Experiencia

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  

El verano pasado visité Jaca donde pasé varias temporadas de niño. Me acerqué a la Calle del Carmen, y entré en la Iglesia del Carmen donde yo había ayudado a Misa muchas veces de pequeño. Recuerdo que a veces (¡no todos los días!) el sacerdote celebrante nos daba al final una propina de cinco céntimos de peseta... que era algo en aquellos tiempos.

Un día vino el señor obispo a celebrar la Misa, le ayudamos mi hermano y yo, y al final nos dio a cada uno veinticinco céntimos de propina. Aquello era un capital, y la prueba es que aún me acuerdo del acontecimiento de cuando yo tenía sólo doce años.

Ahora, en esta visita, asistía yo anónimamente y con cariño a la Misa que se estaba celebrando en esa misma iglesia. Los únicos cambios eran que el altar estaba ahora mirando al pueblo, y la Misa era en castellano en vez de latín.

Al ofertorio pasaron la bandeja. Yo pensé: "La regla del evangelio es dar el ciento por uno." Saqué del bolsillo una moneda de veinticinco pesetas, ya que una peseta son cien céntimos, y la deposité en la bandeja con una sonrisa disimulada. Nadie se enteró de la travesura.

La próxima vez será en euros.