Juventud

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  

Estaba yo hablando con un muchacho de veintitrés años sobre una cosa y otra, cuando él dijo entre frase y frase: "No entiendo a los jóvenes." Me costó un poco situarme. ¿Qué había dicho? Que no entendía a los jóvenes. ¿Y quién lo había dicho? Un muchacho de veintitrés años. ¿Y no era eso un joven? Como tal hablaba yo con él. Para mí yo era un viejo hablando con un joven. Pero por lo visto no para él. Él no se consideraba joven. Y tenía veintitrés años.

El tiempo siempre pasa rápido, pero ahora está aumentando su velocidad. Es decir, que las cosas cambian más rápidamente. El otro día llamé por teléfono a casa de un amigo, y una voz infantil me contestó, "Enrique padre no está en casa. Puede dejarme a mí el recado." Era Enrique hijo, naturalmente, que apenas tiene cuatro años. A los cuatro años yo no sabía aún que existía. Ahora el muchachito maneja el teléfono, el mando a distancia de la televisión, la pantalla de los juegos electrónicos y el teclado del ordenador de juguete del último cumpleaños. Y supongo no conduce el coche de su papá porque no le llegan los pies al acelerador. Esta generación viene con ganas. Y mi amigo de veintitrés años ya no la entiende. Para los nuevos "jóvenes" él es un viejo.

El cambio se acelera. Alegrémonos de que así sea. Y aprendamos a vivir con él. No perdamos el tiempo discutiendo si es bueno o malo, o defendiendo que "nuestros tiempos" sí que fueron los auténticos, y no éstos. Cada tiempo es lo que es. Lo que sí es importante para mí, para mi amigo de veintitrés años y para Enriquito es que nos entendamos.

Y el primer paso para entendernos es reconocer que no nos entendemos.