Cinco raquetas

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  

De Liszt se cuenta que solía decir: “El concierto soy yo.” Un poco presuntuoso. Pero un mucho de verdad. No importa la pieza que se toque ni el piano en que se toque. Lo que importa es quién la toca y como la toca y como se encuentra él mientras la toca. Si él disfruta al tocar, disfruto yo al oírlo.

Entre los directores de orquesta me gusta especialmente Zubin Mehta. No solo por ser muy bueno y por ser indio, sino porque disfruta al dirigir, y me contagia a mí su entusiasmo al verlo.

El malabarista belga Serge Percelli, de familia circense y vocación de espectáculo insiste en que no basta hacerlo bien, sino ser un artista. No es el juego lo que cuenta, sino la persona. Dice: “Tienes que aprender a ser un artista actuando ante el público. No basta hacerlo bien. Yo podía haber hecho esto mismo hace diez años, pero nunca hubiera disfrutado tanto en mis actuaciones como lo hago ahora. Sé que el público está deseando ver algo, pero ante todo desea ver a alguien que se está divirtiendo en el escenario.”

Hacía malabarismos con raquetas de tenis. Llegó a tener cinco en el aire al mismo tiempo. Dominaba el juego y le iba muy bien. Entonces se animó a probar con seis. También le salió perfectamente. Pero el público, aquella noche, se quedó frío. ¿Por qué? Porque las seis raquetas en el aire le causaban tensión, y él ya no se divertía. Volvió a las cinco.

Cuando yo enseñaba matemáticas, procuraba divertirme en clase. Si mi divertía yo, se divertían los alumnos. Cuando hablo en público procuro divertirme. Si me divierto yo, se divierten todos. Cuando escribo, también me divierto. Y si no me he divertido al escribir una página, la borro. Prefiero quedarme con cinco raquetas.

Divertíos cuanto podáis. Para que se diviertan quienes os tratan. Es el gran servicio ante la tensa sociedad de hoy.