La familia y el Papa, Benedicto XVI

Autor: Camilo Valverde Mudarra

 

 

El Papa, en su, aún, corto Pontificado, ha dado ya suficientes muestras de su preocupación por el matrimonio y la familia. Ante el deterioro que sufre en la actualidad, él insiste con ahínco, que la familia es fragua y patrimonio de la humanidad: 

         "La familia, fundada en el matrimonio, constituye un patrimonio de la humanidad, una institución social fundamental; es la célula vital y el pilar de la sociedad y esto afecta tanto a creyentes como a no creyentes. Es una realidad por la que todos los Estados deben tener la máxima consideración, pues, como solía repetir Juan Pablo II, el futuro de la humanidad se fragua en la familia".

            "El futuro de la humanidad se fragua en la familia. Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia".

            "Todos los pueblos para dar un rostro verdaderamente humano a la sociedad no pueden ignorar el don precioso de la familia, fundada sobre el matrimonio. La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio para toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, es el fundamento de la familia, patrimonio y bien común de la humanidad. Así pues, la Iglesia no puede dejar de anunciar que, de acuerdo con los planes de Dios (Mt 19,3-9), el matrimonio y la familia son insustituibles y no admiten otras alternativas". 

         La familia, para el Papa, se entronca en la verdad del hombre y, de ahí, en la verdad de la historia de la salvación: 

         "La verdad del matrimonio y de la familia, que hunde sus raíces en la verdad del hombre, se ha hecho realidad en la historia de la salvación, en cuyo centro están las palabras ‘Dios ama a su pueblo’. En efecto, la revelación bíblica es, ante todo, expresión de una historia de amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres; por eso, la historia del amor y de la unión de un hombre y de una mujer en la alianza del matrimonio pudo ser asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación".

            "El matrimonio y la familia no son, en realidad, una construcción sociológica casual, fruto de situaciones históricas y económicas particulares. Al contrario, la cuestión de la correcta relación entre el hombre y la mujer, hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo a partir de ella puede encontrar su respuesta".           

En consonancia con su primera encíclica, la inserta en la verdad del amor: 

         "El matrimonio y la familia están arraigados en el núcleo más íntimo de la verdad sobre el hombre y su destino. La Sagrada Escritura revela que la vocación al amor forma parte de esa auténtica imagen de Dios que el Creador ha querido imprimir en su criatura, llamándola a hacerse semejante a El precisamente en la medida en que está abierta al amor".

            "La diferencia sexual que comporta el cuerpo del hombre y de la mujer no es, por tanto, un simple dato biológico, sino que reviste un significado mucho más profundo: expresa esa forma del amor con el que el hombre y la mujer se convierten en una sola carne, pueden realizar una auténtica comunión de personas abierta a la transmisión de la vida y cooperan de este modo con Dios en la procreación de nuevos seres humanos".

            "La respuesta de la Biblia es unitaria y consecuente: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama".  

         La fortaleza y magnitud del amor humano son expresión de la imagen cristiana de Dios y del hombre: 

         "A través del amor se expresa la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Es decir, se sirvió del camino del amor para revelar el misterio de su vida trinitaria. Además, la íntima relación que existe entre la imagen del Dios amor y el amor humano nos permite comprender que a la imagen del Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo. El matrimonio, basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano".

            "Este planteamiento nos permite superar también una concepción encerrada en el amor meramente privado, que hoy está tan difundida. El auténtico amor se transforma en una luz que guía toda la vida hacia la plenitud, generando una sociedad humanizada para el hombre".  

         Fundado en estas raíces el amor del hombre es un amor sano, fuerte, libre y maduro:

         "La fe y la ética cristiana no pretenden ahogar el amor, sino hacerlo sano, fuerte y realmente libre: precisamente este es el sentido de los diez mandamientos, que no son una serie de "no", sino un gran "sí" al amor y a la vida".

            "El amor humano necesita ser purificado, madurar y también ir más allá de sí mismo y poder llegar a ser plenamente humano para ser principio de una alegría verdadera y duradera".

            "El amor y la entrega total de los esposos, con sus notas peculiares de exclusividad, fidelidad, permanencia en el tiempo y apertura a la vida es el pilar de esta comunidad de vida y amor que es el matrimonio. Hoy es preciso anunciar con renovado entusiasmo que el Señor está siempre presente con su gracia. Este anunciado a menudo es desfigurado por falsas concepciones del matrimonio y de la familia que no respetan el proyecto originario de Dios. En este sentido, se han llegado a proponer nuevas formas de matrimonio, algunas de ellas desconocidas en las culturas de los pueblos, en las que se altera su naturaleza específica".

            "La encíclica Humanae vitae reafirma con claridad que la procreación humana debe ser siempre fruto del acto conyugal, en su doble significado de unión y de procreación. Lo exige la grandeza del amor conyugal según el proyecto divino, como recordé en la encíclica Deus caritas est: El ‘eros’ degradado a puro sexo se convierte en mercancía, en simple objeto que se puede comprar y vender; más aún, el mismo hombre se convierte en mercancía... En realidad, nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano".     

         Jesucristo lo encumbra tal amor al concederle la dignidad de sacramento: 

"Además, según la visión cristiana, el matrimonio, elevado por Cristo a la altísima dignidad de sacramento, confiere mayor esplendor y profundidad al vínculo conyugal y compromete con mayor fuerza a los esposos que, bendecidos por el Señor de la alianza, se prometen fidelidad hasta la muerte en el amor abierto a la vida".