Liturgia practica

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

 

 

 

   El coche era de segunda mano, pero recién pintado parecía nuevo y sólo faltaba la bendición del párroco para ponerlo en marcha y lanzarse al tráfico. El párroco se vistió sus vestiduras litúrgicas, abrió el ritual y recitó la oración de bendición de coches.

Citó en sus bendiciones los cuatro mil carros de guerra del rey Salomón, la carroza de fuego que se llevó al profeta Elías al cielo, y el carro real del eunuco de la reina Candace en la autopista, perdón, el camino de Jerusalén a Gaza al que fue dirigido el diácono Felipe para bautizarlo y en el cual el eunuco “siguió gozoso su camino” sin accidentes en los Hechos de los Apóstoles, todos ellos como precursores bíblicos de medios de transporte, y roció abundantemente con agua bendita el coche por fuera y por dentro, y aun por todas las entrañas del motor encendiendo y apagando contactos para asegurar la bendición.

Cuando hubo acabado y se quitó los ornamentos, le dijo al feliz dueño del coche: “Por parte de la Iglesia tu coche está listo. Pero por lo que yo he notado te recomendaría que cambiases la batería y pusieras bujías nuevas. Ah, y revisa los frenos por si acaso.”