Críticos precoces

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

   

  

Veo un niño pequeño en un cochecito empujado con cariño por alguien que tiene que ser su abuelo. Noto el contraste entre una generación que llega y otra que se va. Y la vitalidad en el rostro del niño que parece enterarse de su entorno y reaccionar ante él con una rapidez y una vivacidad que asombran a los que nacimos y crecimos más despacio.

El abuelo se para y detiene el cochecito. Saca una cajetilla y un encendedor de su bolsillo, prepara un cigarrillo y se dispone a encenderlo. El niño, que todo lo sospecha, mira hacia atrás, ve la acción de su abuelo y con el dedo índice de la mano derecha extendido le hace el gesto repetido de que no lo haga. El abuelo sonríe y hace un gesto de no tener más remedio. Enciende el cigarrillo. Y sigue empujando el cochecito. A lo mejor no le dejan ya fumar en casa.

Cuento eso a unos amigos, y me cuentan de una niña de edad elemental de comienzos de habla, a quien trae su niñera a casa del paseo matinal en el parque, también en cochecito, y al ver a su mamá, la niña señala a la niñera y denuncia la falta: "Ha fumau." Delata el cigarrillo escondido de la muchacha tímida en el parque público lejos de casa, mientras la muchacha se sonroja. Sabe que no debe fumar junto a la niña.

Pronto se enteran. Pronto saben lo que se debe hacer y lo que no. La campaña anti-tabaco llega temprano. Los niños la recogen con espontaneidad inocente. Da lástima pensar que dentro de poco ellos mismos fumarán con sus compañeros y compañeras.