Cuentos de Iblis (El diablo)

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

 

   

 Un santo sufí se durmió un día sin acordarse de rezar las oraciones de la noche. De repente notó que alguien lo sacudía en su sueño y le decía, “Levántate, levántate y reza las oraciones, que te has olvidado.” Él se levantó enseguida, se aprestó a rezar, y antes quiso saber quién era el bienhechor que lo había despertado tan oportunamente:

- ¿Quién sois vos que tan gran favor me habéis hecho de recordarme la oración para que yo no duerma en pecado?
- Yo soy Iblis.
- ¿Iblis? ¿El Diablo?
- En persona. Para servirle a usted.
- No lo entiendo.
- Es muy sencillo. ¿Te acuerdas de lo que sucedió cuando hace unos días te pasó lo mismo? Te fuiste a dormir sin rezar las oraciones, y luego a la mañana siguiente cuando te despertaste y te acordaste de que no habías rezado por la noche te entró tal arrepentimiento que hiciste penitencia y rezaste oraciones y ganaste mucho más mérito ante Dios de lo que hubieras ganado si sencillamente hubieras rezado las oraciones de la noche. ¿Te acuerdas?
- Sí, sí, claro que me acuerdo.
- Bueno, pues no quiero que eso se repita. Bastante me molesta que reces, pero si encima vas a hacer más méritos con tu penitencia por no haber rezado, no lo aguanto. Así es ahora pórtate bien, levántate y reza todo lo que tengas que rezar, y no me vengas mañana con arrepentimientos y penitencias.
- Gracias, Iblis.
- Hala, a rezar, que yo no me marcho hasta que acabes.
- En el nombre del Padre...

*

Iblis estaba preocupado. Sus emisarios le habían comunicado que había un ateo que, a pesar de ser ateo, rezaba siempre las oraciones de la mañana y de la noche, y para colmo iba todos los domingos a misa. Eso era peligroso. ¿No iría a volverse otra vez a Dios? Iblis decidió investigar y se presentó al ateo cuando éste iba a comenzar las oraciones por la noche en su casa.

- Dime, ¿tú eres ateo?
- Sí, por la gracia de Dios.
- No entiendo eso.
- Quiero decir que sí, que soy ateo y lo soy de verdad y estoy convencido de que no hay Dios ni cosa que se le parezca.
- Eso me parece muy bien. Pero entonces, ¿por qué le rezas a Dios si no crees en él, y por qué vas a misa el domingo?
- Muy sencillo. Yo estoy convencido de que Dios no existe. Pero vete tú a saber. A lo mejor existe. Así es que para asegurarme en todo caso, no vaya a ser que, no lo quiera Dios pero Dios exista, yo quiero tener mi cuenta clara con él y le rezo todas las mañanas y todas las noches y voy a misa los domingos por si acaso. Hay que asegurarse.
- Comprendo. Reza, reza, que no me importa que lo hagas así.

Cuando Iblis volvió al infierno y les contó la entrevista a sus secuaces, éstos se alarmaron y le preguntaron:

- ¿Por qué le dijiste que no te importaba que rezase así? ¿No es siempre malo que un humano rece?
- No. Si reza de verdad, es malo para nosotros. Pero si reza mintiendo, ganamos nosotros. Dios prefiere un ateo sincero a un devoto mentiroso. Y nos queda el mal ejemplo que da a la sociedad un hombre que va a misa y luego es ateo. De esos, gracias a Dios, hay muchos. Dejadlo en paz.

*

En una reunión de demonios se debatió el tema que preocupaba a muchos. Uno lo expresó:

- Los predicadores de Dios predican a sus fieles el santo temor de Dios.
- ¿Y qué les dicen?
- Les dicen que todos son pecadores, que teman a Dios, que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, que Dios castiga el pecado, que tienen que confesarse de todos sus pecados, y que si mueren en pecado se irán al fuego del infierno por toda la eternidad.
- Está bien. Que vengan por aquí.
- Pero es que entonces no vendrán. Si se les mete en el alma el temor de Dios, y encima el miedo al infierno, dejarán de pecar y se irán al cielo.
- No os preocupéis.
- ¿No te preocupa el que los humanos teman a Dios?
- No. Con tal de que no le amen...