Camaradas

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  

[Cuento de Nadine Gordimer en Jump, p.91 abreviado.]

Cuando la señora Hattie Telford desactivó la alarma de su coche, un grupo de jóvenes se le acercó por detrás. Negros. Pero no había que temer; esto no era una calle en la ciudad. Era un área universitaria donde esos jóvenes, como ella, eran parte de una multitud que se dispersaba después de una conferencia sobre Educación Popular. Ellos eran los que iban a ser educados, y ella una de las personas del comité mixto, activistas blancos y negros, en el estrado.

"Camarada, ¿vas a la ciudad?" No, iba precisamente en dirección opuesta, pero en el espíritu de aquella reunión donde estos jóvenes andarían por alguna esquina cantando cánticos de libertad, aplaudiendo y pateando, les dijo, "Adelante. Subid."

Los otros se acomodaron detrás, y el que había hablado se sentó a su lado. Pensó en qué hablar. Preguntas. ¿De dónde venís? ¿Quién os avisó? ¿Cómo habéis venido? ¿Os habéis quedado sin almuerzo?

Detrás parecía que ni respiraban. "Tenemos hambre." Ella dudó un momento. "Mirad, vivo aquí cerca. Vamos a mi casa y comemos algo." "Eso es una buena idea." Pareció que el vacío en el asiento de atrás del coche se relajaba.

La siguieron por la entrada de la verja evitando el perro aunque ella les aseguró que no les haría nada. Entraron por la cocina que era más directo, cosa que no hubiera hecho si fueran negros adultos en vez de jóvenes, porque los adultos podían tomarlo a insulto, y los llevó al comedor, y allí dejó a los cuatro mientras ella se fue a la cocina a hacer café y ver qué había en la nevera para hacer sándwiches. Ellos habían saludado a la muchacha en su propia lengua común, pero cuando acabaron de preparar los sándwiches y el café, la dueña de la casa no quiso que pareciera que la muchacha les servía, y llevó ella misma la pesada bandeja al comedor.

Ellos están sentados a la mesa, callados. El comedor es lujoso, techo dorado, cortinas pesadas, candelabros antiguos, y una escultura magnífica de un león en madera. Ella reparte platos y vasos. "Comed, por favor. Me temo que sólo es carne fría, pero hay salsa picante si queréis. ¿Leche todos? ¿Está muy cargado el café? Hay veces que se me va la mano. ¿Le echo agua caliente?"

Van comiendo. Ella trata de hablar con algunos individualmente, pero cae en la cuenta que no saben inglés. Se calla. Hay miradas rápidas, y le pasan el azucarero vacío. Va rápida a la cocina y vuelve con él lleno. Son jóvenes, tienen hambre, necesitan carbohidratos. Le apena lo pobre de la comida. Se fija en la bandeja de fruta. "Tomad fruta, la que os apetezca.

No saben qué hacer con platos y vasos en esta habitación que los blancos por lo visto no usan más que para comer, no para cocinar o dormir. "¿Estás todavía en el colegio?" le pregunta al único que le ha hablado algún inglés. Claro que no. Ninguno de ellos ha estado en el colegio hace años. "¿Qué haces, entonces?" "Detenido desde junio. Seis meses. "¿Y tú?", pregunta a otro. Baja la cabeza. Debería saberlo. A estos muchachos de color no se les pregunta si están en un equipo de fútbol o si han ido a Europa de vacaciones.

El muchacho que habla inglés quiere preparar por correspondencia el examen de entrada en la universidad. En medio de los silencios de la mesa, de las manchas de café y las cáscaras de plátano, todos saben que nunca conseguirá los papeles necesarios y nunca dará el examen. Ella los mira y no quiere creer lo que ya sabe. Ninguno de ellos irá a la universidad. Se están limpiando las manos húmedas de la fruta frotando disimuladamente una con otra.

"¿Os gusta mi león? ¿No es precioso? Lo hizo un artista de Zimbabwe..." Y entonces se le revela la realidad. Se le revela en la mirada del muchacho que habla inglés. Su mirada distante, lenta, silenciosa, revela lo que les ha abrumado. El espacio, los candelabros antiguos y caros, las cortinas pesadas, la escultura del león... todo eso en el comedor era un nivel de impacto indescifrable para ellos. Lo único real para ellos había sido su hambre y los sándwiches que habían comido.