Cartas Paulinas

Primera Carta de los Corintios.

Autor: Camilo Valverde Mudarra

 

 

INTRODUCCIÓN

 

            Las dos cartas a la comunidad cristiana de Corinto son dos escritos clásicos de circunstancias, para resolver problemas y situaciones concretas.

            San Pablo había llegado a Corinto, capital de la provincia romana de Acaya,  a primeros del 51 y, según el libro de los Hechos 18, 1-18, anunció allí el Evangelio durante año y medio dejando una comunidad cristiana numerosa y floreciente. Pero el ambiente de Corinto, propicio a todo tipo de excesos y desmanes iba a ocasionar muchas dificultades al desenvolvimiento de la joven comunidad. San Pablo, que se encuentra en Éfeso, se entera y comienza un conjunto de misivas, de las que nos han llegado dos.

            Por lo que las cartas, y en concreto la primera, tienen la estructura condicionada por las circunstancias que la motivaron. No hay un tema central, pero tampoco es anecdótica. A partir de lo circunstancial nos encara con los grandes principios cristianos. En concreto:

 

Ante la división creada en la comunidad

Proclama que existe una sola sabiduría: la de Dios.

Ante los desórdenes de tipo sexual

Proclama que todo bautizado es una nueva criatura y un templo de Dios

Ante el celibato y el matrimonio

Proclama que lo importante es aspirar a la santidad

En cuanto

.a las carnes sacrificadas a los ídolos, .asistencia a los banquetes y

.la multiplicidad de carismas

Proclama

.el deber de no escandalizar,

.el aprecio de lo que es útil a la comunidad y

.la primacía del amor

Ante la degeneración de las asambleas litúrgicas

Hace una catequesis sobre la Eucaristía, su institución y sus exigencias

Ante la resistencia a aceptar la resurrección de los muertos

Proclama la reflexión de la resurrección de Cristo y de los cristianos

 

            Conviene destacar, en esta introducción, la autenticidad paulina de esta carta que fue escrita en la primera mitad del año 56, probablemente en Éfeso. Presenta a un Pablo sereno y concentrado, y que escribe con un estilo sencillo, denso, irónico, tierno... y firme.

 

I. DIVISIONES EN LA IGLESIA DE CORINTO: 1Cor 1,10-4,21

 

            Introducción:

            Ante la división existente en la comunidad por seguir a distintos líderes o personajes, Pablo reacciona con firmeza y plantea: que Jesucristo es el único guía, el único maestro, la única fuente de sabiduría, el único Señor; y que todos los demás son servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.

            La fuerza de su argumentación radica en la "teología de la cruz". Así lo hace en esta carta, como lo hizo con las comunidades de Galacia o lo hará con los de Filipos. Porque Cristo ha querido salvar al hombre pasando por el trance de la cruz.

 

CAPITULO 1.-

            a) 1, 1-9: Saludo y acción de gracias. Comienzo habitual en S. Pablo.

            En el saludo, cargado de contenido teológico, reivindica su condición de apóstol con autoridad para proclamar el evangelio. Los destinatarios son los corintios: "a la iglesia de Dios que está en Corinto". Pero, se trata de la universal iglesia de Jesús y todo aquel "que, en cualquier tiempo y lugar, invoque el nombre de Jesús". Y, por último el vocablo, llamado, hace referencia a una vocación totalmente gratuita para ser santificados y santos. El cristiano es llamado a una santidad ontológica en virtud de la acción salvadora de Dios en Cristo.

            En la acción de gracias, destaca la palabra y el conocimiento como riqueza espiritual que Dios concede; usa el término carisma con el significado de gracia y constata la abundancia carismas, dones de que gozan los Corintios y, en fin, alude a la parusía.

            b) 1, 10-17: Llamada a la concordia. El primer problema, la división existente en la comunidad, es abordado con el elemento clave de su argumentación: la llamada "teología de la cruz". Quien excluya el sufrimiento y la humillación de la existencia cristiana no ha entendido nada de un Cristo que salva al hombre por dejarse ir al trance de la cruz.

            Y a la cuestión de las banderías, S. Pablo responde que no hay más que un maestro: Jesucristo; y una sola sabiduría: la de Dios que se ha manifestado en Cristo crucificado.

            c) 1, 18-31: Cristo crucificado, fuerza y sabiduría de Dios. El pasaje es la exposición sintética de la teología paulina de la cruz, que ve en Jesús crucificado la manifestación desconcertante, pero definitiva, de la fuerza salvadora de Dios. Aquí radica toda la realidad histórica del hombre. Los profetas de Israel habían puesto en evidencia la incapacidad de la sabiduría humana para salvar. Sólo salva la palabra de Dios; salva la misteriosa sabiduría de la cruz. La locura de la cruz hace presente toda la impotencia a la que Dios se ha entregado por amor y contradice radicalmente la aspiración del hombre a realizarse en la orgullosa autosuficiencia. Dios elige lo débil pues los proyectos de Dios, por incomprensibles que parezcan, no son los de los hombres, son siempre más sabios, más eficaces.

 

CAPITULO 2.-

            Comportamiento de S. Pablo en Corinto (2, 1-5). Tanto la vida de la comunidad de Corinto como el propio Pablo ofrecen argumentos para probar la validez de la Teología de la cruz. En la comunidad de Corinto no abundan los ricos, los poderosos, los intelectuales, los aristócratas. La mayoría son esclavos, trabajadores manuales, pequeños comerciantes, gente sencilla y pobre. Y Dios los ha llamado a la fe para que nadie pueda gloriarse delante de Dios.

            El proyecto salvífico de Dios es pura gracia, puro don inmerecido. Pablo proclamó el evangelio asustado y tembloroso, sin una filosofía cautivadora y, en Corinto, floreció una comunidad de creyentes, pues no cuenta el mensajero ni su habilidad, sino el contenido del mensaje y la fuerza sobrenatural del Espíritu Santo.

            La cruz de Cristo nos revela el rostro auténtico del hombre y el rostro auténtico de Dios. En la cruz, Dios se solidariza con los humillados, ofendidos, explotados, con los obreros del puerto de Corinto y con las pobres gentes quebrantadas por el hambre y maltratadas por la guerra y la injusticia de estos días.

            La verdadera sabiduría (2, 6-16). La teología de la cruz afirma que en Cristo paciente, crucificado y muerto radica la fuerza y la sabiduría de Dios, que los humanamente insignificantes han sido escogidos por Dios y que, en el ámbito cristiano se invierten los valores habitualmente estimados por el hombre. El apóstol se vuelve polémico con sus interlocutores de entonces y con los de todos los tiempos.

            El proceso dialéctico le obliga a cargar el acento sobre lo que tienen de negativo los intentos puramente humanos de salvación, para así resaltar, por contraste, la acción soberana de Dios.

            S. Pablo identifica el proceso personalizador de la sabiduría divina, iniciado en los libros sapienciales del A.T., con Cristo mismo en el misterio de la cruz.

 

CAPITULO 3.-

            3, 1-15: Inmadurez de los corintios. Todos somos servidores y colaboradores de Dios. El único importante es Cristo, declara contundente a los corintios cerrados al Espíritu y que no han comprendido la profunda y misteriosa sabiduría de Dios.

            En este contexto, S. Pablo ha acuñado las más hermosas imágenes sobre la iglesia a la que llama "campo que Dios cultiva, casa que Dios edifica" y, a la vez, habla de servicio, de colaboración, de tarea constructora del hombre y que "el fuego pondrá a prueba la obra de cada uno" con lo que se refiere al juicio final de Dios en el que se revelará el auténtico valor de cada cosa y de cada acción.

            3, 16-23: Templos de Dios y posesión de Cristo. El juicio de Dios revelará el valor y la dignidad de cada persona, del cristiano, que es, para S. Pablo, templo de Dios y morada del Espíritu. No renuncia el apóstol a la legítima sabiduría humana; de hecho, para él, la verdadera sabiduría es Cristo. Y Jesucristo, al encarnarse, hace suyos todos los valores humanos, para glorificar con ellos a Dios en el holocausto de la cruz.

 

CAPITULO 4.-

            4, 1-7: Pablo apela al juicio de Dios. Es ridículo y peligroso enfrentar a un apóstol con otro. El juicio definitivo sobre esos misterios y personas corresponde únicamente a Dios. Las críticas y autocríticas pueden ser válidas y convenientes, pero siempre son relativas. Sólo Dios es infalible. Los carismas son puro don, puro regalo.

            4, 8-21: Ironía y amor paternal de Pablo. Con ironía, en unas líneas patéticas y apasionadas, el apóstol reprocha a los corintios su orgullosa autosuficiencia a fin de que recapaciten y se recupere la unidad perdida. Y, si es preciso, actuará con dureza y severidad. Luego, deseando unas relaciones fraternas, su palabra se hace requerimiento amoroso, súplica paterna.

            Así pues, entre exigencia y amor, condescendencia y severidad, les suplica que sean sus imitadores. ¡Magnífico modelo para todos los anunciadores del evangelio en todo tiempo y lugar!

 

            II. DESORDENES EN LA IGLESIA DE CORINTO (5,1-6,20)

 

            Introducción:

            Los cristianos de Corinto no se estaban tomando en serio la vida cristiana. Tal vez más que en otras comunidades había sombras y pecados. Pablo enseña los grandes principios cristianos, válidos para todos lo tiempos. Aquí tenemos unos hechos concretos: unión marital con madrastra, los pleitos entre cristianos y el desenfreno sexual.

 

CAPITULO 5.-

            5, 1-13: Un caso grave de impureza. Este pasaje tiene gran importancia. El pecado de un cristiano, no es asunto privado, es cosa de toda la iglesia; la comunidad eclesial tiene la responsabilidad de urgir y confirmar por los sacramentos la santidad de sus miembros. Hoy, habría que recuperar el sentido eclesial del sacramento de la Penitencia.

            Y, en segundo lugar, el texto nos coloca ante problemas actuales de moral cristiana que obligan a pensar cómo los resolvería S. Pablo. En este asunto, una situación marital no conforme con las leyes de la Iglesia, actúa con firmeza y radicalidad. 

 

CAPITULO 6.-

            6, 1-11: Los pleitos entre hermanos. Los cristianos deben resolver sus cuestiones amigablemente entre ellos sin acudir a jueces paganos. Al llamar "injustos" a los tribunales civiles, no los acusa de  parcialidad e injusticia; el término, aquí, es sinónimo de "no creyentes". Este pasaje no ha de ser extrapolado de su contexto histórico.

            6, 12-20: Miembros de Cristo y templos del Espíritu. Los corintios pretendían convertir la libertad cristiana en patente de libertinaje por erróneas interpretaciones. Pablo había dicho "todo es vuestro", pero inmediatamente añade :"y vosotros sois de Cristo". La libertad cristiana tiene como límite al propio Cristo. El hombre, hoy y siempre, ha de comprender que el radicalismo de la libertad acaba en esclavitud.

            Es enormemente significativo el salto que da S. Pablo en este punto: de los "manjares y el estómago", pasa al "cuerpo". Aquí se encuentran los elementos germinales de toda una antropología cristiana. El cuerpo compendia la dignidad y posibilidades personales del hombre y, por tanto, no será destruido, el Señor lo resucitará glorioso e incorruptible. Por esto, afirma con sorprendente y atrevida expresión: "el Señor es para el cuerpo". Pone así en evidencia a los espiritualistas corintios y al radicalismo de todos los tiempos.

            A continuación, ilustra sobre una correcta valoración de la sexualidad. Es una importante dimensión de ese cuerpo que "es para el Señor", en la que el hombre se realiza como persona. Es encuentro, intercambio, entrega mutua y donación interpersonal. Subraya la bondad radical del cuerpo humano en la invitación de rendir culto a Dios "con vuestro cuerpo", es decir, con un compromiso de vida de entrega total.

 

            III. PROBLEMAS EN LA IGLESIA DE CORINTO (7,1-10,33)

 

            Introducción:

            La vida y grandeza de la comunidad de Corinto se encuentra también con sus miserias. Pablo afronta los problemas concretos (actitud del cristiano ante la alternativa virginidad o matrimonio y cómo comportarse en un banquete pagano con carnes sacrificadas a los falsos dioses), da soluciones y nos coloca ante una serie de principios y comportamientos cristianos válidos para todos los tiempos, a saber:

                        -el servicio a Dios y a los hermanos,

                        -la obligación de tender a la santidad en cualquier circunstancia,

                        -el deber de no poner en ocasión de pecado ni a otros ni a uno mismo,

                        -la primacía del amor por encima de cualquier otro valor.

 

            Según este capítulo, lo verdaderamente importante, es que cada uno se mantenga fiel al Señor, en el estado en que se encuentre. Tanto el matrimonio como el celibato por el Reino de Dios

 

CAPITULO 7.-

            7, 1-16: El matrimonio y la virginidad. Pablo y toda la comunidad estaban convencidos de estar viviendo los últimos días. Por lo que había que relativizar las realidades temporales transitorias y caducas, entre las que figuraba el matrimonio.

            El núcleo fundamental de todo este capítulo radica en la fidelidad al Señor en el estado en que se encuentre. Tanto el matrimonio como el celibato por el reino celestial son dones de Dios. No obstante, el apóstol entiende que, en pura lógica, el celibato es, en cierto sentido superior al matrimonio por cuanto anticipa la vida de resucitados y facilita el servicio eficaz a Dios y a los hermanos. Defender la prevalencia del celibato era algo revolucionario en el contexto de la ley mosaica para la que la fecundidad carnal era tal que la virginidad parecía inconcebible.

            En relación con la institución matrimonial S.Pablo reafirma la postura de Jesús según la cual el matrimonio, al menos como ideal a conseguir, ha de ser indisoluble. Pero, establece a renglón seguido una excepción a la indisolubilidad: el llamado "privilegio paulino", que presenta enormes perspectivas para la reflexión cristiana de muchas situaciones matrimoniales en la actualidad. Ello supone que el matrimonio como tal no es "absolutamente" indisoluble. Así, las palabras aplicadas a Jesús han de ser interpretadas en aquel contexto y no tan literalmente que no admitan excepciones.

            7, 17-24: No cambiar de estado sin motivo. S. Pablo, como Cristo, no es un revolucionario familiar o social. Ciertamente, el apóstol habla de la "locura de la cruz", lo mismo que Cristo propuso la "locura de las bienaventuranzas"; pero la revolución cristiana  no conlleva la demolición de la sociedad, es una revolución interior. Lo esencial sigue siendo la adhesión a Cristo. Finalmente, hay que decir que muchas libertades humanas son en realidad auténticas esclavitudes. Por ello, nos alerta: no os hagáis esclavos de hombres.

            7, 25-40: El caso de los solteros y las viudas. Vuelve ahora a insistir en el celibato. Y reitera la bondad de la virginidad por y para el reino, al dejar un espacio mayor para el amor y la adhesión a Cristo.

            Se le tilda de cierto antifeminismo. Pero, todo este capítulo muestra la rigurosa simetría con que trata las relaciones hombre-mujer.

 

CAPITULO 8.-

            8, 1-13: La carne sacrificada a los ídolos. Para los corintios era esta una cuestión de gran importancia. S. Pablo es claro: por un alimento no se es más grato a Dios. Ahora bien, si un cristiano hacía uso de tales carnes, podría servir de escándalo a los "débiles", los sencillos, los poco formados y dar la impresión de aceptar y compartir los cultos idolátricos. Lo mismo sucede hoy con los que militan en partidos de ideologías materialistas y contrarios a la fe. Tal vez, la clave de interpretación esté en entender la antítesis que establece S. Pablo entre conocimiento y amor.

            La Iglesia necesita siempre hombres capaces de amar por encima de todo.

 

CAPITULO 9.-

            9, 1-18: Renunciar a los propios derechos como Pablo. En este capítulo y en el siguiente, desciende a ejemplos y consideraciones concretas. S. Pablo afirma que es "libre", "fuerte", totalmente "formado en fe" y se considera plenamente apóstol, pues ha recibido de Cristo el encargo de evangelizar y, precisamente, ellos son su mejor testimonio. Por tanto, tiene y conoce sus derechos pero renuncia a ellos por poderosas razones y pide respeto para su decisión. Entre estos derechos estaba el de ser acompañado por una mujer hermana.

            En cuanto a la "obligación de evangelizar", una vez más, por encima de la libertad, pone el amor. El amor al Cristo que lo llamó en el camino de Damasco, este amor más fuerte que la muerte y capaz de hacer esclavos a los hombres más libres, es el que exige, empuja, obliga a nuestro apóstol a evangelizar. El "pobre de mí si no evangelizara" no expresa una amenaza externa, sino el grito interior de amor al evangelio de Cristo y a su difusión hasta los confines del mundo.

            9, 19-27: Al servicio de todos. S. Pablo ha regalado su libertad, ha puesto su libertad al servicio de los demás por la causa del evangelio, que es lo único absoluto. Se trata de que nada secundario impida la proclamación y acogida del mensaje. Y como está comprometido con lo que exige y promete su mensaje, espera participar en la salvación, del mismo modo que el púgil y el corredor en el estadio luchan por conquistar la recompensa. En el empeño cristiano, todos los que participan pueden ser vencedores.

 

CAPITULO 10.-

            10, 1-13: Ejemplo de la historia israelita. Si no les basta a los corintios su propio ejemplo, a fin de convencerlos de que hay que esforzarse para alcanzar la salvación, S. Pablo aporta otro de mayor categoría: el de la historia de Israel. Recuerda que la estructura histórica de la salvación es algo esencial en el plan de Dios. Contando con el pasado, se ha de afrontar el futuro y para ello, contamos con la promesa de la asistencia divina. La comparación con los tiempos del éxodo, le lleva a expresar que el haber recibido el mismo Bautismo y la misma Eucaristía puede que no sea suficiente para alcanzar la salvación. No bastan los ritos. Se requiere agradar a Dios, se precisa el espíritu.

            10, 14-22: Repulsa de la idolatría. Vuelve a tratar sobre la carne sacrificada a los ídolos, desde un nueva perspectiva. Afirma tajantemente que el cristiano no puede participar en banquetes rituales, ello significaría aceptar la idolatría.

            Subraya aquí el excepcional y grandioso misterio de la Eucaristía como vínculo de unión de los cristianos con Cristo y de todos los cristianos entre sí. Si participamos de ese único pan, todos formamos un solo cuerpo.

            10, 23-11,1: Buscar el provecho del prójimo. Negando toda importancia a los ídolos, S.Pablo mantiene el ideal de la libertad y rechaza una interpretación individualista de la libertad cristiana. Y por encima de la libertad está el amor al prójimo y la solidaridad comunitaria. La ley suprema del amor exige que no seamos obstáculo para la gloria de Dios ni para la salvación de los hermanos.

 

            IV. PROBLEMAS EN LAS ASAMBLEAS LITÚRGICAS (11,2-14,39)

 

            Introducción: 

            La reunión fraternal para celebrar la cena del Señor y para profundizar en el conocimiento del mensaje evangélico era un momento clave en la primitiva vida cristiana. Pero en Corinto tales asambleas fueron perdiendo espíritu evangélico. Era preciso recuperar el genuino sentido cristiano y para ello Pablo ofrece:

            - Una espléndida catequesis sobre el hecho, sentido y exigencias de la Eucaristía (1Cor 11,23-29)

            - Sobre el recto uso de los carismas que han de contribuir a la unidad (1Cor 12,1-30)

            - De manera especial sobre el carisma supremo, que es el amor cristiano (1Cor 12,31-13,13)

CAPITULO 11.-

            11, 2-16: El velo de las mujeres. Este argumento de relativa importancia hay que leerlo dentro de su contexto socio-cultural y de su formación exegética en las escuelas rabínicas. De todos modos S. Pablo quiere indicar que el cristianismo no es patente de libertinaje y evitar que la mujer pierda su propia dignidad.

            11, 17-34: La celebración de la cena eucarística. En las asambleas litúrgicas, precedidas de una comida fraternal, se violaba insolidariamente la fraternidad cristiana. Les recrimina este comportamiento tan anticristiano con toda energía. Para esto, la mejor requisitoria es recordarles la institución de la Eucaristía cuyo relato es el más antiguo en la tradición literaria del N. T.

 

                                          DIMENSIONES DE LA EUCARISTÍA EN PABLO

DIMENSIONES

SIGNIFICADO

Dimensión cristológica

Afirmación de la presencia real del Señor resucitado en el misterio del pan y del vino consagrados

Dimensión pascual

Actualización sacramental del misterio de la muerte y resurrección de Jesús

Dimensión escatológica

La Eucaristía es signo y anticipo de la definitiva paz y unidad que tendrá lugar cuando se consume la historia de la salvación

Dimensión eclesial

La Eucaristía es:                 Pero los corintios..."antieucaristías"

.Participar todos del mismo pan     <cada uno come de lo suyo

.Compartir todos la misma mesa    <cada uno a su mesa particular

.Sentarse todos al lado de todos     <los pobres son discriminados

Dimensión ético-moral

Compromiso serio y permanente con el Señor y con los hermanos

 

CAPITULO 12.-

             12, 1-11: Los dones del Espíritu. Diversidad de dones, un solo Espíritu. Este y lo dos capítulos siguientes los dedica S. Pablo a los carismas.

            Carisma es una palabra cristiana y concretamente paulina. Etimológicamente procede de la raíz jaris = gracia y del sufijo ma que implica la idea de manifestación, acción. Así pues, carisma significa la actividad divina, en concreto, la acción del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia. Son ciertos dones especiales concedidos por el Espíritu de Dios a determinadas personas o grupos en provecho de los hombres. Las primeras comunidades cristianas parece que gozaron de esta especial atención del Espíritu y particularmente la de Corinto. Así se desprende de estos tres capítulos en que enumera distintas clases de carismas como la profecía o el lenguaje misterioso.

            12, 12-31: Diversidad de miembros pero un solo cuerpo. Los carismáticos crearon problemas al creerse libres y desligados de la comunidad. Y S. Pablo, afirmando claramente la conveniencia-necesidad del pluralismo carismático, con el ejemplo del cuerpo humano, presenta a la Iglesia como el cuerpo de Cristo. Es necesaria una pluralidad diversificada: varios miembros que se necesitan y se subvienen entre sí. En el origen del pluralismo carismático, está el Espíritu, garantía de participación y corresponsabilidad contra la dispersión y disgregación. Y concluye insinuando que no todos los carismas son iguales. Existe una jerarquía entre ellos, pero todos son funcionales y relativos, menos uno, único y excepcional: el ejercicio de la caridad.

 

CAPITULO 13.-

            13, 1-13: El canto al amor.

             Es el "himno al amor", singular página paulina que alguien ha llamado el Cantar de los Cantares de la Nueva Alianza. Sólo hay un carisma absoluto: el amor

            Su mensaje se hace aquí imperecedero y atemporal porque es eterno. No es el amor pagano -el eros o la filia- con su carga de instintos carnales y de intereses materiales. Es el amor cristiano -el ágape- que ha sido derramado por el Espíritu en nuestros corazones (Rom 5, 5). Amor que se dirige a la vez a Dios y a los hombres, hermanos. Amor que es el motor de la tarea apostólica de Pablo. Sin amor, ningún carisma vale; hasta las mejores cosas se reducen a la nada: el conocimiento, la limosna, o la misma fe, desconectados del amor, se reducen a la nada. El amor es el manantial de todos los bienes. Quince cualidades del verdadero amor: siete en formulación positiva y ocho en negativa enumera S. Pablo, sencillas y cotidianas, al alcance de todos. Pero ser fieles a este amor supone un comportamiento heroico.

            El amor es ya aquí y ahora lo que será eternamente (1Cor 13,8-13). Este amor permanece para siempre, no cambia jamás; sólo el amor, que es capaz de transformarlo todo, de cambiarlo todo, no cambiará. El amor no cesa nunca, permanece siempre. Es eterno.

 

CAPITULO 14.-

            14, 1,25: Los carismas deben ser útiles a la comunidad. Relativiza los carismas más apreciados por los corintios como la glosolalia y les critica la concepción individualista y también la idea esotérica de la religión cristiana que tienen. Hay que salvar al hombre en su terreno, el de lo sencillo y lo cotidiano.

            14, 26-40: Normas prácticas para el buen orden en la asamblea. En las asambleas litúrgicas, es aconsejable una participación amplia y sin restricciones, dentro de un orden, para el provecho y crecimiento espiritual de la comunidad. La riqueza carismática hace imprescindibles unas reglas.    De su discurso afloran una serie de principios que constituyen el núcleo de su mensaje y que tienen validez permanente:

            1) Los carismas son algo bueno. 2) El auténtico carisma ha de contribuir a la unidad. 3) El bien de la comunidad es la norma básica para el recto uso de los carismas. 4) Resalta la figura del cristiano que interviene en un clima de serenidad, que habla el tiempo justo y que está siempre dispuesto a interrumpir su intervención si así lo requiere el orden de la asamblea.  5) El apostolado se enumera como el primero de los carismas.

 

            V. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS (15,1-58)

 

            Introducción:

            En un primer momento de la carta, san Pablo proclamaba como gran verdad que la sabiduría eterna y salvadora de Dios ha tomado carne en Cristo. Fija luego la atención en Cristo crucificado. La "teología de la cruz" ocupará el centro. Pero la verdad total y definitiva es que este Cristo muerto en la cruz, ha resucitado y ahora arrastra tras de sí a toda la humanidad solidaria con él.

            Pero en la comunidad de Corinto hay quienes ponen en duda la resurrección de los muertos. Sí aceptaban la supervivencia del espíritu, pero no admitían la recuperación de la parte corporal del hombre que era la cárcel del espíritu en la filosofía platónica, entonces de moda. Estaba devaluada la dimensión corporal del hombre en el plano de la salvación y por eso dedica Pablo esta catequesis en la que argumenta así: La verdad incuestionable de la resurrección personal de Cristo aporta como algo absolutamente evidente que también nosotros resucitaremos. Que lo haremos con un cuerpo espiritual, incorruptible e inmortal. Y que esta resurrección alcanzará, por lo menos, a todos los que el día de su gloriosa manifestación pertenezcan a Cristo.

 

CAPITULO 15.-

            15, 1-11: Jesucristo ha resucitado. Comienza S.Pablo recordándoles, como acontecimiento medular, el hecho de la resurrección. Esta afirmación es un especie de primitiva confesión de fe con la que quiere poner de relieve que su testimonio personal concuerda con la tradición apostólica.

            La fórmula paulina se estructura en tres tiempos: a) afirmación del hecho (muerte/resurrección); b) comprobación experimental del mismo (sepultura/apariciones); y c) testimonio de la S. Escritura (Is 53, 8-9; Os 6, 2).

            Son acontecimientos salvíficos previstos por los anuncios proféticos del A. Testamento.

            Pablo ha vivido la experiencia de la resurrección, de un Jesús que sigue vivo después de la muerte. El resucitado se ha hecho presente con toda su gloria en la vida de estos hombres y como tal se ha convertido en objeto de predicación y de fe. Por tanto, al hablar de la resurrección de Jesús, es preciso distinguir entre hecho "real" y hecho "histórico", entendiendo este último como aquel del que cualquier persona eventualmente presente puede dar un testimonio fidedigno. La resurrección de Cristo es un hecho real, y al mismo tiempo sobrenatural y metahistórico, algo que desborda nuestras categorías humanas de tiempo y espacio para entrar en la órbita de la fe. Hecho que ocurrió y que sigue ocurriendo, y que sigue siendo capaz de convertir en hombres nuevos a cuantos lo acepten por la fe.

            Los creyentes de todos los tiempos deben confrontar críticamente su vida con el pasado de la tradición evangélica.

            15. 12-34: También nosotros resucitaremos. De la resurrección de Cristo, se impone casi de modo evidente la resurrección de los creyentes. No es posible desvincular la resurrección de Cristo de la resurrección de los cristianos. Y si hay razones poderosas en favor de una, las hay también en favor de la otra. Más aún: Si Jesús no hubiese resucitado serían fatales las consecuencias:

            -No tendría sentido la predicación ni la aceptación del evangelio.

            -Estaríamos hundidos bajo nuestros pecados.

            -No habría esperanza para los muertos ni ilusión para los vivos.

            Pero no: ¡Cristo ha resucitado como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte! Ha resucitado el primero en sentido cronológico y como principio activo de la resurrección de los demás, pues ha sido constituido principio de la nueva humanidad, en solidaridad.

            Cristo ha sido constituido por Dios principio de la nueva humanidad a la que arrastra tras sus huellas. Este razonamiento es definitivo en la teología de S. Pablo.

            15, 35-53: Naturaleza de los cuerpos resucitados. Aborda aquí el modo de la resurrección de los muertos. Su afirmación básica es que serán objeto de una profundísima transformación. No se da una simple continuidad del cuerpo terrestre. El cuerpo resucitado tendrá unas características netamente distintas. Para explicar la antítesis -cuerpo animal/cuerpo espiritual-, inspirándose en la teología rabínica, acude a la imagen del primer y segundo Adán. Y pasa casi instintivamente a hablar de hombre animal/espiritual. De alguna manera, "este cuerpo" representa a la entera persona humana que será el sujeto de la resurrección futura.

La naturaleza íntima de esta profundísima transformación intuida por Pablo la barrunta por medio de imágenes. Es significativa la comparación del grano que brota y la planta que crece. Hay en ello un proceso de muerte, la muerte de la semilla, para se levante la planta. Se produce, pues, una ruptura dramática y una nueva creación por parte de Dios.

Concluye el apóstol subrayando que la futura resurrección es un don inmerecido.

            15, 54-58: Acción de gracias por la victoria final. Lo decisivo, lo verdaderamente importante es la victoria total y definitiva sobre la muerte. No es el cómo ni el cuándo lo que interesa, sino el hecho. (En cuanto al modo, parece que se refiere sólo a los justos y el momento, a la parusía). El acontecimiento es de tal calibre que S. Pablo estalla en un himno a la victoria de Cristo y de los cristianos sobre la  muerte; canto  de triunfo que lleva una acción de gracias y una llamada a la fidelidad y al esfuerzo, y, sobre todo, a la esperanza.

           

            CONCLUSIÓN (16, 1-24)

            Colecta en favor de la iglesia de Jerusalén (16, 1-4) y planes de viaje (16, 5-9).

 

CAPITULO 16.-

             La carta termina con los habituales avisos, recomendaciones, noticias, exhortaciones y saludos.

            Tenemos aquí, en el versículo 2, el testimonio más antiguo de la celebración comunitaria cristiana del domingo. Debió ser una trascendental decisión la sustitución del sacratísimo sábado judío por el domingo cristiano.

            En el apartado de saludos, contiene dos expresiones singulares. La primera es anatema que se traduce por "sea maldito". Era el que había sido excluido de la comunidad o caía en maldición divina. La otra, es Marana tha = el señor viene. Es la constatación de la fuerte tensión escatológica en que vivían.

     La frase final es impresionante y conmovedora: Os amo a todos en Cristo Jesús. El AMOR, en S. Pablo, siempre el amor, el amor por encima de todo. El amor y Cristo Jesús como única y suprema explicación y garantía de ese amor.