Documentos de la Iglesia. 

Textos del concilio Vaticano II

Constitución Dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia

Autor: Camilo Valverde Mudarra

 

 

En su capítulo VIII, enseña que la Santísima Virgen María es Madre de Dios en el misterio de Cristo, por obra del Espíritu Santo. Los fieles unidos a Jesucristo han de honrar el recuerdo de María, Madre de Dios, hija del Padre y templo del Espíritu Santo, que fue redimida en previsión de los méritos de Jesús. Superior a todas las criaturas celestiales y terrenas, María está unida, en la raza humana, a todo aquel que necesita la salvación; como Madre de Cristo y de sus miembros, tiene reconocido un lugar singular en la Iglesia.

El Concilio quiere señalar la función de María en la economía de la salvación por el verbo Encarnado. La función maternal de María hacia los fieles, cooperando a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad, no disminuye la mediación única de Cristo. María fue para todos Madre en el orden de la gracia.

Según sus propias palabras proféticas, todas las generaciones la llamarán Bienaventurada por ser Madre de Dios; por ello, la Iglesia promueve, con justicia, un culto especialísimo a la Virgen, distinto, en esencia, al de adoración que se presta a la Trinidad Santa.

El pueblo de Dios, en su peregrinación por el éxodo de esta vida, tiene en María el signo de esperanza segura  y de consuelo inmediato. El Concilio exhorta a que reguemos, "ora pro nobis", a la Madre que interceda ante su Hijo, para que todos los creyentes, hermanos separados, lleguen a unirse felizmente en un solo pueblo de Dios.

 

 

INTRODUCCION HSTORICA

 

            El documento fundamental del Concilio Vaticano II es la constitución dogmática "Lumen Gentium", que desarrolla y completa la doctrina que, sobre la Iglesia, comenzó a formular el Concilio Vaticano I, bruscamente interrumpido en 1869.

En 1962, la Comisión pasó todo el material para la preparación del nuevo concilio. Entre el que existe la redacción de un breve esquema sobre la "Virgen, Madre de Dios y de los hombres", que en principio debías ser una constitución autónoma, con discusión y promulgación aparte. Es el cardenal Suenens el que apunta el cambio radical de la orientación del, documento, que el Con­cilio y la Comisión coordinadora hacen suyo para salir de los vivos contrastes manifestados en el debate.

            En 1963 el texto se discute vivamente. y en octubre tiene lugar un acontecimiento único en la historia del Concilio dos oradores que representan por delegación las teorías opuestas defienden ante la asamblea los respectivos puntos de  vista sobre si el tema de la Virgen María, debe incluirse en el esquema «de Ecclesia o mantener su autonomía. El 29 de octubre la mayoría de los votos determinó la fusión de ambos documentos.

 

CAPITULO VIII

 

LA SANÍSIMA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS, EN EL MISTERIO DE CRISTO Y DE  LA IGLESIA

 

[La Santísima Virgen María en el misterio de Cristo)

 

52.            Queriendo Dios, infinitamente sabio y misericor­dioso, llevar a cabo la redención de¡ mundo, al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, nacido de mujer, ... para que recibiésemos la adopción de hijos (Gal 4,4-5). El cual, por nosotros los hombres y por nuestra salva­ción, descendió de los cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María. Este misterio divino de la salvación nos es revelado y se continúa en Iglesia, que fue fundada por el Señor como cuerpo suyo, y en la que los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en comunión con todos sus santos, deben venerar también la memoria en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Nuestro Dios y Señor Jesucristo.

 

[La Santísima Virgen y la Iglesia]

 

53.            Efectivamente, la Virgen María, que al anuncio del ángel recibió a1 Verbo de Dios en su alma y en su cuerpo y dio la Vida al mundo, es reconocida y venera­da como verdadera Madre de Dios y del Redentor. Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a El con un vínculo estrecho e indi­soluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y, por eso, hija pre­dilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria aventaja con creces a todas las otras criaturas, celestiales y terrenas. Pero a la vez está unida, en la estirpe de Adán, con todos los hombres que necesitan de la salvación; y no sólo eso, sino que es verdadera madre de los miembros (de Cris­to), ... por haber cooperado con su amor a que naciesen en la iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza». Por ese motivo es también proclamada como ­miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia y como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma, en la fe y en la caridad, y a quien la Iglesia Católica, ins­truida por el Espíritu Santo, venera, como madre amantísima, con afecto de piedad filial.

 

[Intención del Concilio]

 

54- Por eso, e1 sagrado Concilio, al exponer la doc­trina sobre la iglesia, en la que el divino Redentor obra la salvación, se propone explicar cuidadosamente la función de la Santísima Virgen en el misterio del Verbo Encarnado y del Cuerpo Místico cuanto los de­beres de los hombres redimidos para con la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, espe­cialmente de los fieles, sin tener la intención de propo­ner una doctrina completa sobre María ni resolver las cuestiones que aun no ha dilucidado plenamente la in­vestigación de los teólogos. Así, pues, siguen conservan­do sus derechos las opiniones que en las escuelas cató­licas se proponen libremente acerca de aquella que, des­pués de Cristo, ocupa en la Santa Iglesia el lugar más alto y a la vez el más próximo a nosotros.

 

II.  FUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN

 

[La Madre del Mesías en el Antiguo Testamento]

          55. Los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento y la Tradición Venerable manifiestan de un modo cada vez más claro la función de la Madre del Salvador en la economía de la salvación y vienen a ponerla delante de los ojos. En efecto, los libros del Antiguo Tes­tamento narran la historia de la salvación, en la que paso a paso se prepara la venida de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como se leen en la Igle­sia y tal como se interpretan a la luz de una revelación ulterior y plena, evidencian poco a poco, de una forma cada vez más clara, la figura de la mujer Madre del Redentor. Bajo esta luz aparece ya proféticamente bos­quejada en la promesa de victoria sobre la serpiente, hecha a los primeros padres caídos en pecado (cf. Gen 3,15). Asimismo, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, que se llamará Emmanuel (cf. Is 7,14; comp. con Mich 5,2-3; Mt 1,22-23). Ella sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente es­peran y reciben de El la salvación. Finalmente, con ella misma, Hija Excelsa de Sión, tras la prolongada es­pera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se instaura la nueva Economía, al tomar de ella la naturaleza humana el Hijo de Dios, a fin de librar al hombre del pecado mediante los misterios de su huma­nidad.

 

            Con estas gotitas que exponemos, queremos invitar al lector a ir y saborear toda la esencia leyendo y reflexionando sobre este capítulo VIII de la Lumen gentium dedicado a la Santísima Virgen.