Salmo 91, Canto de optimismo 

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

 

Ojalá fueran todos los días como hoy, Señor! Me encuentro ligero y feliz, lleno de fe y de energía. Siento de veras todas esas quejas, protestas e incluso acusaciones que te hago cuando me encuentro mal. No me explico ahora cómo he podido ser tan ciego a su presencia y tan olvidadizo de tus gracias, por mal que me haya sentido a ratos. Es verdad que hay momentos oscuros en la vida, pero también lo es que hay días maravillosos como el de hoy, en los que luce el sol y cantan los pájaros y me dan ganas de contarle a todo el mundo la felicidad que he encontrado en ti, que es la mayor felicidad que puede darse en este mundo y en el otro.

Es bueno dar gracias al Señor y
tañer para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras:
porque tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!

Sólo el canto y la música pueden expresar la alegría que hoy siento, Señor. Vengan arpas, cítaras y laúdes a cantar las glorias de tu majestad, a proclamar a voz en cuello qué grande eres y qué maravilloso es estar a tu servicio y formar parte de tu pueblo. ¿Cuándo verán todos los hombres lo que yo veo?, ¿cuándo vendrán a ti para beber en las fuentes de tu gracia la felicidad que sólo tú puedes dar? ¡Si sólo conocieran tu cariño y tu poder! ¿Cómo decírselo, Señor? ¿Cómo hacerles llegar a otros la felicidad que yo siento? ¿Cómo hacerles saber que tú eres el Señor, y que en ti se encuentra la felicidad final que todos deseamos?

No quiero predicar, no quiero discutir con nadie. Sólo quiero vivir la integridad de la felicidad que hoy me das y dejar que los demás vean lo auténtico de mi alegría. Mi único testigo es mi buen humor; mi mensajero es mi satisfacción personal.

A mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
El justo florecerá como palmera
se alzará como cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios:
en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso;
para proclamar que el Señor es justo,
que en él que es mi roca, no existe la maldad.

Ese es mi alegre temple de hoy. Gracias por él, Señor, haya de durar mucho o poco; y quede también firme desde ahora mi aceptación de cualquier otro temple que quieras enviarme, alegre o sombrío, según te plazca en el orden secreto de tu divino querer.

Señor, tú eres excelso por los siglos.