Los desechados

III. La Esclavitud

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Jesucristo, esclavo  

         Jesucristo, teniéndolo todo, se liberó de todo y se hizo esclavo, revistiéndose de la depravada naturaleza humana: 

"Jesucristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos" (Flp 2,6-7). 

         Vino a servirnos a todos, a morir por todos, a ser nuestro servidor (diakonos), nuestro esclavo (doulos). Siendo el primero, se hizo el último, se postró ante sus discípulos y les lavó los pies, haciendo el oficio de los esclavos (Jn 15,1-l0). Hasta fue vendido como un esclavo, por treinta monedas (Mt 26,15).

 

Servidores, no servidos 

         Jesucristo, por un lado, prohíbe que nadie sea superior a nadie, que nadie sea esclavo de nadie, lo que supone la abolición de la esclavitud; y, por otro, exige que sus seguidores sean servidores, esclavos unos de otros: 

"Los jefes de las naciones, las tiranizan y los grandes las oprimen con su poder. Entre vosotros no debe ser así. Si alguno de vosotros quiere ser grande, que sea vuestro servidor y el que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos" (Mt 20,25-28). 

         Los dirigentes están para servir y no para ser servidos, como Jesucristo. No pocas veces se da la sensación de que no están para servir, sino para ser servidos; de que ellos se creen los dueños y señores de la parcela de la Iglesia a la que han sido enviados y a los que hay que servir y reverenciar. El dirigente tiene obligación de servir a los dirigidos, de ser mandado por los dirigidos. Y tiene que servirles en lo que deben y quieren ser servidos y no en lo que él, revestido de paternalismo, quiere servirlos.

 

La Iglesia, en servicio 

         No sólo los dirigentes, sino también todos los cristianos estamos para servir. La Iglesia de Jesucristo es una comunidad de esclavos, de personas comprometidas en el servicio a los demás hasta la misma muerte, si llega el caso. Eso es lo que significan estas dos frases, pronunciadas por Jesucristo en la última cena: 1ª) "Haced vosotros lo mismo" (Jn13,15), es decir, lavaos los pies unos a otros, sed esclavos unos de otros, como yo lo soy de todos. 2ª) "Haced esto en memoria mía" (Lc 22,19), es decir, acordándoos de mí, estad dispuestos incluso a dar la vida unos por otros tal y como yo lo voy a hacer.

Y todo esto, como fruto del mandamiento del amor, la más poderosa fuerza esclavizadora. Un cristiano es un "esclavo de la justicia" (Rom 6,1) y del amor: "Servíos unos a otros por amor" (Gal 5,13). Y ello, por ser esclavos de Dios" (Rom 6,22). Ser esclavos de Dios nos obliga a ser esclavos de los hombres.

 

La igualdad. San Pablo 

         San Pablo, en este asunto, se muestra titubeante, por no decir contradictorio. Proclama, de manera rotunda, la igualdad: 

"Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gál 3,28). "No hay distinción entre griego y judío, circunciso o incircunciso, extranjero o ignorante, esclavo o libre, sino que Jesucristo es todo en todos"(Col 3,11). 

         En estos textos queda abolida, no sólo la esclavitud, sino toda desigualdad social de los seres humanos. Todos somos radicalmente iguales; queda, pues, condenada toda discriminación por motivos le raza, de cultura, de sexo o de condición social.

         San Pablo afirma incluso que la esclavitud es contraria al evangelio: 

"La llamada del Señor hace libre al esclavo y esclavo de Jesucristo al libre. A gran precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres" (1Cor 7,22). 

         El evangelio exige un cambio substancial en las relaciones sociales: el esclavo se hace libre en Cristo y el libre se hace esclavo también en Cristo, los dos se han hecho una misma cosa en Cristo. Deben, por tanto, sentirse hermanos y comportarse mutuamente como tales. Jesucristo ha hecho libre al hombre para que sea libre (Gal 5,1). La libertad no se puede hipotecar por nada de este mundo; nadie puede convertirse en esclavo por intereses humanos, porque esa esclavitud es el polo opuesto a la esclavitud cristiana, predicada por Jesucristo, y hecha por amor y como servicio a los demás, de la que luego hablaremos. 

 

La desigualdad 

         Sin embargo, Pablo no fue consecuente con estos principios. Antes al contrario, admite, como cosa natural, el hecho social de la esclavitud: 

         "¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes, aunque, si tienes ocasión de conseguir la libertad, debes aprovecharla" (1Cor 7,21). "Esclavos, obedeced a vuestros amos..., no sólo cuando os ven, sino de todo corazón...Amos, practicad la justicia y la equidad con vuestros esclavos" (Col 3,22-4,1). "Los que se encuentran bajo el yugo de la esclavitud, que miren a sus propios amos, como dignos de todo respeto" (1Tim 6,1). "Los esclavos se muestren sumisos en todo a sus amos..., que sean modelo de fidelidad perfecta" ( Tit 2,9-l0). 

         San Pablo no invita a la rebelión, sino a la sumisión. ¿Cómo se explica que Pablo, defensor acérrimo de la libertad, no lo sea de la emancipación de los esclavos?