Los desechados

II. La Esclavitud

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Funciones  

         El esclavo tenía que estar "con los ojos fijos en su señor y la esclava con los ojos fijos en su señora" (Sal 122,2), dispuestos a acatar su voluntad y a ocuparse de los menesteres que quisieran imponerles uno y otra. Estos menesteres eran, naturalmente, los más duros, bajos y humillantes. Uno de ellos era descalzar y lavar los pies a los señores (1Sam 25,41).

Esta era la razón por la que Pedro se negaba a que Jesucristo le lavara los pies (Jn 13,6-7). San Juan Bautista se tenía, ante Jesucristo, por menos que un esclavo, pues no se consideraba digno de desatarle el cordón de las sandalias (Mt 3,11). 

La fuga 

         Después del derecho a la vida y a la subsistencia, el derecho primero y más preciado es el derecho a la libertad. Por eso el esclavo, igual que el preso, con relativa frecuencia, si puede, se fuga (Si 33,33). Es más, en ciertos supuestos, tiene incluso la obligación de fugarse (Vg. el esclavo a perpetuidad y el preso condenado a muerte o a cadena perpetua), aunque sea a costa de exponer la propia vida, pues la libertad vale más que todo el oro del mundo, Non bene pro toto libertas venditur auro, dice  Horacio. Esta es la doctrina de Don Quijote de la Mancha, "el valeroso desfacedor de agravios y sinrazones, báculo y consuelo de todos los desdichados" que dio la libertad a una cuerda de presos que se encontró por el camino: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres" ( I,19).

         La sabiduría popular dice muy bien que "más vale morir con honra, que vivir con vilipendio". En Israel, parece que era frecuente la fuga de los esclavos (1San 25,l0); una fuga que estaba en cierto modo amparada por la ley humanitaria al respecto: "Si un esclavo se escapa y se refugia en tu casa, no lo entregarás a su amo. Se quedará contigo, entre los tuyos, en el lugar que él elija y en la ciudad que más le guste, no le molestarás" (Dt 25,16-17).

         El derecho de asilo era sagrado en Israel, en contraposición a las leyes más duras de Mesopotamia que castigaban con la pena de muerte, o con penas pecuniarias, a cuantos los acogieron y no los delataron.

         A un fugitivo, que pide asilo, hay que abrirle, no sólo las puertas de la casa, sino las puertas del corazón y acogerlo, como un miembro más de la familia, y nunca entregarlo a la justicia. La vida de una persona, en la que siempre hay que ver a un semejante y la imagen de Dios, está muy por encima de las leyes penales.

La manumisión 

         La esclavitud en Israel nunca era a perpetuidad, salvo en el caso en que el esclavo se encontrara tan a gusto con su amo que quisiera quedarse para siempre con él (Dt 15,l0-17;Ex 21,5-6).

         La manumisión se conseguía por varios motivos: Por expresa voluntad del amo, algo que podía acontecer en cualquier momento. El esclavo podía también liberarse a sí mismo, comprar su libertad, pagando, bien personalmente, bien por alguno de sus parientes, la deuda que tenía contraída con su amo (Lev 25,48-55). Un delito contra un esclavo conllevaba la libertad del esclavo: si el amo maltrata al esclavo y le salta un ojo o le rompe un diente, está obligado a darle la libertad en compensación del ojo saltado o del diente roto (Ex 21,26-27). La liberación de la esclavitud de Egipto había que reactivarla y vivirla de manera permanente. Esto suponía que cada siete años (el año sabático) y cada cincuenta años (el año jubilar) había que conceder la libertad a los esclavos: 

"Si un hermano tuyo, hebreo o hebrea, se vende a ti, te servirá seis años. El séptimo le dejarás en libertad" (Dt 15,12; Ex 21,2). "Declararás santo el año cincuenta y proclamarás la liberación de todos los habitantes de la tierra" (Lev 25,l0).

         Esto significa también que a medida que el año sabático o el año jubilar estuviera más cerca, la libertad costaba menos.

         Esta liberación había que hacerla de buen grado: "No te pese darle la libertad" (Dt 15,18). Y esto por dos razones: "Porque sus seis años de servicio te han valido ya el doble del salario del jornalero" (Dt 15,18). Y, "porque debes recordar que tú fuiste esclavo en Egipto y que el Señor, tu Dios, te dio la libertad" (Dt 15,15).

         Tampoco se podía despedir al esclavo "con las manos vacías" (Dt 15,13); el amo tenía que indemnizarlo por los servicios prestados "con algo de su ganado, de su era y de su lagar", aunque fuera "a título de regalo" (Dt 15,l4). Lo poco, que se le daba, no era como un derecho, sino como un don, lo que venía a equivaler al despido libre.

         La doble legislación, del año sabático y del año jubilar, significa que ese debe ser el ideal de una sociedad querida por Dios, en la que debe imperar la igualdad de todos los ciudadanos, sin clases diferenciantes, en la que todos los hombres y mujeres gocen de todas las libertades públicas y privadas y en la que esté asegurado para todos el ejercicio de los derechos fundamentales. Por tanto, el tiempo máximo, que podía durar la esclavitud, era seis años, pues el séptimo tenía que "quedar libre sin pagar nada" (Ex 31,2). Había, sin embargo, una excepción: el de las esclavas concubinas que lo eran a perpetuidad, una discriminación más en perjuicio de las mujeres.

         El rey Sedecías proclamó por decreto, y, tal vez, únicamente por fines militares, una manumisión general de todos los esclavos, sin hacer diferencia alguna al año sabático o al año jubilar. La manumisión se llevó a efecto, pero bien pronto "se cambió de parecer y volvieron a tomar a los esclavos que habían dejado en libertad y los sometieron de nuevo a esclavitud" (Jer 34,12-22). Nehemías, ante la injusta situación, en que se encontraba el pueblo, promulgó una amnistía general, en la que todas las deudas quedaban condonadas y en la que se llevaba a cabo la emancipación de todos los esclavos. Así tenía que ser en una sociedad igualitaria (Neh 5,1-13).