El baño en el lago

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

   

  

Estaba yo de visita por primera vez en un territorio lejano, y un día que quedaba libre entre charla y charla, el amigo que me había invitado y arreglado todo el programa me propuso fuéramos a un lago, allí famoso, a nadar. Algo me sorprendió la propuesta, pero me gusta el agua, me apetecía el descanso, me agradaba la compañía y acepté.

Eran tierras tropicales, y el baño fue de lo más agradable. Después del baño compartimos un almuerzo en uno de los muchos restaurantes a la orilla del lago, charlamos y descansamos. Entonces mi amigo me dijo con una sonrisa traviesa: "¿Sabes por qué he insistido en que te bañes aquí?" - "¿¿¿???" - "Porque aquí tenemos la creencia que quien se baña en este lago, vuelve a bañarse; y nosotros queremos que vuelvas." Me reí agradecido y feliz por el cumplido, y seguimos charlando.

Avanzaba ya la tarde cuando fui yo quien propuse que nos diéramos otro baño. Él asintió encantado, y volvimos al agua. Al salir del baño fui yo también el que preguntó con una sonrisa traviesa: "¿Sabes por qué he querido bañarme otra vez?" - "¿¿¿???" - "Porque tenía que cumplir la tradición de volver ya que me había bañado una vez, y ya he vuelto. Ya he cumplido con el mandato. Ahora estoy libre."

Le expliqué. No es que quiera o no quiera volver. Es que, haga lo que haga, quiero hacerlo en libertad. No quiero sentirme obligado a volver, no quiero atarme con promesas, tradiciones u obligaciones. Si se me da bien volver, volveré con mucho gusto, pero volveré porque querré, no porque tenga que hacerlo. Ya sé que tú lo has hecho por cariño y aprecio, y me gusta tu gesto de haberme traído al lago con la buenísima intención con que lo has hecho. Ahora espero te guste también mi gesto a ti, pues lo comprendes perfectamente.

¿Adivináis el final? Al anochecer nos dimos otro baño. Fue el mejor.