Salmo 87, Soledad, enfermedad y muerte

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

"Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho repugnante para ellos.
Alejaste de mí amigos y compañeros;
mi compañía son las tinieblas"


El peso de la soledad me abruma. Me encuentro solo en el mundo. No me siento cercano a nadie, no hay nadie a quien de veras pueda considerar de los míos. Veo multitudes y me muevo entre la gente, pero todos me son extraños en un mundo hostil. No veo caras, no escucho saludos. La humanidad tiene prisa, y los hombres y mujeres se evitan unos a otros en la actividad frenética de un trajín sin sentido. Estoy rodeado de gente, pero no siento cordialidad. Hablo con los demás, pero no hago contacto. Dicen que en el futuro los robots sustituirán a los hombres y mujeres. ¿Es que no lo han hecho ya?

"Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas del fondo.
Tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas."


Me siento abandonado, rechazado, traicionado. Todas mis esperanzas se han desvanecido como el humo. Mis sueños se han estrellado en la desesperación. Repito oraciones que antes me decían mucho, pero hoy me suenan a vacío. Pronuncio el santo nombre de Dios, pero muere en mis labios. Nada resulta, nada tiene sentido. Sólo queda la oscuridad y el vacío. Dejadez y apatía. Enfermedad y muerte.

"Mi alma está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del abismo;
ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano."


No tengo voluntad de vivir. Y no tengo valor para morir. La muerte me aterra con el negro interrogante de lo que me espera al otro lado de la tumba. Cuando mi fe lucía en toda su brillantez, disfrutaba yo de la vida y desafiaba a la muerte, porque vivir era caminar hacia ti, Señor, y morir era encontrarte en el abrazo final de una eternidad feliz. Pero ahora mi fe se ha oscurecido, y me encuentro odiando la vida y temiendo la muerte. ¿Qué me espera después de ese momento fatídico? Si no estoy seguro de mí mismo en esta vida, ¿cómo lo voy a estar para la siguiente? Si mi existencia se ha hecho una carga en este mundo, ¿qué será en el Reino de las Sombras?

"¿Harás tú maravillas por los muertos?
¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla,
o tu injusticia en el país del olvido?"


¿A dónde me enviarás, Señor, cuando me despida yo de esta existencia que es la única que conozco, por miserable que sea? ¿Me enviarás al "País del Olvido"? ¿Es que mi existencia no es más que un tránsito de la nada a la nada? ¿Soy yo menos que los pájaros que hienden el azul del cielo con la alegría de sus alas, menos que las flores del campo que tienen al menos su día de gloria en el esplendor de sus colores? ¿No cuento para nada ante ti? Y tú, ¿te quedas tan tranquilo contemplando indiferente la agonía de mi alma?

"¿Por qué, Señor, me rechazas
y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo,
me doblo bajo el peso de tus terrores;
pasó sobre mí tu incendio,
tus espantos me han consumido:
me rodean como las aguas todo el día,
me envuelven todos a una."


Esta es la historia de mis sufrimientos, Señor, y a nadie se la contaría más que a ti. Lo que sí te pido es que veas la fe que se esconde tras mis propias quejas, mi confianza en ti que se expresa en la misma libertad con que te hablo. No me hubiera atrevido a hablarte así si tú mismo no hubieras puesto las palabras de tu salmo en mi boca. Gracias por haberme dado esa libertad, Señor. Gracias por tu salmo, que es tuyo en la divina inspiración de tu palabra, y mío en la agonía de mi experiencia. Ahora te ruego que acortes la prueba y me devuelvas la vida.

"Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
de noche grito en tu presencia;
llegue hasta ti mi súplica,
inclina tu oído a mi clamor."