Comer carne los viernes

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  
Me he encontrado, después de varios años, con un pariente mío de mi misma edad. Fue médico en su tiempo y ahora, ya retirado, le aflige una debilidad mental que afecta su conducta. Aunque mantiene intacta una aguda inteligencia dialéctica que puso a prueba mis esfuerzos para tranquilizarle durante la visita. Nos reunimos con otros dos miembros de la familia e intentamos reanudar la familiaridad interrumpida. No nos esperábamos su brusco comenzar: 

- El infierno...
- ¿Qué quieres decir?
- Que si hay infierno. Tú eres cura y lo sabes. Sabía que venías a verme y tienes que aclarármelo. - No te preocupes que a ti eso no te toca. Siempre has sido una persona buenísima y siempre has ayudado a todos. Y todos los que estamos aquí lo sabemos. 
- Pero hay mandamientos que ya sabes...; y en mi juventud yo...
- Sí, ya me lo imagino. Dios lo sabe todo y lo perdona todo, sobre todo a ti, que nunca has hecho daño a nadie y sí mucho bien a muchos. Has llevado siempre una vida ejemplar que te debería hacer seguir viviendo con alegría. 
- Pero ¿hay infierno o no? No te escapes y contesta directo. 
- Hombre, si te pones así, sí que lo hay. Para un católico la existencia del infierno es dogma de fe inalterable. No puedes ser católico y negar la existencia del infierno. 
- Con que hay infierno, y dices que no me preocupe. Muchas gracias. 
- Ya sabes lo que dicen teólogos serios que sí que hay infierno pero que está vacío. - ¡Eso no es verdad! Al menos están ahí los demonios que son ángeles caídos, y estarán por toda la eternidad. ¿Te parece poco? 
- Lo siento, desde luego. No habrán pensado en eso esos teólogos. Pero en cambio también es doctrina de la Iglesia que de nadie se pude decir con certeza que está en el infierno, ni si quiera de Judas. Claro que la existencia del demonio también es dogma de fe católica. 
- Además yo digo que si Dios por una parte nos amenaza con el infierno y con aquello de que "Ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; y estrecha es la entrada y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la encuentran;" y luego resulta que no hay nadie en el infierno de la perdición eterna, entonces Dios nos estaría engañando con una amenaza falsa, como a los niños se les asusta con el coco que no existe, y eso sería indigno de Dios.
- Mira, para ir al infierno se necesita un pecado mortal no perdonado, y ¿sabes lo que decía el teólogo católico inglés Ronald Knox con humor anti-galo? Que un pecado mortal requiere una mentalidad tan refinada que solo lo puede cometer un francés.
- ¿...?
- Y el Cardenal de París le contestó con el mismo sentido del humor, y aceptando el cumplido, que sí, claro, pero que aun para un francés el pecado mortal era algo tan complejo que... bueno... en todo París él calculaba que a lo más se podía cometer un pecado mortal al año como mucho.
- Así es que aquí, menos, ¿no?
- Claro. Digamos que aquí ninguno. 
- Pero yo no tengo ese humor para reírme del infierno. Al contrario, me daría más miedo todavía reírme de él. 
- Pues te cuento otro chiste a ver si te anima. Llega a las puertas del cielo un hombre que había llevado una vida dudosa en la tierra, y le pregunta a san Pedro, "¿Se puede?" - "Sí, sí, pasa hijo mío." - "¿Pero usted sabe quién soy yo?" - "Claro que lo sé." - "¿Y lo que hice allá abajo?" - "Sí, sí, también lo sé. Lo sé todo." - "¿Y entonces...?" - "Mira, aquí admitimos a todos así es que no te preocupes; pero vas a tener que prometerme una cosa. ¿Ves ese edificio cerrado en medio de nubes? Pues no te acerques por allí, no veas a nadie, y sobre todo que no te vea nadie de los que están allí." - "¿Y eso por qué?, si puedo preguntar." - "Mira, hijo mío. Allí están los del Opus. Ellos se creen que son los únicos que vienen al cielo; y si te ven a ti por aquí... les amargas la eternidad." ¿Te ha hecho gracia?
- Sí, pero no puedo reírme de cosa tan seria. 
- Cuando el Papa suprimió las leyes de ayuno y abstinencia, y en particular anuló la prohibición de comer carne los viernes de cuaresma, con lo cual ya no era pecado el comerla, dicen que Lucifer en el infierno llamó a consulta a los diablos más sabios y les preguntó, "¿Y qué hacemos ahora con los que están aquí condenados por toda la eternidad por haber comido carne los viernes de cuaresma?" 

Aquí se sonrió un poco. Pero enseguida le volvió la cara seria, tensa, austera, severa, que denotaba al exterior su tensión interior. Escrúpulos religiosos le habían marcado de por vida. Al menos conseguí que se sonriera por un momento.