Salmo 43, Oración por la Iglesia afligida

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés  

  

 

No es que nos ataquen, Señor, es que, sencillamente, no nos hacen caso. Nos ignoran. La Iglesia ya no cuenta para nada en la mente de muchos. La mayor parte de la gente deja a un lado sus enseñanzas, su doctrina, sus advertencias y sus mandatos. Ni siquiera se preocupan de atacarnos, de considerar nuestras reflexiones o responder a nuestros argumentos. No se dan por aludidos, y siguen su camino como si nosotros no existiéramos, como si tu Iglesia no tuviera nada que hacer en el mundo moderno. Nos dicen que no tenemos nada que decirle a la sociedad de hoy, y ésa es la peor acusación que podían hacernos. Son tiempos difíciles para tu Pueblo, Señor.

Esto nos ha pillado un poco por sorpresa, porque estábamos acostumbrados a que nos tuvieran respeto y consideración. La palabra de tu Iglesia era escuchada y obedecida, mandaba en las conciencias y trazaba fronteras entre naciones. Eran días de influencia y de poder, y aún conservamos su memoria.

"Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.
Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones, y los hiciste crecer a ellos.
Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas."


No pretendemos en modo alguno volver a ese fácil triunfalismo, pero sí nos sentimos arrojados de un extremo al otro. Antes éramos el centro del mundo, y ahora, de repente, parece que no existimos. En la expresión militar de tu Salmo, "Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales, Señor, con nuestras tropas."

Ésa es mi aflicción, Señor; ya no sales con nuestras tropas. No hablo de batallas con arcos y flechas, y menos con bombas y misiles; hablo de las batallas del espíritu, las conquistas de la mente, la defensa de los valores humanos y la victoria de la libertad sobre la opresión. Ya no luchas con nosotros. No sales con nuestras tropas. No sentimos el poder de tu diestra. Clamamos, y nadie escucha; imploramos, y nadie se da por enterado. La dignidad humana es violada y los derechos humanos son pisoteados. Y a ti parece como si no te importara.

"Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean.
Nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.
Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo."


No pedimos glorias externas, sino conversión de los corazones. No queremos honores públicos, sino eficiencia callada. No queremos triunfos personales sino amor y felicidad para todos. Tú lo hiciste, Señor, en tiempos antiguos, y puedes volverlo a hacer ahora.

"Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?
Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia."