Preludio y fuga

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés 



Me es difícil explicar este descubrimiento. De joven toqué al piano los cuarenta y ocho preludios y fugas de Bach en su "Clave bien temperado". De mayor los he escuchado muchas veces en diversas versiones en CD. Siempre me han encantado. Me llenan el alma de asombro, de veneración, de recogimiento, de gozo. Pero había algo que yo no había descubierto hasta hoy. 

Del binomio preludio-fuga, yo consideraba la fuga lo importante, y el preludio sólo un ejercicio de calentamiento para entrenar las manos y crear el ambiente para lo que iba a venir. No le daba importancia. Era como el marco y el cuadro. Lo importante para mí era la fuga con su motivo, sus ecos, su juego al escondite, su travesura melódica, su trenzar de las voces siempre independientes y siempre abrazadas. Eso era lo que merecía la pena. El preludio era pura preparación para la fuga que seguía. Puro marco para el lienzo del artista. 

En cambio hoy, escuchando la versión de Sviatoslav Richter mientras me preparaba a trabajar esta página, he caído súbita y emocionadamente en la cuenta de que el preludio vale tanto como la fuga. Así como suena. No hay preparación y ejecución, no es introducción y representación, no se trata de un trámite burocrático para presentar la actuación verdadera. El preludio es tan bello, original, artístico y profundo como la fuga misma. Y yo no lo había apreciado hasta hoy. 

El nombre me había engañado. El "pre" de preludio lo rebaja a algo que meramente "precede" al juego (ludus) que es lo que verdaderamente interesa. Y ése es el engaño. Desde el momento que vemos a algo como mero pasaje "para" otra cosa, pierde su valor en sí mismo. Y al perdernos su valor, perdemos arte, perdemos música, perdemos vida. 

Es lo que nos ocurre en la vida. Todo parece ser "preparación" para lo que viene. Y eso nos hace perdernos el valor de la vida. Toda la vida se reduce a preludios. Todo es "para" algo. Y la vida entera es "para" la eternidad. Nos perdemos la belleza del preludio. 

El secreto del "clave" (clavicordio) es que esté bien "temperado" (templado). Que suene bien en cada tono y semitono, en cada momento y en cada instante. Es también el secreto de la vida. Se encuentra en cada fuga de Bach..., y en cada preludio.