Gracias jefe

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

   

  

Yo iba a entrar cuando dos jóvenes juntos salían. La puerta era estrecha y no podíamos pasar los tres al mismo tiempo. Yo estaba más cerca de la puerta, y pensé además que los jóvenes me dejarían pasar por mi pelo blanco. Pero vi que venían con "mucha marcha", y me hice a un lado para cederles el paso. Pasó el primero y siguió adelante. Pasó el segundo, y también siguió, pero antes me miró un momento a la cara, me dio una palmadita en el hombro al pasar y me dijo, "Gracias, jefe", con una sonrisa. No fue más. Pero me alegró.

No se trata de pasar antes o después, no se trata de comparar juventud y vejez, no se trata de ir despacio o deprisa. Se trata de buenos modales. Delicadeza, detalle, simpatía. Es la sal de la vida. Casi no importa lo que se hace, con tal de hacerlo con delicadeza de alma. Yo siempre digo que a mí me puede decir cualquier persona cualquier cosa que quiera... con tal de que lo diga con suavidad. Como el profesor Higgins dice en "My Fair Lady" de los franceses: "A los franceses, de hecho, no les importa lo que dicen, con tal de pronunciarlo como es debido." Algo así.

El amor al prójimo es la gran virtud de la humanidad. No es probable que nos toque hacer actos heroicos por los demás. Pero siempre podemos dar una palmadita en el hombro y decir una buena palabra.

La calidad de vida no es dinero, es buenos modales. El tacto, el respeto, el caer en la cuenta de que hay otras personas en el mundo además de nosotros. Que hay otros que pasan por la misma puerta, de un lado y de otro. Y que lo importante es no chocarnos unos con otros. Gracias, jefe. Gracias, muchacho.