Evangelio de San Mateo

Enseñanzas de Jesucristo sobre la vida cotidiana

Autor: Camilo Valverde Mudarra  

 

 

San Mateo y San Marcos sitúan la actividad y las enseñanzas de Jesús en la región de Judea. Tras la instruirlos sobre algunos aspectos de la vida comunitaria, las palabras del Maestro se centran en la vida cotidiana: los niños, el uso de los bienes y la renuncia. Mateo, aun siguiendo el esquema de Marcos que modifica en algunos detalles, añade otras cuestiones de su cuenta Su intención es, como siempre, hacer viva la palabra de Jesús para su comuni­dad.

 

19,13-15: Jesús bendice a los niños (Mt; Mc 10 13-16; Lc 18 15-17)

 

“Entonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y orase”. Jesús ha argumentado ya sobre los niños poniéndolos como modelo para los discípulos (Mt 18,6-14). La acogida que les dispensa contrasta con la minusvaloración que se les daba en la antigüedad.

            En esta escena se describe de nuevo un gesto simbólico que pretende resaltar la precedencia que tienen en el reino los que se humillan y se hacen como ellos. Quiere enseñarles la consideración y el puesto que han de ocupar los niños, los pequeños, los excluidos en la comunidad cristiana. Los gestos de «presentar», «imponer las manos» y «orar», tienen un significado litúrgico de acogida.

            Es probable que, recordando la cercanía de Jesús a los niños, la comunidad se sintiera invitada a acoger ella misma en su seno a los niños, a pesar de que su adhesión a Jesús no pueda ser todavía plena. Como Jesús, las comunidades cristianas son invitadas a acoger en su seno a los niños.

 

19,16-30 El joven rico.

 

            Posiblemente, el presente relato es, entre los textos evangélicos, uno de los que más han influido en la historia del cristianismo. Distintos pensadores en diferentes épocas han aportado diversas explicaciones por los caminos de la interpretación.

            Las palabras de Jesús al joven rico han inspirado formas radicales de seguimiento (recuérdese, por ejemplo, cómo San Francisco de Asís entregó todos sus bienes a los pobres), y, al mismo tiempo, han justificado comportamientos elitistas: la perfección es sólo para unos pocos.

     Se entrelazan diversos temas: la búsqueda de la vida eterna, las exigencias del seguimiento, el peligro de las riquezas... La triple escena: dos respuestas a la invitación de Jesús: la del joven que no fue capaz de dar el último paso (Mt 19,16-22), y la de los discípulos, que lo han dejado todo por seguir a Jesús (Mt 19,27-30). En el centro, un diálogo de Jesús con los discípulos sobre el peligro que suponen las riquezas para acoger el reino de Dios (Mt 19,23-29). Entre ambos se encuentra un dialogo con los discípulos, en el que dicho seguimiento aparece como un don de Dios (Mt 19,11.26).

El encuentro de Jesús con el joven rico aclara la meta del seguimiento. El fondo ejemplificador del texto conduce a reflexionar sobre el hecho de que las exigencias que Jesús propone no están reservadas a unos pocos. Todos los discípulos están llamados a la perfección: vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es (justo) perfecto (Mt 5, 48), y a tener un tesoro en el cielo (Mt 19,21; 6,20; 13,44).

     Para la comunidad de Mateo, este joven, observante de la ley, representa a los judíos que se acercan a Jesús. Para seguirlo es necesario cumplir la Ley de Moisés, pero esto no es suficiente. Es preciso dar un paso más. Hay que despojarse de todo, dárselo a los pobres y, completamente libres, emprender el seguimiento, para estar y tener sólo a Jesucristo como valor absoluto. No es posible servir a dos señores (Mt 6,24). No bastan las buenas intenciones; hay que tomar una decisión que lleva consigo un cambio radical.

La aspiración de este joven es adquirir la vida eterna. Jesús le hace una propuesta más dinámica: si quieres entrar en la vida, y lo va guiando en esta búsqueda. El primer paso consiste en cumplir los mandamientos, cosa que el joven ha hecho. El segundo paso consiste en venderlo todo, dárselo a los pobres y seguir al Maestro en el círculo de los íntimos. El hecho de venderlo todo para dárselo a los pobres posee una connotación que fácilmente se nos escapa hoy. En tiempos de Jesús las propiedades no pertenecían a los individuos, sino a la familia. Si uno quería renunciar a sus bienes, lo normal era que se los diera a sus familiares.

Esto significa que en las palabras de Jesús va implícita una exigencia de romper con la propia familia, algo que Jesús pedía a sus discípulos (véase Mt 4,18-22; 8,21-22 dejándolo todo; donde reclinar, los muertos a los muertos). La respuesta del joven ante estas exigencias es negativa: son más poderosas sus muchas riquezas y la seguridad del grupo familiar, que el deseo de alcanzar la Vida.

 

La renuncia:

 

La instrucción de Jesús se centra ahora en las renuncias que lleva consigo el discipulado.

 

“Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo: ‘Nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido’ ¿Qué nos espera? Jesús les dijo: ‘Os aseguro que… todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mi causa, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna (Mt 19,16-30).

 

            23-26: El segundo cuadro del díptico se refiere a las dificultades que entrañan las riquezas para el discípulo. La imagen del camello y la aguja es una exageración oriental, que trata de mostrar la imposibilidad de romper con el prestigio y el poder que dan las riquezas. Renunciar a ellas es una conquista prácticamente imposible para los hombres, pero no para Dios. Como en el caso del matrimonio y el celibato, la realización concreta del seguimiento aparece como un don de Dios (Mt 19,11.26).

 

            27-30 Premio a la pobreza. La pregunta de Pedro introduce el tercer cuadro del tríptico. Los discípulos cumplen los dos requisitos que Jesús ha puesto al joven rico: lo han dejado todo y lo han seguido; por eso su recompensa será precisamente lo que él buscaba: la vida eterna. El abandono de la familia y de los bienes era una de las exigencias del seguimiento cercano de Jesús (véase Mt 4,18-22). Este abandono se convertía a veces en ruptura, y tenía consecuencias muy negativas para los discípulos (véase Mt 8,18-22 y a 10,34-39).

            Se advierte que el tema de la recompensa se ha ido ampliando progresivamente en la tradición. La promesa de Jesús de encontrar una nueva familia a cambio de la que los discípulos han dejado, había sido ampliada en la tradición con una recompensa en el más allá: la vida eterna. Mateo añade una nueva promesa, que tiene un tinte mucho más escatológico: el privilegio de juzgar a Israel al final de los tiempos.

     No se trata sólo de renunciar a los bienes, sino de dejarlo todo, para seguir a Jesús.

            La enseñanza de Jesús a los discípulos (Mt 19,23-26) explica la reacción del joven rico. Las riquezas son un obstáculo muy grande para ser discípulo, porque el hombre acaba apegándose a ellas. Es una inclinación natural. Renunciar a ellas es una conquista prácticamente imposible para los hom­bres, pero no para Dios.

       La pregunta de Pedro introduce el ejemplo positivo. Los discípulos lo han dejado todo para seguir a Jesucristo y su recom­pensa será precisamente lo que buscaba el joven rico: la Vida Eterna. Este es el modelo que han de seguir los cristianos. A los ojos del mundo serán los últimos, los pobres; los deshereda­dos, pero a los ojos de Dios serán los primeros; y cuando el reino se manifieste en toda su plenitud, serán ellos quienes juzguen a Israel.

 

20,1-16: Los trabajadores de la viña. (Mt 21,28-33; 6,3; Tob 5,15; Lc 19,13; Dt 24;15).

 

            Por eso con el reino de los cielos sucede lo que con el dueño de una finca que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña. Después de contratar a los obreros por un denario al día… Al atardecer, el dueño dijo a su administrador: “Llama a los obreros y págales”.

            San Mateo inserta esta parábola, para completar la enseñanza anterior sobre la recompensa de seguir a Jesús. Lo más llamativo de la parábola para los oyentes de Jesús es que el patrón tenga un trato de favor con los trabajadores de la última hora, lo cual provoca en sus compañeros la envidia La sorpresa de los oyentes de Jesús no tiene su origen en un sentido de la equidad tal como hoy la entendemos. Lo que sorprende a los trabajadores de la primera hora (sus clientes habituales) es que los favorecidos sean los últimos.

            Probablemente, esta parábola respondía a las criticas que le hacían sus adversarios por su cercanía a los pecadores (los obreros de la última hora). Jesús explica su comportamiento remitiéndose a la misericordia del Padre. Dios -viene a decir Jesús- es un patrón que se comporta de forma muy distinta a como lo hacen los propietarios que vosotros conocéis, pues su generosidad rompe las leyes de la correspondencia entre patrón y cliente. El comportamiento de Jesús, que acoge a los pecadores y a los marginados, manifiesta que la oferta de gracia que Dios hace a través de Él es puro don.

La entrada de los paganos en la Iglesia extrañaba. Algunos cristianos de origen judío no podían entender que los gentiles y paganos, venidos más tarde, tuvieran en la Iglesia la misma situación que ellos. La parábola muestra que se trata de un don, un regalo inmerecido y es igual para todos. La frase final: los últimos serán los primeros, y los primeros últimos, es la expresión de este cambio de situación que trae consigo la llegada del reino bajo el patronazgo de Dios.

 

20,17-19 Tercer anuncio de la pasión.

 

El tercer anuncio de la pasión es más extenso y explícito que los anteriores. Esquema muy detallado de lo que después encontraremos narrado en el relato de la pasión (Mt 26,57-27,31). Con este anuncio, el evangelio queda definitivamente orientado hacia la pascua de Jesús.

 

20,20-28 Los puestos de honor.

 

            La petición contrasta con el anuncio de la pasión y de la curación de los dos ciegos, que en cierto modo representan a Santiago y Juan, incapaces de entender el camino que Jesús les propone (Mt 20,29-34). Jesús acaba de anunciar su pasión, y sus discípulos sólo piensan en prebendas y dignidades. Aún no han comprendido que el reino anunciado por Jesús no sigue los esquemas humanos (Mt 16,23).

            La respuesta de Jesús les remite al anuncio de su pasión y les muestra que lo importante en el reino no es tener un puesto de honor, sino seguirle a él en su camino de entrega y servicio, asociarse a la pasión, como el único medio para ser fieles discípulos

 

24-28: La actitud de los demás discípulos refleja que tampoco ellos han entendido lo que quiere decirles Jesús. La comparación con los gobernantes advierte plásticamente sobre los peligros del poder y de dominio; profunda inversión de esquemas: el grande es el que sirve, y el primero es el que se hace esclavo de todos. Sus discípulos deben tener siempre la mirada fija en la cruz. Allí es donde Jesús ha ejercido el auténtico servicio con la entrega de su propia vida. Estas palabras de Jesús recuerdan el cuarto cántico del siervo sufriente (Is 53), cuya vocación redentora encarnó de manera plena Jesús en la cruz.

 

20,29-34 Dos ciegos recobran la vista

 

El relato es como conclusión de la instrucción a los discípulos sobre el seguimiento de Jesús en el camino de la cruz.

Los dos ciegos representan a los discípulos que reconocen a Jesús como Mesías y Señor, pero aún no han comprendido toda su enseñanza. Son dos, como los hijos de Zebedeo; no piden un puesto importante, sino que se acercan con fe a Jesús, para pedirle que les abra los ojos, para comprender y asumir el camino que Él les propone. Se han dado cuenta de que los esfuerzos humanos para asumir este camino son inútiles y que sólo pueden suplicar para que Él les conceda este don.

El cambio que se produce en los dos ciegos es el que debe producirse en los discípulos que se acercan a Jesús con fe. Al principio estaban fuera del camino y eran incapaces de ver-comprender. Pero el encuentro con Jesús les abre los ojos, les da una luz nueva para comprender, para incorporarse al camino y seguir a Jesús, por el camino del servicio y de la entrega.