirá que hay que acabar con la violencia. Pero él lleva toda la violencia de la guerra y el asesinato y el terrorismo dentro de sí. La violencia en el mundo no acabará hasta que no acabemos todos con la violencia que llevamos dentro. Y si no acabará, procuremos al menos disminuirla con desterrar toda nuestra oculta violencia personal.

El autobús siguió su curso. Dentro todos habíamos visto lo sucedido en la calle, y teníamos a la víctima de aquel asalto entre nosotros. Todos estábamos callados, pero todo el ambiente había cambiado. Junto con la compasión hacia la víctima sentíamos la indignación contra el atacante. Antes estábamos todos tranquilos y relajados; ahora estábamos tensos. La violencia envía vibraciones malsanas que envenenan el entorno.

Era ya de noche, y al poco tiempo de llegar a casa me acosté. Pero tardé en dormirme. Estaba lleno de esas vibraciones de violencia que había recibido tan de cerca, y hubieron de calmarse para poder conciliar el sueño. Al fin me dormí.

Aun ahora, al escribir esto, siento resurgir aquellas vibraciones de violencia en mi memoria. Hablemos lo menos posible de la violencia, solo para denunciarla y rechazarla. Y si hablamos de la violencia, hablemos sin violencia. Hablemos de cariño y de amistad.

Paz y reconciliación a todos, en todo y siempre.