La verdad china

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

 

   

  

La Verdad era una imagen de jade, bella y transparente, y había que cuidarla y mantenerla fielmente para que todos los animales pudieran vivir en paz.

Los sabios animales decidieron que cada uno guardaría por un año la imagen de la Verdad con todo cuidado y esmero.

El primer año la guardó el tigre en su guarida a la que nadie se atrevía a acercarse.

El segundo año la guardó el oso panda en la selva que era de su dominio absoluto.

El tercer año la guardó el águila en su nido sobre la cima de la montaña más alta.

El cuarto año le tocó al mono, y para guardar bien la imagen se la subió a la copa de un árbol donde sólo él podía subir. Pero la rama era delgada, hacía mucho viento, y al ir a agarrar otra rama, la imagen se le cayó, y al chocar contra el suelo se rompió en mil pedazos.

Los animales de la selva lo vieron y se precipitaron a coger los trozos de la Verdad.

Desde entonces nadie posee la Verdad completa, y cada uno posee sólo un trocito. Aunque cada uno se cree que la posee entera.