San Pablo

II Efesios

Autor: Camilo Valverde Mudarra

 

 

Éfeso, ciudad asentada en la costa occidental del Asia Menor, era, a la sazón, la capital de la provincia romana de Asia. La prosperidad de su puerto, con un tránsito naviero internacional y una gran importancia por su número de habitantes la convertían en una urbe activa y muy floreciente en tiempos de San Pablo. Su famoso templo, en honor de la diosa Artemisa, considerado como la séptima maravilla del mundo, la constituía en centro de peregrinación de toda Asia.

La comunidad cristiana existente en Éfeso fue fundada por San Pablo (He 18,19ss; 19,1.8ss), quien predicó y llevó allí su actividad apostólica durante varios años, no menos de tres. En ese periodo y en ese lugar, redactó las cartas a los Corintios y, probablemente, también las que escribió a los Filipenses y a su amigo, Filemón.

 

I. Estructura y contenido

 

Tras el habitual saludo (1,1s), la carta se desarrolla en dos partes.

 

1ª. La dogmático-doctrinal (caps. 1-3) comienza con un himno de alabanza: eulogía (1,3-14), por el plan divino de la salvación. Las características más destacadas de este magnífico himno son las siguientes:

 

     a. Presenta al Dios Peculiar de los cristianos, afirmando que es el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Un Dios que bendice al hombre en Cristo: bendiciones y gracias que Dios concede por su Hijo y de modo inseparable a Él que es la cabeza del Cuerpo. Son bendiciones espirituales que surgen como consecuencia de la presencia operante del Espíritu.

    b. El pensamiento de la elección (v.4) hace referencia a la Iglesia como el pueblo elegido, es la atmósfera sagrada en la que vive el creyente. Quien vive en esa ambiente sagrado ha de esforzarse por acomodar su conducta y modo de vida en consonancia con tal sacralidad.

    c. El pensamiento de la predestinación (v. 5) no es entendido de forma determinista, que prive de la libertad al individuo. La Iglesia como la única familia de Dios, el templo del Señor; los creyentes se adhieren a ella libremente y en ella se convierten en hijos adoptivos de Dios por medio de su Hijo: hijos gracias al Hijo. Los creyentes son constituidos en Iglesia.

    d. La Iglesia como pueblo de Dios (vv. 7-9) se encuentra indicada por medio de los tres siguientes términos particularmente significativos: la redención o rescate de otros amos, a los que antes se pertenecía; el perdón de los pecados o el nuevo estado que, de la lejanía, pasa a la proximidad con Dios; la sangre, que es sinónimo de la vida.

     e. Esta realidad fue proyectada desde siempre. Con la llegada del Mesías, se realizaría en su plenitud, por ser la personificación de todas las bendiciones divinas (vv. 9s).

     f. La participación en la herencia de Dios (vv 11-14). Para la concepción judía, la idea de la herencia evocaba necesariamente la tierra prometida. Con el tiempo, esto se convirtió en el símbolo del reino de Dios: «heredarán la tierra (Mt 5,4). La herencia es un concepto similar al reino de Dios, la vida, la gloria, la adopción filial por ser hijos de Dios.

   g. La síntesis del himno (vv. 13s) recoge estos pensamientos: los creyentes están sellados: el bautismo los «marca» como propiedad de Dios; y viven bajo la acción del Espíritu, que es la garantía de la posesión definitiva.

 

            Después del himno, se halla una acción de gracias: eucaristía (1,15-23). Acción de agradecimiento que surge espontáneamente ante la contemplación del proyecto eterno de Dios plasmado en la Iglesia. Se destaca el conocimiento especial que se requiere para la comprensión de la realidad descrita: es el conocimiento procedente de la fe, no del estudio o de la investigación.

 

     a. Este conocimiento se centra en la esperanza de su llamada (v. 18): Esperanza que nace de la fe y conduce al terreno del que llama y que es fiel a su palabra. Fiel y poderoso para cumplirla. Así lo demuestra la resurrección de Cristo (vv. 19-22). Esta omnipotencia de Dios impera y nada pueden los «seres intermedios», en los que se creía en el entorno cultural de la carta. Jesucristo, con todo su poder: todas las cosas han sido puestas bajo sus pies, ha sido erigido en la Iglesia como su cabeza. Por tanto, puede realizar el plan de Dios sobre ella.

    Todo el himno es una glorificación de Cristo como el único Señor. (El paralelismo con el himno de Colosenses no puede ser más claro.)

      b. El hecho de Cristo, el acontecimiento salvífico, viene a tener unas consecuencias decisivas para los creyentes: han pasado de «estar muertos» a «poseer la vida» (2,1-10). San Pablo recuerda el estado anterior a la gracia o fuera de ella. Es la realidad real y profunda del «pecado original», no heredado por cauces biológicos; se refiere al estado de pecado en que vive el hombre o, como también se ha dicho, del pecado estructural.

     c. Antes de la gracia y fuera de ella, el hombre está envuelto por una atmósfera de pecado. De acuerdo con la mentalidad de la época, este ámbito de pecado era traído e impulsado por los «dominadores del aire» (2,1ss). Los habitantes de este mundo son llamados «hijos rebeldes», desobedientes a Dios. La labor del hombre ha de consistir en ir liberándose de su rebeldía hasta llegar a alcanzar la libertad de los hijos de Dios. Sólo así el hombre alcanza su ser plenamente: en la huida del mundo del pecado en un éxodo permanente hacia el orbe de la gracia, para llegar a ser criaturas nuevas (vv. 8-10)

    d. Sigue una exposición sobre la esencia de la Iglesia, considerada el centro de toda una gran unidad, constituida también por los gentiles (2,11-22), por todos los hombres.

 

            San Pablo ha sido el encargado de dar a conocer este misterio (3,1-3). Esta primera parte termina con una acción de gracias.

 

2ª. La segunda, la parte parenético-moral (Caps. 4-6), es más extensa incluso que la primera. El Apóstol se refiere a la unidad del Espíritu y a la diversidad de dones (4,1-16); a dejar el hombre viejo atorado en el pecado y a venir al hombre nuevo, el renacido a la justicia y santidad (4,17-24).

    a. El hombre viejo es un concepto de rico sentido, adquisición del Apóstol. Indica el hombre que sigue viviendo en el «pecado original» o «estructural», que no ha entrado en los espacios de la gracia, que no ha aceptado la oferta de vida hecha por Dios en Cristo, un hombre entregado a sus deseos y doblegado por sus apetencias naturales.

    b. El hombre nuevo es el hombre «espiritual», el que se ha abierto a la acción del Espíritu, el que ha seguido la voz de la llamada y experimentado un nuevo nacimiento, el que ha descubierto la atmósfera de la gracia y vive generosamente en ella. El hombre nuevo vive la ética que surge de la fe, que es la única duradera y estable. Cualquier otra, nacida de estructuralismos o convencionalismos humanos, «se adapta» fácilmente a las situaciones nuevas, siendo devorada por ellos.

     A continuación, expone la excelencia de la caridad y las normas de conducta digna propia del cristiano (4,24-5,2); la contraposición entre la impureza pagana y la luz cristiana (5,3-14); la embriaguez de la carne y del Espíritu (5,15-20) y determinados consejos familiares (5,21-6,9). De entre los mandatos reguladores de la vida matrimonial, siempre se ha destacado, para acusar a San Pablo de antifeminista, el de la sumisión de la mujer al marido. Precisamente, a este respecto, ha de tenerse en cuenta lo siguiente (5,21ss):

            I. Pablo no puede cambiar la estructura social en que vive, pero, si se reflexiona, se comprende que establece los principios para lograrlo: la igualdad de la mujer y del hombre (Gál 3,28).

            II. La sumisión debe hacerse en el temor de Cristo, es decir, es imitación del Señor, que se hizo siervo de todos (Jn 13,14; Mt 10,24s; Fip 2,5-11).

            III. La sumisión de las mujeres a sus maridos debe fundarse en le orden divino. Se trata de una sumisión análoga a la de la Iglesia con Cristo, como esposo suyo. Y esto significa que cuando el marido se convierte de salvador en tirano, la mujer no tiene por qué seguirlo y andarle sometida.

            Más que antifeminista, Pablo es un feminista «reprimido» por las circunstancias histórico-sociales en que le tocó vivir.

 

     3. La carta termina indicando, al cristiano, las armas necesarias para entablar el combate espiritual (6,10-22). En la carta se dan ánimos para la lucha con un doble fundamento: el cristiano dispone de la armadura de Dios. Además, entre él y Dios no hay otros dioses: los principados, potestades, espíritus del mal... no son «demonios» invencibles ni seres intermedios superiores. Todos los poderes que se opongan al creyente son fuerzas creadas, contra las que se puede luchar y que se pueden vencer.

     A nivel de principios, las exigencias morales se sustentan en las motivaciones siguientes: la pertenencia de los cristianos a la Iglesia, es decir, su inserción en el cuerpo de Cristo; el cristiano tiende al cielo, y ese destino determinada su existencia (2,sss); las buenas obras exigidas fueron previamente preparadas por Dios (2,10).

 

II. Imagen «curiosa» del mundo

 

      El Apóstol, dejando la imagen tradicional que nos ofrece la Biblia sobre el mundo como un edificio en tres plantas: el cielo, la tierra y el abismo, esta carta sólo conoce dos: la tierra y el cielo. Este comprende diversas zonas o pisos:

 

    l. En el espacio inferior se halla el diablo con sus satélites (2,2; 4,9s), y como los hombres intentan elevarse hasta el cielo sufren los ataques e influencia de estos poderes.

   2. En el cielo superior viven Dios y Cristo, que es la cabeza de la Iglesia 11,21-23).

   3. Los cristianos, en cuanto hombres que viven «en Cristo», escapan a la influencia de los poderes aéreos y se encuentran ya en el cielo (2,3-7).

   4. El «cuerpo de Cristo» se extiende desde la cabeza, que está ya en el cielo superior, hasta la tierra; y los cristianos, integrados en dicho cuerpo, se hallan sometidos todavía a los ataques de los «poderes», pero viven con la certeza de su victoria (6,10ss).

      Esta representación nueva del mundo dividido en estadios proviene de la influencia de la gnosis.

 

III. Aspectos teológicos

 

     La carta a los Efesios es un precioso documento teológico sobre la Iglesia. Merecen especial atención los aspectos siguientes:

 

     l. La palabra Eclesia no se refiere a las comunidades locales, sino a la Iglesia Universal. En su especificación y descripción, emplea estas metáforas: el cuerpo de Cristo (1,22; 4,15s); la plenitud desbordante de Cristo (1,23; 4,15s); familia de Dios y edificio, cuyo fundamento son los apóstoles y profetas, y cuya piedra angular es Cristo (2,20-22), lugar de la habitación de Cristo y que Él llena con la plenitud de Dios (3,17-19).

      Las mismas imágenes destacan la unidad fundamental de los creyentes, en su procedencia universal. Cristo es el autor de esta realidad única: mediante su cruz, superó las distancias y enemistades, realizó la reconciliación y estableció la paz (2,14-18).

     El Apóstol se alegra y se manifiesta lleno de admiración y complacencia por haber sido llamado y elegido para anunciar el designio recóndito de Dios, que se reveló en Cristo: él ha sido el anunciador del evangelio a los gentiles y ha defendido con ahínco su plena integración en el nuevo pueblo de Dios.

 

     2. La idea de la salvación, el acontecimiento de Cristo, se halla siempre vinculado a la Iglesia, que es la comunidad salvadora de los miembros congregados. La carta destaca que la Iglesia es instrumento de Cristo en su tarea salvífica sobre la creación. La verdadera redención del universo se realiza por Cristo a través de la Iglesia (Rom 8,19-21).

 

     3. Concede una función esencial a lo «tradicional» y «jerárquico»; los apóstoles y profetas son los receptores de la revelación de Dios (3,5); la Iglesia tiene un poder de mediación-comunicación de la sabiduría divina frente a los poderes cósmicos (3,10). Estas dos dimensiones configuran el verdadero rostro de la Iglesia y vienen expresadas en una sola palabra: la Iglesia es la Plenitud (de Cristo), su pleroma. La palabra tiene un doble sentido: designa algo que ha sido llenado (la Iglesia se ha llenado de Cristo, de su misterio salvador) y algo que, a su vez, llena (la Iglesia es el instrumento, la fuente energética, que por medio de Cristo va «llenando» el Cosmos de sus dones salvadores).

     Partiendo de este pleroma se ha de entender el concepto llamado la eclesiología estructural de la carta: la Iglesia, lo «tradicional», la realidad misteriosa del cuerpo de Cristo, es trascendente y no puede fallar. Lo «jerárquico» o el «ensamblaje de la construcción del edificio» (2,21) puede verse condicionado o disminido en las distintas comunidades eclesiales. Sin duda, hay que saber armonizar las tensiones entre las distintas comunidades eclesiales y la Iglesia. La Iglesia, en cuanto tal, nunca podrá perder la plenitud, el pleroma; las comunidades, en sí, pueden verse «desprovistas» o quedar vacías.

 

4. No existe duda alguna sobre la influencia gnóstica en la representación del acontecimiento cristiano: la dimensión cósmica de Cristo (4, 10), quien, en cuanto hombre celeste, comprehende,  «abarca» a los suyos (2,15; 4,13) introduciéndolos en su cuerpo (4,7-11; 2,4ss). Este enfoque particular de Efesios sobre la Iglesia procede de su concepción que tiene de Jesucristo: Jesús «recapitula» (1,10) todas las cosas; esto significa que es el Centro de gravitación de la historia; no es sólo la cabeza, en el sentido ya explicado. Cristo es el Núcleo, todas las cosas se mueven a su alrededor, todo lo dirige y todo le está sometido (1,20-22). Una vez que fue superada la fase de humillación, ha logrado alcanzar la cumbre más alta de los cielos (4, 10).

 

    5. En consecuencia, los aspectos históricos del Acontecimiento Salvífico se convierten en secundarios, así como la teología de la cruz y la escatología futurista. Son aspectos que aparecen incluidos y sublimados por esta nueva presentación tanto de Cristo como de su Cuerpo.

 

    6. La visión de la antropologia, representa también un giro importante: aunque el hombre aún soporta el debate de este mundo y se ve enfrentado a la nociva influencia de los «poderes», al vivir ya «en Cristo» su victoria está asegurada y conseguida (6,10ss), al haber luchado el cristiano provisto y ceñido con la armadura de Dios. Es la teología moral de la «milicia cristiana». Necesita las armas que emplea Yahvé, aquellas que ya indica el Antiguo Testamento: la justicia, la santidad, la salvación... (Is 11,4s; 59,16-18; Sap 5,17-23).

 

IV.- Paternidad paulina

 

            A pesar de la poca importancia que tiene en sí misma, esta cuestión parece exigir una cierta reflexión por los nuevos aspectos que posiblemente aporte para entender mejor un escrito tan valioso.

            Esta epístola suscita algunos interrogantes y dudas. Extraña que San Pablo escriba una carta completamente aséptica a los Efesios, sin referencia alguna personal, sin mencionar circunstancias y problemas y sin alusión alguna a su prolongada estancia en aquella comunidad. No se explica, como parece,  que el autor desconozca los destinatarios de su escrito (3,2).

            Agravan las anteriores razones, el lenguaje y el estilo, que difieren profundamente del resto del epistolario paulino; se han señalado hasta 90 palabras que no aparecen en las cartas estrictamente paulinas y 39 hapaxlegómena (palabras que no aparecen en el NT); la sugerencia de los apóstoles y profetas como fundamento de la Iglesia (2,20) no encaja en el concepto paulino de Cristo como fundamento de la misma (1Cor 3,11)

            Tratando de resolver estas cuestiones, se han aportado dos hipótesis posibles:

 

    1ª. La carta no fue escrita a los cristianos de Éfeso. Esta argumentación se basa en que la expresión «en Éfeso» (1,1) no figura en los manuscritos más antiguos: p 46; B 424 y 1739.

    2ª.  Se apunta que esta es una carta circular, una especie de encíclica, a la que se le habría antepuesto un destino concreto, por ejemplo, «en Éfeso», a la hora ser entregada en una dirección, en este caso, una determinada comunidad cristiana.

 

            Estas dos hipótesis mencionadas no resuelven el asunto. Pues, aunque es un tanto imprecisa, se trata de una verdadera carta, de un verdadero tratado en forma de carta; no se ha encontrado ni un solo ejemplar de esta carta con unos destinatarios distintos; y, finalmente, el que no aparezca el destino en algunos manuscritos, que no expresan «en Éfeso», se explica fácilmente: serían ejemplares destinados a ser leídos en las asambleas litúrgicas o incluso, a nivel puramente privado, en cuyo caso dicha expresión carecería de sentido.

            La dificultad se plantea, sobre todo, desde la relación entre Efesios y Colosenses. En ambas existen pensamientos comunes, como la presentación cósmica del hecho cristiano, que abarca el mundo y sus «poderes» (1,9; 3,3s.9ss; Col 1,26s; 2,2; 4,3); la reconciliación de todas las cosas por la muerte de Cristo (1,7. 10; Col 1,20) y su triunfo sobre todos los poderes antidivinos (1,21s; Col 2,15); Cristo considerado como la paz entre los hombres y Dios, en quien han sido superados todos los muros de separación (2,14; Col 1,20); la tesis paulina de la Iglesia, como cuerpo de Cristo, se desarrolla en ambas con la idea de la cabeza, principio vital del cuerpo, a partir de la cual nacen y crecen los miembros del Cuerpo (1,22; 4,15; Col 1,18; 2,10).

       En las dos existen pasajes comunes: coinciden en la presentación de Pablo y en los títulos dados a los destinatarios (Ef 1,1; 6,21s; Col 1,1; 4,7s: Pablo se presenta como apóstol que escribe a los «santos y fieles»; de lo demás les informará Tíquico). Es sorprendente que ambas envíen el mismo informador; ello denota una dependencia directa; lo mismo apunta la expresión común, y poco frecuente, del «conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual» (1,15s; Col 1,4.9). Resultan llamativas estas otras expresiones comunes: «liberación y perdón de los pecados», «reconciliación de todas las cosas» (1,7.20;Col 1,14.20); la designación del «plan secreto de Dios» que es encomendado a Pablo para darlo a conocer.

            Curiosamente, de los 115 versículos de efesios se consideran paralelos de Colosenses unos 73. La tercera parte de los términos de Colosenses se encuentran en Efesios. Los vocablos: «cabeza, cuerpo, plenitud, misterio», se repiten con el mismo significado.    

            En definitiva, se debe concluir lo siguiente:

 

     1ª. Es evidente una interdependencia entre las dos epístolas.

     2ª. La carta a los Efesios es un tratado posterior que desarrolla abstracta y dogmáticamente la de Colosenses, que, a su vez, indica y recoge unos problemas, situaciones y circunstancias concretas.

     3ª. Los argumentos en contra de la paternidad paulina de Efesios son mucho más consistentes que los aducidos en relación a Colosenses.

 

            Es este, pues, un escrito pseudoepigráfico posterior a la carta a Colosenses. El autor es un discípulo de Pablo, que conoce muy bien la teología paulina, como lo indica: 1°, la doctrina sobre la justificación (2,1-10), aunque se halle expuesta desde una óptica distinta a la polémica con los judaizantes; y 2°, recoge el tema de Cristo como Nuevo Adán (1 Cor 15,45ss; Rom 5,12ss). En nuestra carta, el Nuevo Adán es descrito como «el hombre (ánthropos) celeste». Esta  idea, también en Efesios, viene expresamente relacionado con la eclesiología.