El Profeta Isaías

Introducción

Autor: Camilo Valverde Mudarra  

 

 

El profeta Isaías ocupa el primer puesto en el canon por tres factores: La importancia de sus profecías; la magnitud de su obra; y la sublimidad de su estilo.

El libro de Isaías es uno de los más amplios de la Biblia, junto con Jeremías, Génesis y los de Samuel y de Reyes. A causa de su riqueza teológica, es, además uno de los textos del A. Testamento que más frecuentemente cita el N.T. y el más usado en la liturgia. 

La historia de su nacimiento y crecimiento es compleja y discutida.



1. La vocación (cap. 6)



Los llamamientos proféticos aparecen a veces encuadrados en el marco de una teofanía o visión sobrenatural: Véanse, Moisés Ex 3-4; de Miqueas, hijo de Yemla (1 Re 22,9-12) y el de San Pablo en el N. T. Así, en esta misma línea, se encuentra la vocación de Isaías (6, 1-13). Otras veces, Dios se comunica sólo de palabra sin hacerse visiblemente presente. Este es e caso de Jeremías (11, 4-10) y de Moisés.

En todo caso, los relatos vocacionales presentan en la Biblia un esquema uniforme, con denominadores comunes.

En el llamamiento de Isaías, podemos distinguir cuatro momentos sucesivos: 

"El relato de la vocación del profeta es uno de los textos más hermosos y mejor construidos del A.T. Desde el punto de vista teológico tiene igualmente la máxima importancia. Resume de manera magistral las líneas maestras del ministerio del profeta así como las bases de su fe, santidad de Dios, pecado de Israel, inconsciencia de la sabiduría de escribas y del rey; inminencia del castigo a causa de la ceguera del pueblo, conciencia de su misión y mediación en nombre de Dios, confianza en las promesas de Dios sobre la dinastía de David". Se presenta en cuatro apartados: 

- La visión de Dios (vv, 1-4). Teniendo por marco el templo de Jerusalén, la visión grandiosa y solemnísima de Isaías coincide con la experiencia del Dios terrible y fascinante. Como ocurre con algunos santos, es una experiencia mística que marca el resto de su vida y su "predicación" 

- Rito de purificación (vv. 5-7). En presencia del orden sobrenatural, se agudiza en Isaías su condición de pecador en medio de un pueblo pecador. Un gesto sensible y externo, que viene a ser una. especie de investidura sacramental. 

- Misión profética (vv. 8-10). Los dos elementos anteriores no eran más que los preparativos de la misión profética. Se subrayan la decisión y presteza, con que Isaías se ofrece: “Heme aquí; envíame”. 

- Resultado final. Ojos cerrados, oídos sordos, el profeta inicia su misión intercesora: ¿Hasta cuándo, Señor? Yahvé responde con más dureza: La nación va a ser destruida.



2. La persona y la misión del profeta



El nombre de Isaías (en hebreo Yesa'yahu) significa etimológicamente “Dios salva”; y viene a reflejar simbólicamente la misión de “salvación” del gran profeta escritor. Isaías = Salvación de Yahvé. Nació hacia 768 y murió en el 701 a. C. Según la tradición, en el reinado de Manasés (687-642), es aserrado por medio. Su vida se desarrolla en tiempo posterior a Amós y Oseas.

Natural de Jerusalén, estaba casado y era padre de dos hijos. Ya en el 740, se dice se le veía predicando en Jerusalén. El estilo selecto de su lenguaje favorece la suposición de que pertenecía también a la clase alta de la sociedad; la interpretación del capítulo sexto sugiere que Isaías era uno de los jóvenes de la "aristocracia" de Jerusalén, educados en la corte y destinados a las funciones privilegiadas. 

Su vocación al ministerio profético tuvo lugar en el año en que murió el rey de Judá, Azarías, llamado también Ozías; es decir, hacia el 740 a.C. Su misión fue la de conducir a su pueblo en un momento gravísimo de su historia. La prosperidad y la gloria nacional se derrumban y la amenaza de Asiria planea sobre Judá. Tuvo que asistir a la ruina del reino del norte y a la invasión de su patria por los ejércitos asirios. Pero, Judá vivía más amenazada por la destrucción moral, que por la física. La avaricia, la hipocresía e injusticia, fustigadas por Amós en Israel, minaban ahora la integridad espiritual del sur. 

El avance arrasador de Asiria hizo tambalear la fe de Israel en las promesas de Yahvé respecto a la salvación de la dinastía davídica. Hubo quienes, en el polo opuesto, interpretando la alianza con la casa de David como garantía de invencibilidad, se permitían toda clase de crímenes y arrastraron la nación a diversas revueltas casi suicidas. Esta realidad la vio venir con claridad el profeta. Y su labor tuvo intervenciones solemnes, como consejero, en los momentos críticos de la vida política de Judá. Así, en 734, procuró reanimar al rey Acaz ante la invasión del ejército siro-efraimita. En 701, intentó reavivar las esperanzas de salvación en ocasión en que Jerusalén estaba cercada por las tropas de Senaquerib, Y, por otra parte, en varios momentos se opuso a que Judá entrara en coaliciones antiasirias, por el peligro que esto suponía para la vida religiosa y aun política de la pequeña nación. Con motivo de la embajada de Merodac Baladán ante el rey Ezequías, Isaías lo puso en guardia contra las posibles intenciones políticas del cabecilla rebelde babilonio, que ante todo buscaba ayuda contra el rey de Asiria.

El profeta tuvo una influencia decisiva en la reforma religiosa impuesta por el piadoso rey Ezequías. En su misión profética, tuvo que hacer frente a la política antirreligiosa del impío rey Acaz. Con su sucesor Ezequías (727-698), las relaciones del profeta fueron cordiales, ya que el rey era profundamente religioso y procuraba seguir sus consejos. Al morir el piadoso rey, Isaías tuvo que sufrir la persecución del impío y sectario rey Manasés 698-643, hijo de Ezequías y perseguidor del yahvismo tradicional.



3. Aspecto religioso del 740 al 700 a. C.



La pujanza material y económica, a finales del s. VIII, corría paralela a la degradación moral en Israel y Judá. La riqueza auspició una aristocracia que hallaba incomoda la religión para sus manejos y ambiciones (5, 8s). Se había instalado el desprecio por la religión de Yahvé (2 Re 15-17; 2 Cr 26-28). Contra estos desafueros, son contundentes las palabras de Amós y Oseas en el Norte y de Isaías y Miqueas en Judá. 

Reinaba la explotación de los pobres, la venalidad de los jueces contra los débiles (5, 23) y el culto de Yahvé contaminado de prácticas idolátricas. Un manto de inmoralidad se extendía por el pueblo. Los ritos externos y vacíos habían sustituido por doquier los deberes del Sinaí, la justicia y el espíritu interior. Pensaron que las ceremonias y los gestos litúrgicos agradaban a Yahvé (1,10s). Las jerarquías religiosas y los sacerdotes contemporizaron con la decadencia moral. La situación era más grave en Israel que en el Sur; la posición geográfica de Judá y sus tradiciones religiosas la defendieron mejor de la influencia cananea.



4. Los tres Isaías



En la actualidad, es opinión común de los estudiosos de que, en el libro de Isaías, hay materiales que responden a trasfondos históricos, intereses teológicos e intenciones pastorales diferentes. Tales contenidos están redactados con estilos diversos y pertenecen a diferentes modos de expresión (géneros literarios) del mundo antiguo.

La escuela crítica llegó a ver que constaba de partes distintas procedentes de épocas diferentes. Doederlein, en 1775, es el primero que, rechazando la unicidad de autor, señalaba varios y algo más tarde, hace lo mismo Eichhorn. Hoy se distinguen tres libros, tres Isaías: Isaías I (cap. 1-39); Isaías II (40-55); Isaías III (56-66).

Sin embargo, la crítica apunta unas cuestiones constantes: la fe, el resto, los pobres, la trascendencia divina y la expresión “el Santo de Israel” en los 66 capítulos del libro, esto es, están presentes en los tres Isaías. Exhala, todo el libro, el mismo aire mesiánico y escatológico, que permite sin duda proclamarlo el profeta clásico de la esperanza. Estos motivos sustentan la probabilidad de la tesis de estudiosos escandinavos que propugnan los llamados “círculos isaianos”, semejantes a los círculos deuteronomistas o sacerdotales, que, organizando las ideas importantes de su maestro, lograron mantener el espíritu de su palabra durante largo tiempo. De esta manera, E. J. Kissane expresaba su hipótesis de que un profeta del final del exilio, versado en el estilo y pensamiento de Isaías, editó su libro con numerosas ampliaciones.

Así pues, el reparto y la diferencia de diversas partes en la profecía isaiana se ha asentado e instituido en el parecer de los estudiosos y exégetas de muy variados orígenes. 



Actividad profética



Era imprescindible la intervención salvadora de Yahvé para remediar la depravación moral de Judá. Recibida su vocación de interprete de Dios, la impresionante visión (6, 1-13) marcó definitivamente su corazón de modo tan profundo que incidió en su vida y en su conducta para el resto de sus días.

Las profecías de la primera parte se refieren a los acontecimientos de la vida de Isaías. Son tiempos difíciles bajo el poder asirio. El Reino del Norte cae en manos asirias 721 a. C. y Judá está a punto de derrumbarse política y religiosamente con Ajaz que fue hecho vasallo de Asiria. Esto origina la profecía de Emmanuel 7-12: anuncio de la venida del Mesías. Con Ezequías se da un renacimiento religioso, pero tiene carácter más externo y superficial que profundo y verdadero en el pueblo. Ezequías se alió con Egipto, pero fue castigado con la invasión asiria, que cesó por milagrosa retirada del ejército invasor.

El ministerio del profeta se suele dividir convencionalmente en tres periodos, coincidentes con los tres reyes: Jonatán (740- 734 a.C.); Ajaz (734-728); c) y Ezequías (727-699 a. C.):



El primero es breve, cuatro o cinco años, y abarca prácticamente todo el reinado de Jonatán (739-734 a. C.), sucesor del rey Ozías. Es un periodo de paz en que el país goza todavía de los resultados del exitoso gobierno de Ozías, que había dado al pueblo poder y riqueza. Véase en 2 Cr 26 la descripción detallada de la grandeza y trágico final del reinado de Ozías.

Sus primeras intervenciones no son grandes discursos, sino piezas cortas de estilo variado: oráculos, elegías, maldiciones, cantos populares. Es el momento en que revela el significado y la doctrina del resto de los salvados de Israel, ornamento y gloria. El núcleo de su predicación se halla en el castigo contra la violación de la justicia social, la opresión del pobre y los cultos idolátricos olvidándose de Dios. El Día de Yahvé doblegará todo orgullo: Serán aventados todos los ídolos. Los ojos soberbios del hombre serán abatidos (2, 18.11). 

Son de este primer periodo los siguientes pasajes:

- 2, 6-22. Es uno de los primeros oráculos, quizá el primero. Se refiere en buena parte a la moral personal, a la ética de que va a?la ciudad y a la corrupción del culto: Han provocado la ira de Yahvé intervenir. La prosperidad material de la mitad del VIII, que propició, sin duda, la injusticia social y la corrupción cultual y religiosa, había degenerado en autosuficiencia y favorecido la idolatría. 

- 3, 1- 4,1. Como buen hijo de Jerusalén, le duele la anarquía que atraviesa. Se pecaba contra la justicia social y las clases pudientes hacían alarde de formas impúdicas y vana coquetería. 

- 4, 2-6. El castigo no será total. Quedará un "Resto" de Israel.

- 5, 1-7. En el mismo contexto anterior, consta de tres secciones: el canto de la viña; seis maldiciones (5,8 + 10, 1-4) y el anuncio de un castigo. El simbolismo de la viña, claro en el texto, presenta seria dificultad de interpretación.

- 9, 7-20 + 5,25-30. Este hermosísimo poema está armoniosamente compuesto. La guerra siro-efraimita no ha comenzado aún. Damasco aquí es enemigo de Samaría.



El segundo momento histórico importante que le toca vivir a Isaías es la crisis siroefraimita (734-733 a. C.). Isaías desarrolla su ministerio bajo reinado de Ajaz 736-16. Cambian de sesgo los acontecimientos. Siria y Efraín (Israel del norte) se alían contra Teglatfalasar III. Ajaz (reino de Judá) se niega a entrar en la coalición y es atacado por los dos aliados: es la guerra llamada siro-efraimita. Ajaz perdió los nervios y llegó a sacrificar a su hijo al dios Molok 2 Re 16,3. 

Ajaz, contra el parecer de Isaías, solicita la ayuda de Asiria, pero perdió su independencia. Endurecidos sus corazones, sufrieron lo que había anunciado el profeta (6, 4-13). Teglatfalasar III (747-727 a. C.) somete Siria y Efraín. A esta intervención y a sus previsibles consecuencias, se refieren los cc.7-8. La presencia de Asiria en el cercano Oriente será ya continua, a partir de ese momento, hasta la caída misma del imperio asirio en 606 a. C. Las alusiones de Is 2-3, algunos de los textos que se refieren a naciones conquistadas en Is 13-23 (oráculos sobre el país filisteo y sobre Damasco), y el oráculo contra Samaría de Is 28 reflejan esa presencia progresivamente peligrosa y dominante, también en la tierra de Judá.

Son oráculos sobre este periodo:

- 1, 2-31. Data del principio de la guerra. Denuncias y esperanzas.

- 7, 1- 8, 20. Es el momento más agudo de la guerra y culminante de su carrera profética. Pronuncia el oráculo de Enmanuel y defiende su política de fe: La salvación de Judá está, no en el recurso a las alianzas extranjeras, sino en la fe en Yahvé.



El tercer periodo de la actividad de Isaías cubre una buena parte del reinado de Ezequías (716-687 a. C.), el rey anunciado y tal vez saludado con tantas esperanzas en Is 9,1-6, y que probablemente inspira también Is 11,1-9. Este rey, celoso de la libertad de su nación y de la pureza de la religión, solicita ayuda a Egipto para liberarse del peso de la "protección" asiria. Pero "Egipto no puede ayudar" (Is 30,5), y el resultado final será la pérdida de cuarenta y seis plazas fuertes de Judá y el pago de tributos a Senaquerib. A la sazón, se empieza a oír una voz profética nueva en la predicación de Miqueas, tal vez, discípulo de nuestro profeta. Si Jerusalén sitiada no llegó a caer en manos asirias, fue solamente porque en el último momento el asirio debió levantar el sitio para volver a resolver sus problemas internos.

Con la devastación y el sitio de Jerusalén la fe se tambalea y cobra auge la amenaza blasfema contra Yahvé: ¿Podrá Él conquistar Asiria y salvar a su pueblo? ¡Ay de aquellos que se esconden de Yahvé para disimular sus designios (29, 15). Dios ha encargado a Asiria ser la espada de castigo para Judá por sus pecados (10,6s) y cumplido su triste cometido, a su vez, será destruida por Dios (14,21-27). El espíritu religioso del pueblo de Dios está ahora tocado de extermino y muerte.

A estos acontecimientos, se refieren los textos (13-23 y 28-31), contra Egipto, inútil aliado, los textos contra Asiria (10,5-15), que ha sobrepasado los límites de la misión que el Señor le había asignado y los textos contra Jerusalén (en particular Is 22) irresponsable e incapaz de leer el sentido de los hechos ocurridos. En ello inciden los capítulos 36-39. A partir de este momento, la situación será cada vez más dura para Judá, hasta llegar a la sumisión en tiempos del rey Manasés. Pero entre tanto, Isaías habrá ya desaparecido de la escena.

La idea central de la predicación se halla en la “santidad” de Dios, que exige también una atmósfera de "santidad" en el pueblo elegido. Por eso, el título de "Santo de Israel” que enfáticamente da el profeta a Yahvé. Consagró toda su vida a esta misión de preparar al pueblo espiritualmente para que fuera "santo”, en consonancia con las exigencias de la "santidad" divina. De ahí que el evangelista hace decir: “Tú eres el santo de Dios” (Jn 6,69).



Estructura del libro.



El texto bíblico, compuesto de 66 capítulos, está dividido en tres grandes partes, siguiendo una opinión que se apoya en una larga tradición exegética y que, en la actualidad, es prácticamente unánime.



Primera parte: “Libro de los juicios de Dios” (1-39): 



- Oráculos sobre Judá y Jerusalén (1-12): “Libro de Emmanuel” (7-12).

- Oráculos contra las naciones (13-23): profecías apocalípticas contra Babilonia, Asiria y Egipto.

- Oráculos escatológicos (24-27): “El Apocalipsis de Isaías”. Un gran acontecimiento histórico en la perspectiva de un juicio universal, tras el inicio del Reino

- “Los seis ayes” (28-33): amenazas contra los pueblos y politicastros. Del 726-702 a.C.

- Lenguaje apocalíptico (34 y 35); la destrucción de los enemigos del pueblo de Dios.

- Apéndice histórico: invasión y derrota de Senaquerib. Vaticinio del destierro.



Segunda parte: “Libro de la consolación de Israel” (40-55): 



- Oráculos sobre la liberación de la esclavitud Babilónica (40-48). Una voz anuncia el regreso del exilio. 

- Oráculos sobre la liberación mesiánica (49-55). Se sigue celebrando el nuevo éxodo Babilónico.

- Inserta los cuatro poemas del Siervo de Yahvé por un redactor posterior, pero son de Isaías: 42, 1-7; 49, 1-9; 50, 4-11; 52, 13-53, 12; los cuatro poemas guardan entre sí una estrecha unidad. Interrumpen claramente el contexto de las profecías en que se insertan.



Tercera parte: Profecías, en parte, consolatorias y, en parte, admonitorias (56-66):



- Sobre la santidad de los miembros del nuevo reino. 

- El perdón está condicionado al arrepentimiento.

- La nueva Jerusalén centro de todas las gentes:

- Himno de acción de gracias por la misericordia del Señor.

- La suerte final de creyentes e infieles. Culto y sacerdocio del nuevo reino.