Animales entendidos

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

 

   

  

Aparcado en la calle había un Mercedes lujoso y reluciente. Gran coche para andar por la ciudad. Un perro vagabundo se le acercó, lo olió, levantó su pata trasera y orinó sobre la rueda. Se alejó luego con displicencia altiva. Había dado su juicio sobre el coche.

Me recordó la anécdota que se cuenta de Toscanini, el genial director de orquesta. Su mal genio era tan notable como su arte, y lo manifestaba sin remilgos. Un día estaba ensayando Aida de Verdi en el ensayo final con todo el escenario y trajes, y aun con un elefante vivo y verdadero que formaba parte del cortejo acompañado de la célebre marcha triunfal.

El ensayo no iba muy bien, pero el conductor había aguantado hasta entonces. Apareció el elefante, avanzó majestuosamente hasta el medio del escenario, se colocó mirando al público y de espaldas al coro, levantó el rabo y se ensució solemnemente sobre el escenario. Se agitaron los mozos de escena, limpiaron la muestra, acabaron las risas y volvió la calma.

Toscanini había permanecido impertérrito durante todo el incidente. Cuando acabó, se volvió a los cantantes y les dijo: "Les pido mil perdones por lo sucedido. Pero les aseguro que ese elefante es un gran crítico musical."