Salmo 88

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

 

«Cantaré eternamente las misericordias del Señor,

anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

Porque dije: tu misericordia es un edificio eterno,

más que el cielo has afianzado tu fidelidad».

 

Bello comienzo para un ataque frontal, ¿no te parece?

¿Adivinaste, Señor, lo que venía en este salmo después de esa obertura tan musical?

Tu amor es firme, y tu fidelidad eterna. Son cosas que siempre te gusta oír.

Alabanza sincera del pueblo que mejor te conocía, porque era tu Pueblo.

Y además sobre un tema al que eres muy sensible: tu fidelidad.

Siempre te has preciado de tu verdad que nunca falla y de tus promesas que nunca decepcionan.

Pero desde este momento, Señor, estás atrapado por las mismas palabras que tanto te gusta oír.

Eres fiel y cumples tus promesas. ¿Por qué, entonces, no has cumplido la promesa más solemne que diste a tu pueblo y a tu rey?

 

«Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:

caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro.

Tú eres su honor y su fuerza,

y con tu favor realzas nuestro poder.

Porque el Señor es nuestro escudo,

y el Santo de Israel nuestro rey».

 

Tu poder es nuestra garantía. Tu fortaleza es nuestra seguridad.

Nos gloriamos de que seas nuestro Dios.

Nos alegramos de tu poder, y nos encanta repetir las historias de tus maravillas.

Tu historia es nuestra historia, y tu Espíritu nuestra vida.

Nuestro destino como pueblo tuyo en la tierra es llevar a cabo tu divina voluntad, y por eso adoramos tus designios y acatamos tu majestad.

Tú eres nuestro Dios, y nosotros somos tu pueblo.