Salmo 99, Ovejas de su rebaño

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

 

Soy tuyo, Señor, porque soy oveja de tu rebaño.

Hazme caer en la cuenta de que te pertenezco a ti precisamente porque soy miembro de tu pueblo en la tierra.

No soy un individuo aislado, no tengo derecho a reclamar atención personal, no me salvo solo.

Es verdad que tú, Señor, me amas con amor personal, cuidas de mí y diriges mis pasos uno a uno; pero también es verdad que tu manera de obrar entre nosotros es a través del grupo que has formado, del pueblo que has escogido.

Te gusta tratar con nosotros como un pastor con su rebaño. El pastor conoce a cada oveja y cuida personalmente de ella, con atención especial a la que lo necesita más en cada momento; pero las lleva juntas, las apacienta juntas, las protege juntas en la unidad de su rebaño. Así haces tú con nosotros, Señor.

Haz que me sienta oveja de tu rebaño, Señor.

Haz que me sienta responsable, sociable, amable, hermano de mis hermanos y hermanas y miembro vivo del género humano.

No me permitas pensar ni por un momento que puedo vivir por mi cuenta, que no necesito a nadie, que las vidas de los demás no tienen nada que ver con la mía...

No permitas que me aísle en orgullo inútil o engañosa autosuficiencia, que me vuelva solitario, que sea un extraño en mi propia tierra...

Haz que me sienta orgulloso de mis hermanos y hermanas, que aprecie sus cualidades y disfrute con su compañía.

Haz que me encuentre a gusto en el rebaño, que acepte su ayuda y sienta la fuerza que el vivir juntos trae al grupo, y a mí en él.

Haz que yo contribuya a la vida de los demás y permita a los demás contribuir a la mía.

Haz que disfrute saliendo con todos a los pastos comunes, jugando, trabajando, viviendo con todos.

Que sea yo amante de la comunidad y que se me note en cada gesto y en cada palabra.

Que funcione yo bien en el grupo, y que al verme apreciado por los demás yo también les aprecie y fragüe con ellos la unidad común.

Soy miembro del rebaño, porque tú eres el Pastor.

Tú eres la raíz de nuestra unidad.

Al depender de ti, buscamos refugio en ti, y así nos encontramos todos unidos bajo el signo de tu cayado.

Mi lealtad a ti se traduce en lealtad a todos los miembros del rebaño. Me fío de los demás, porque de fío de ti.

Amo a los demás, porque te amo a ti.

Que todos los hombres y mujeres aprendamos así a vivir juntos a tu lado.

«Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño».