Salmo 60, Mi tienda en el desierto

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  

La vida es un desierto, y tú, Señor, eres mi tienda en medio de él. Siempre estás dispuesto a protegerme de los rayos del sol y de los torbellinos de arena en la tormenta. Pronta ayuda y seguridad fiel. Si no tuviera la promesa de la tienda, no me adentraría en la hostilidad del desierto.

Me enseñas con imágenes. Te has llamado a ti mismo mi roca, mi torre, mi fortaleza, y ahora mi tienda. En la roca y en la torre hablaste de fuerza y poder, y ahora en la tienda hablas de accesibilidad, de cercanía, de estar juntos en la intimidad de un espacio reducido a través de las mil vicisitudes de la travesía del desierto.

Tu templo es tu morada oficial para todo tu pueblo, y a él acudo con ilusión y alegría mezclado entre la multitud de los días de fiesta y cantando con todos los fieles los cánticos de tu alabanza en la majestad de tu presencia. Pero ahora tu tienda es la cita íntima, el encuentro personal, el lugar secreto. A él acudo con la gratitud por tu llamada, con la emoción de la expectativa, con la esperanza de ver tu rostro y oír tus palabras. Al templo puedo ir en cualquier momento, y en las grandes fechas de tus festivales populares. A tu tienda solo puedo acudir cuando tú me invitas en la libertad de tu amistad y en la oportunidad de mis caminos. Tu templo está fijo en medio de tu ciudad. Tu tienda me sorprende a la vuelta de una duna en el desierto cuando yo creía que me había perdido en las arenas de la vida. Allí me esperas tú para darme fuerzas, dirección y cariño.

¡Bendito sea el desierto que me acerca a ti en la sombra de tu tienda!

En la roca inaccesible para mí colócame;
pues tú eres mi refugio,
torre potente frente al enemigo.
¡Que yo sea siempre huésped de tu tienda
y me acoja al amparo de tus alas!
Porque tú, oh Dios, oyes mis votos;
tú otorgas la heredad de los que temen tu nombre.