Alergias

Autor: Padre Carlos G. Valles, S.J.

Web: Carlos G. Vallés

   

  

Estoy en la sala de espera de la alergóloga. He saludado al entrar a los varios que esperan, me he sentado, y he echado una mirada alrededor. Enfrente de mí está una muchacha joven con su madre. Ha tomado una de las revistas que se amontonan en la mesa del centro. Y está pasando las hojas con una furia que contrasta con el ambiente tranquilo de la sala. Agarra una hoja, y casi al instante, sin leerla ni apenas mirarla, la pasa violentamente, agitadamente, sonoramente, con un ruido de papel enojado que llena toda la sala como una explosión. Y otra. Y otra. Y otra. Acaba así en un momento con toda la revista, se levanta, la deja, coge otra y vuelve a trabajarle las hojas con la misma velocidad y violencia una por una hasta el final. Y otra revista. Y otra. Y otra. A este paso acabará pronto con toda la mesa.

Está nerviosa la chica. Y lo comprendo. La alergia es enfermedad de juventud. Pero no es sólo el miedo al diagnóstico lo que la agita. Es el miedo a la vida. Es verdad que ella lo sabe ya todo, pero por eso mismo no sabe qué hacer ya con lo que le queda... que es toda su vida. Lo ha visto todo, lo ha probado todo, lo tiene todo, se ha desengañado de todo... y ya no sabe qué desear para el futuro. Pasa las hojas de las revistas rápidamente porque ya no le dicen nada. Necesita emociones más fuertes. Todo más rápido, más atrevido, más apretado. La música más alta, la bebida más activa, la droga más eficaz. Espiral sin término. Y ella lo sabe, lo teme, lo vive..., y sigue pasando las hojas de las revistas con loco ademán.

Yo soy alérgico a la flor del olivo, y he venido a tratarme. La alergóloga es la que me ha dicho, quizá para consolarme, que la alergia es enfermedad de juventud. Me dejo consolar.¿Quién le curará la alergia a la muchacha?