Experiencia

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

   

  

El siglo veintiuno comenzó -desgraciadamente- el 11 de septiembre. El 1 de enero no había pasado nada; fue un día como el 31 de diciembre anterior. Pero el 11 de septiembre no fue como el 10 de septiembre. Algo había pasado que cambió la historia y marcó el siglo que comienza. Bajo ese signo vamos a vivirlo.

Para mí la pregunta básica es como 19 jóvenes educados y de buenas familias pueden suicidarse matando. Y la respuesta es el condicionamiento mental a que habían sido sometidos desde pequeños. Quien se convence de que su país, su raza, su religión, su grupo es el mejor, y que le están haciendo una injusticia y hay que atacarla por todos los medios, se convierte en el instrumento de la destrucción más feroz que pueda darse.

El peligro es que todos estamos condicionados. Yo he citado con frecuencia los dichos de Krishnamurti, "Todos somos gente de segunda mano", de Mark Twain, "Somos un manojo de prejuicios", y de Heidegger, "Todos nacemos siendo muchos". Somos lo que nos han hecho. Y algunos de esos condicionamientos favorecen la intransigencia, la intolerancia, el fanatismo y la violencia. Limpiarse en lo posible de todos esos condicionamientos es nuestra responsabilidad primera. Y prepararnos a ser hijos de nuestro tiempo con toda la seriedad que nos va tocando.

El día 11 de septiembre estaba yo en Berlín donde me sacudió la noticia. Al día siguiente fui a pasear un rato por la avenida "Unter den Linden". En una esquina noté un pequeño grupo de gente reunida en silencio ante unos ramos de flores y unas velas encendidas en el suelo. Me acerqué. Un cartel proclamaba la solidaridad en el sufrimiento con las víctimas. Y entonces, inesperadamente, me encontré llorando a lágrima viva. No soy tan sensible como para eso, y yo fui el primero sorprendido, pero eso me pasó. Lo cuento sin más.