Tres taxis

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

 

   

  

No hace mucho estuve en Berlín y hube de tomar algún taxi. Solo tres de hecho. El primero que cogí lo llevaba un taxista alemán. Fue exacto, cortés, rápido y serio. Todo fue bien.


El segundo lo llevaba un árabe. Le di la dirección y se puso en marcha. No hacía falta conocer mucho Berlín para ver pronto que me llevaba en una dirección bien distinta de la de mi destino. Esperé. Aguanté. Me cercioré. Me callé. Cuando al fin llegamos le dije claramente: "No me ha traído usted bien. No ha venido directo sino por un camino mucho más largo. Me ha paseado usted por todo Berlín." Él contestó: "Hombre, por todo Berlín no, pero..." Pero una buena parte sí, claro. Su intento de humor no me aplacó. Le di lo que marcaba el contador, pero me quedé molesto. No me gusta que me estafen.


El tercer taxista era africano. Se mostró simpático, alegre, sonriente, servicial y encantador. Me llevó muy bien y además me hizo pasar un buen rato. Éste era el de vuelta al aeropuerto y me alegró como despedida.


Me acuso de haber pensado por un instante que todos los alemanes son serios, todos los árabes sospechosos y todos los africanos simpáticos