Lírica Sagrada IV

Autor: Camilo Valverde Mudarra

 

 

9. Los salmos reales


El reino mesiánico inaugurado por el Mesías, el rey ideal hay que verlo en
el marco de la abundante literatura del Medio Oriente antiguo que presenta al rey como la clave y garantía de la prosperidad y estabilidad nacional. El reino del Mesías estaba ya esbozado por el AT., diseñado con rasgos tomados del medio ambiente. Ya a partir del tercer milenio antes de Cristo, existía un ideal en Mesopotamia y en Egipto en que el rey era defensor y abogado de los pobres y de los oprimidos, pastor de su pueblo, cuya función primordial había de ser implantar la justicia. En el antiguo Medio Oriente, no se trataba tanto de la justicia igualitaria grecorromana que en definitiva favorecía a los poderosos, cuanto de la represión de abuso de poder, de la defensa y protección necesitados, oprimidos, huérfanos y extranjeros.

Algunos de los salmos reales son interpretados por la tradición judía y, sobre todo, por la cristiana en sentido mesiánico. Es decir, son aplicados a Cristo. En dos ocasiones, por ejemplo, Jesús se aplica a sí mismo el Sal 1lo: en Mc 12, 35-37 y en 14, 62, donde responde a Caifás fusionando dos oráculos tomados de Dan 7, 13 y del Sal 1l0, 1. Este mismo Sal l10 es aplicado a Cristo por la Iglesia primitiva en muchas ocasiones (Hch 2, 34-36; Col 3, 1; Hebr 1, 13; 7, 1-3; 8, 1). Igualmente, el Sal 2 aparece aplicado a Cristo en los siguientes pasajes del N.T.: Lc 3, 22; Hch 4, 25-28; 13, 33; Hebr 1, 5; 5, 5; Apoc 2, 27; 12, 5; 19, 15).

 Respecto al sentido mesiánico de estos salmos, algunos autores distinguen dos etapas. En la primera etapa, estos salmos se referían en sentido literal a los reyes históricos de Jerusalén. En un segundo momento, digamos a partir
del destierro, los salmos reales fueron retocados y aplicados al futuro rey
ideal, es decir, al Mesías.

Más ajustada a la realidad parece la solución de otros exégetas, que consideran los salmos reales bivalentes desde el primer momento. A partir del propio David (véase la profecía de Natán: 2 Sam 7), cada rey israelita tenía como una doble personalidad: era el rey histórico de Jerusalén y al mismo tiempo anunciaba o evocaba la figura de un futuro rey ideal. Esta esperanza en el rey. ideal se renovaba cada vez que un nuevo rey subía al trono de Judá. O sea, los salmos reales se refieren, en primer lugar, a los reyes históricos, y en un segundo plano tienen asimismo presente al futuro Mesías. A partir del destierro, cuando desaparecieron los reyes históricos, fue saliendo a primer plano la figura del futuro rey ideal y ya antes del nacimiento del cristianismo, estos salmos, por lo menos, algunos de ellos, se referían directamente al Mesías.

Los salmos reales tienen como tema directo los reyes históricos de Israel y en un segundo plano la figura del futuro rey ideal, el Mesías.


10. Interpretaciones de los salmos de Yahve Rey


Cuando se trata de interpretar los salmos de Yavé rey y determinar las circunstancias concretas de la vida de Israel, en que dichos salmos han nacido y se han desarrollado, los autores se dividen en tres sentencias principales: Interpretación histórica, cultual y escatológica.

Basados en el lenguaje de estos salmos, en los que abundan expresiones de
carácter cósmico y alcance universal, un buen número de autores se inclinan
por 1a interpretación escatológica, Yavé rey del universo al fin de los tiempos.

Cada una de las tres interpretaciones acentúa aspectos válidos de los salmos
de Yavé rey, y la clave de una solución total está, probablemente, no en aplicar una con exclusión de las demás, sino en una integración conjunta de las tres. De hecho, la historia, el culto y la escatología, marcan tres estadios sucesivos o simultáneos por los que han pasado muchas composiciones y temas del A. T. La idea, por ejemplo, de la «redención», primero fue vivido históricamente en la liberación de la esclavitud de Egipto, luego fue celebrado en el culto en la fiesta anual de la Pascua, y, finalmente, tuvo su fase escatológica en la esperanza y en la realización de la redención llevada a cabo por Cristo.

Algo similar parece haber ocurrido con la cuestión de la realeza de Yavé.
Según E. Lipinski, la expresión «Yavé reina» habría seguido dentro de la
Biblia el siguiente proceso:

1.° Habría sido un grito de victoria. En este sentido, estaría empleado en el Sal 47, que viene a ser una especie de orquestación hímnica de la
alianza del Sinaí y de la ocupación victoriosa de la tierra prometida.

2.° Cuando el arca fue trasladada a Jerusalén y Yavé fue entronizado en Sión, se empezó a dar culto a Yavé rey en la fiesta que conmemoraba la elección de Sión como ciudad santa. Así, el grito "Yavé reina" se convirtió en proclamación litúrgica: Sal  10; 93,1: 96; 97,1; 99,1.

3º El Deuteroisaías retocó la fórmula y la utilizó para cantar el retorno de Yavé a Sión después del destierro de Babilonia (Is 52,7)

4º La proclamación cultual se colorea de matiz escatológico en los escritos
profético-apocalípticos tardíos (Is 24,23; Ex 20,33; Miq 4,7; Abd 21;  Zac 14,9, etc.).



11.  Los cánticos de Sión


A lo largo del Salterio, es, sin duda, de los más constantes el tema de Sión
como ciudad santa, elegida por Dios para hacer habitar en ella su Nombre y
para servir de sede a la dinastía davídica. Y hay seis salmos (46; 48; 76; 84; 87; 122), en los que la ciudad santa entra como tema central De ellos, el más interesante es el Salmo 87.  Y ello por estas tres razones.

1º. Concibe a Sión, madre de pueblos.

2º. Por su estilo oracular y espíritu universalista.

3º. Por el aire profético que rezuma en sus versos.


En el salmo, Sión se presenta como la madre universal que va a cobijar bajo sus alas a todos los pueblos Es la gran ciudad de la tierra, la metrópolis mundial del reino de Yavé, que acoge a todos los hombres en calidad de ciudadanos naturales con derecho de ciudadanía propio "en ella todos han nacido" (4. 6) porque todos han sido proclamados súbditos reales del reino de Dios al ser reconocidos hijos del Padre (Jer 3,19) y herederos del reino (Gn 48,6; Ex 15,17; Dt 19,14) con Cristo por su pasión y resurrección ".somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo.". (Rom 8,17; Ef 1,18 1Pe 1,4).  Esta Sión maternal, esposa fecunda de Yavé (Is 54,1; 62,4-5), anuncia proféticamente la "Jerusalem de arriba, nuestra madre" (Gal 4,26) en la que no habrá marginados en chabolas, indigentes en las calles, oprimidos por el paro y el hambre (Neh 9, 35) ni extranjeros y gentiles, sino "conciudadanos de los santos y familiares de Dios" (Ef 2,12. 19). Este es el oráculo de Dios que proclama la reconciliación universal (4-6).

Esta visión profética de la Jerusalem mesiánica patria y fuente de todo bien
para todos recuerda las grandes visiones de Isaías (2, 2-4; 54, 1-3;  60,
3-9); de Ezequiel (37,28); de Amós (9, 11) y de los otros profetas de Israel. Todos aquellos que el Señor, por su infinita misericordia, ha elegido quedarán inscritos en el libro de registro con el título de hijos de Sión, la nueva Jerusalem. Precisamente, la expresión del v. 6 "Estos han nacido allí" es la idea de referencia que mira hacia la plenitud de los tiempos, momento en que se implantará el reino calestial de Nuestro Señor del que se va a formar parte por medio de un nuevo nacimiento: "En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de  Dios" (Jn 3, 3).



13. Lectura cristiana de los salmos


Por lectura cristiana de los salmos, se entiende su actualización constante.
Serán releídos a la luz de los nuevos acontecimientos, desde el dinamismo y
fluidez que la palabra de Dios muestra en el NT., adaptándola a las necesidades cambiantes de la Iglesia.

Ante la profunda renovación litúrgica de estos últimos años, se han vuelto a
suscitar ciertas acusaciones que pesan sobre el Salterio ya desde antiguo.
Afectan tanto a la expresión literaria como al contenido ideológico de los
salmos.

Nadie niega la belleza de los salmos, la riqueza y el vigor de sus imágenes,
la ternura, la pasión y la religiosidad de estos antiguos poemas llenos de
unción y lirismo. Pero todo ello -se dice- tiene un cierto sabor arqueológico y arcaico que resta a estas plegarias fluidez y espontaneidad como formularios de nuestra plegada actual. La técnica misma de la poesía hebrea, su predilección por el paralelismo, el recurso a los salmos alfabéticos, etc., no siempre sintonizan con nuestros gustos artísticos actuales.

Con todo, las acusaciones más fuertes le vienen al Salterio del campo de las
ideas. El Salterio -se  afirma- pertenece a un período de la revelación de
subdesarrollo dogmático y moral, que da lugar a deficiencias y limitaciones,
las cuales se traslucen claramente a través de los Salmos. La falta de
perspectiva y el desconocimiento de los dogmas de ultratumba resta
profundidad a la piedad del Salterio y lo vacía de contenido teológico.
Si a esto se añade una moral menos depurada y una sensibilidad social basada
en la ley del talión, tendremos esos salmos imprecatorios, tan difíciles
de armonizar con el Sermón de la Montaña.

Por lo que se refiere a la forma literaria, las acusaciones que se hacen al
Salterio no crean mayor dificultad. Los arcaísmos de vocabulario y de estilo
no significan nada comparados con la belleza, la unción y el vigor del lenguaje de los salmos, que les da un valor permanente e imperecedero.

Las que suponen mayor dificultad son las acusaciones de carácter ideológico.

La hermenéutica moderna subraya con más fuerza que lo hacia la tradicional
la «originalidad y novedad» del Nuevo Testamento. La interpretación
tradicional sobre el esquema promesa-cumplimiento que late en la frase
lapidaria de S.Agustín: «Novum in Vetere latet, Vetus in Novo patet»,
hipótesis de la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, resta y
merma peligrosamente la originalidad y novedad del Nuevo Testamento.
Originalidad y novedad que subraya el mismo Cristo cuando dice que:
«Nadie cose un paño sin tundir en un vestido gastado, como tampoco se echa
vino nuevo en odres viejos» (Mc 2, 21.22). El gran centro de gravedad de la
historia de la salvación es Cristo. Cristo y su obra están ahí en el centro
de los siglos como categoría aparte. Cristo es el sol de todo el firmamento
salvífico que proyecta sus rayos, no sólo hacia el futuro, sino tambiénhacia el pasado

Los salmos no deben leerse desde la perspectiva del Antiguo Testamento,
sino desde el punto de vista del Nuevo. Cristo es el núcleo vital de la
historia de la salvación. Jesús de Nazaret, al recitar personalmente los salmos
y hacerlos suyos, los ha llenado con un contenido nuevo. Las expresiones
siguen siendo las mismas, pero el contenido ha cambiado sustancialmente. El
misterio de Cristo se ha desbordado hacia el Antiguo Testamento y ha dado a
sus expresiones una plusvalía de contenido. La dirección de la corriente no
va sólo desde el Antiguo Testamento hacia el Nuevo, sino también desde éste
hacia el Antiguo. Cristo y su Iglesia siguen diciendo cuando rezan: alianza,
elección, ley, pueblo, Jerusalén, salvación, justicia, paz, gloria.
Pero éstas, como tantas otras impresiones veterotestamentarias, han recibido
al ser adoptadas por el cristianismo dimensiones nuevas que las hacen
sustancialmente distintas. A este propósito dice el P. de Lubac: «Al explicar el Antiguo Testamento, Jesús lo transforma». Para interpretar correctamente un salmo o un texto cualquiera del Antiguo Testamento, no basta con descubrir mediante la exégesis histórica el sentido que éste tenía para los primeros e inmediatos lectores en su fase veterotestamentaria.
Este estudio sobre el sentido inicial de los textos del Antiguo Testamento
es ciertamente necesario. Pero el sentido pleno y total de los textos
veterotestamentarios sólo lo tendremos cuando los hayamos leído a la luz del
Nuevo Testamento. El hecho de que Cristo y los Apóstoles hayan reconocido
como canónicos los libros del Antiguo Testamento y los hayan integrado en
una sola Biblia les da una configuración nueva y equivale a una verdadera
reinterpretación de los mismos.

A la luz del momento actual se debe dar un paso más. Cristo ha sido la Palabra última y definitiva pronunciada por Dios y no hay que esperar ya ninguna revelación ulterior. Pero también es cierto que Cristo ha otorgado a su Iglesia el Espíritu de Verdad para que1e ayude a ahondar en el conocimiento de esa revelación, en orden. a explicarla, actualizarla y adaptarla a las situaciones siempre cambiantes.

La palabra bíblica no es algo inerte y petrificado, sino expresión viva, pronunciada y escrita en un momento determinado de la historia, pero destinada a los hombres de todos los tiempos y culturas. De ahí que la exégesis ha de dar paso descubrir el mensaje que los textos sagrados vienen a decir al hombre de hoy según las circunstancias cambiantes de la realidad y de los oídos del presente.

La palabra escrita necesita ser actualizada; la Sagrada Escritura debe ser
leída a la luz del momento actual.

La Biblia misma nos da ejemplo de esta actualización constante de los textos
sagrados. En su aspecto legal, el Antiguo Testamento representa un continuo
crecimiento, evolución y adaptación al compás de los tiempos. Los Profetas
anteriores a la caída de Jerusalem fueron leídos y releídos a la luz de los
acontecimientos del Destierro. La historia misma fue pensada y repensada en
orden a sacarle siempre lecciones nuevas. Los Apóstoles no repiten materialmente la predicación de Cristo, sino que la adaptan a las necesidades cambiantes de las distintas iglesias y comunidades. Al término de su vida entre nosotros, Cristo envió al Espíritu para que llevase a los suyos a la verdad total (Jn 16, 13). Iluminados por El, los Apóstoles cayeron en la cuenta y comprendieron muchas cosas, que antes les habían pasado desapercibidas (Jn 2, 22; 12, 16; 13, 7; 20, 9). La Iglesia actualiza la palabra de Dios, sobre todo, a través de la liturgia. En la liturgia, se actualiza la historia de la salvación en su doble vertiente de «hechos y palabras». La fe en el «hoy» siempre actual es el principio fundamental de la liturgia cristiana. Los hechos arrastran detrás de si a los textos, de ahí que la liturgia lleve a cabo también la actualización de los textos
bíblicos.