Para que sirve el turbante

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  

[Estoy preparando un libro de cuentos para niños, y me han indicado quite sólo uno de ellos, que los niños no entenderían. Es este:]

Primero te explico qué es un turbante, aunque seguro que ya lo sabes y has visto dibujos y fotos de gente con turbante. Es esa especie de sombrero que los habitantes del desierto llevan en la cabeza, que consiste en una tela larga, doblada, ajustada en varias vueltas alrededor de la cabeza, que protege del viento y de las arenas y del sol. Y también sirve para otra cosa que te va a divertir cuando la veas.

El camello es un animal pacífico. Anda despacio, seguro, firme. Aguanta mucho y pide poco. Tiene mucha paciencia, pero eso no quiere decir que no tenga genio y que no se enfade. Precisamente porque aguanta mucho, cuando se enfada, se enfada de verdad. Y puede dar una coz o un mordisco y destrozar cualquier cosa. Y puede hacerle daño a su mismo camellero.

El camellero le trata muy bien, pero a veces también tiene que hacerle hacer cosas que al camello no le gustan. A veces le hace andar hacia un lado cuando el camello quiere ir hacia otro, le obliga a andar más deprisa para llegar al oasis antes de la noche, o le da sólo media ración de pienso cuando no tiene para una entera. Eso no le gusta al camello, pero lo aguanta todo porque tiene mucha paciencia, pero también lo va anotando todo en su memoria. Es como si en la joroba le fuera subiendo el nivel del enfado aguantado, y a cada molestia le sube un grado hasta que casi la llena toda por dentro, y entonces se hace peligroso.

El camellero sabe que su camello le quiere, pero también sabe que por dentro se enfada con él por todas esas cosas. Y el camellero sabe el remedio. Cuando calcula que la joroba se le va llenando de mal humor al camello, se lo lleva aparte, lo desata y lo deja suelto. Luego el camellero se saca el turbante que siempre lleva en la cabeza, y se lo enseña al camello. El camello conoce muy bien ese turbante. Por él distingue a su camellero, sabe su color, su forma y su olor, y de alguna manera el turbante representa al camellero.

El camellero lo sabe, y, como lo sabe, coge el turbante y lo tira a los pies del camello. Y el camello se desahoga. Es como si le hiciera al turbante todo lo que le quisiera hacer al camellero cuando éste le manda hacer cosas que no le gustan, pero, claro, sin hacerle daño.

¡Esta es la ocasión del camello! Se tira sobre el turbante, lo patea, lo destroza, lo muerde con los dientes, lo tritura, lo deshace. Queda hecho trozos todo él por el suelo, y el camello se calma, respira, contempla los restos del turbante y da un relincho de satisfacción. Se vació la joroba y se calmó la furia. Ya puede volver a trabajar, a llevar carga, a andar. El camellero contempla el espectáculo con toda tranquilidad, le da unas palmaditas en el lomo al camello, lo vuelve a llevar a su sitio, y él se va a comprar un turbante nuevo. Hasta la próxima ocasión.

Es como si entre amigos nos dijéramos de vez en cuando unos a otros entre nosotros mismos las cosas que nos molestan en cada uno, con tranquilidad y naturalidad, en vez de guardar los enfados por dentro y que luego nos salgan de repente y nos pongamos a reñir. A ver si aprendemos a desahogarnos antes de que se nos llene la joroba.

Camello sabio
rompeturbantes.
Que yo me calme y
quede como antes.

[Sí es verdad que el cuento es para adultos. Se lo conté una vez a un grupo de monjas, y una de ellas me preguntó al final delante de todas con una sonrisa piadosa y traviesa: “¿Cree usted que nosotras podríamos hacer lo mismo y quitarnos el velo y echarlo a los pies de la Madre Superiora?” Eso fue en Santiago de Chile.]