Ardiente deseo

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés 



Hace muchos años leí el libro "En busca de Dios" de Swami Ramdas. Era lectura obligatoria para todos los que hacíamos el mes de ejercicios bajo la dirección de Tony de Mello. Yo lo abrí en su primera página y leí la primera frase de su primer párrafo. Era ésta: "Hace unos dos años que Dios encendió por primera vez en el corazón de su humilde siervo, Ramdas, un ardiente deseo de descubrir su infinito amor." 

Me acuerdo que cerré el libro de pura emoción. Me dije a mí mismo, "No necesito más. En esta frase está todo. Ya leeré el libro cuando lo lea, pero ya no me hace falta. Cuando Dios ha encendido un 'ardiente deseo' en el corazón, todo lo demás se sigue de allí. Quien da el deseo, dará el camino, dará la fuerza, dará el empuje, dará la fe. Y se andará y se llegará y se llenará la vida y se iluminará la eternidad. Todo está allí. Sólo se trata de saberlo, sentirlo, aceptarlo, manifestarlo. Ardiente deseo. Siguen tres tomos de la vida de Ramdas. Y los tres están en esa primera frase. 

Hace muy pocos días ese libro volvió a caer inesperadamente en mis manos. Los tres tomos. Después de tantos años. Abrí el primer tomo. Leí su primera frase. Sonreí mientras un gozo intenso recorría todos mis miembros. "Dios encendió un ardiente deseo." Ahora eran los míos. Los de toda mi vida. Deseos de mi juventud y de mi madurez cumplidos a través de los años. Deseos encendidos por Dios y hechos realidad por él en mi vida. Uno a uno. Mucho he deseado, y mucho he recibido. Tenía razón Ramdas. Todo empieza allí. El ardiente deseo. Ya seguirán los tomos de mi vida. 

"Es Dios quien da el desear y el ejecutar." (Filipenses 2,13)