El lavatorio de los pies: Jn 13,1-20

Autor: Camilo Valverde Mudarra

 

 

Introducción.

 

            Es enormemente curioso y sorprendente, para el lector corriente, que esta perícopa del lavatorio de los pies aparezca en el capítulo 13 mientras se celebra la última cena, que, en su lugar, no figure la institución de la Eucaristía, que no lo cuenten los sinópticos y, sobre todo, que venga introducido por el pequeño “prólogo” que ocupa los tres primeros versículos.

            Tras un largo párrafo de proposiciones subordinadas introducidas con un gerundio, viene la principal coordinada: “se levantó” “dejó” y “se lo ciñó”. ¿Significa esto que todo el periodo subordinativo viene a ser la causa de que Jesús se levante y lave los pies a sus discípulos?

            Jesucristo ve que ha llegado la “hora”, que se acerca el momento supremo de su vida, la Pasión; que había amado y amaba a los suyos hasta el extremo, al summum, los suyos de este mundo no los del otro; que el diablo había metido la traición en Judas; que el Padre le había entregado toda la creación para llevarla a la plenitud y que “de Dios salió y a Dios iba”. Estas seis razones parecen demasiado transcendentes para dar como resultado el lavatorio de Jesús. O, por el contrario, como Simón Pedro y los demás discípulos no comprendemos el significado de este acto servil de Cristo. Y, por eso, les pregunta si lo han entendido y dice, nos dice contundente: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Cuando Dios es hombre y se pone al servicio del hombre, en Jesús, Siervo Doliente, Dios se manifiesta con amor sin limite, que impele al hombre en su existencia. Jesús es la presencia de Dios entre los hombres.  

            El 4º ev. es cristológico. Destaca la grandeza de Cristo, su poder sobre la creación, su glorificación con la gloria de la oblación de sí mismo en su muerte y resurrección, su presciencia y, en fin, su amor insospechado a los hombres. El autor, antes de narrar la humillación de Cristo en su pasión y en la cruz, quiere que los discípulos, purificados en y por Él, aprendan la lección de la humildad y de la caridad. El lavatorio de los pies tiene una significación moral; se refiere a la limpieza que tienen todos sus discípulos, menos Judas, que había dejado emponzoñar su corazón; y es un ejemplo de humildad y servicio porque este hecho era realizado por los sirvientes a los señores e invitados de la casa. El rito en sí no tiene mayor importancia, pero Cristo con él, vino a enseñar a todos que el cristianismo es el amor y la comprensión mutua; que el instalarse en los cargos y jerarquías, en la comodidad y el orgullo es lo opuesto a su enseñanza, así no se tiene parte con Él, así no se ha entendido nada de su obra y su palabra. Para ser digno de Cristo no hay más que un camino, tener humildad y caridad con el prójimo. El servicio, la pobreza y la entrega caracterizó toda la vida de Jesús. Estas son las credenciales y atributos del reino que vino a establecer. Cambiar el mundo, transformarlo, siguiendo el ejemplo del Maestro para implantar y recibir Su Reino era y sigue siendo la misión de la Iglesia.

            El Mandamiento nuevo es la mayor herencia y la última recomendación de Jesús a los discípulos a punto ya de pasar consciente y voluntariamente de este mundo al Padre. El amor a los demás, un amor corporativo, total y vivo que impele hasta dar la vida por los hombres hermanos como S. Pablo, S. Juan de Dios, Teresa de Calcuta…será el distintivo, el emblema de los cristianos. Pero, desgraciadamente, a muchos se nos ha caído en el vaivén de estos últimos diecisiete siglos o nos lo ha arrebatado el bienestar institucional y el hombre del siglo veintiuno nos mira de reojo y con desdén porque no se nos ve, no nos distingue nuestro mejor signo y señal: “El que conoce mis mandatos y los guarda, ese me ama y al que me ama lo amará mi Padre y yo lo amaré y me manifestaré a él”  (Jn 14,21).

            Este relato aleccionador y profundo del lavatorio de los pies tiene la fuerza y el poder de resaltar y enfocar el génesis, la esencia y el corazón mismo del cristianismo.

                                              

 

ANÁLISIS DE TEXTO  Jn 13, 1-20

 

 

1. Dos relatos en este texto: Jn 13, 1-11 y 13,12-20.

 

            Del lavatorio de los pies existieron dos versiones distintas: Jn 13,6-11 y 13,12-20; de modo que pueden leerse de forma seguida 13, 1-11, el relato A, y pasar inmediatamente a 13,21, omitiendo 13,12-20, el relato B, y luego hacer lo mismo con el otro relato. En ambos casos, la lectura tiene sentido y no le falta coherencia.

            S. Juan antes de narrar la humillación de Cristo en su pasión y muerte, antepone un pequeño “prólogo” en el que destaca la grandeza de Cristo; cómo Él es el único consciente de todos los pasos que da; cómo va libremente a la muerte; cómo tiene el dominio sobre todas las cosas y cómo, por amor a Dios y a los hombres, salió de Dios y vuelve así triunfante por su muerte redentora, a Dios.

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Prólogo 13, 1: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”

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                        Texto A:13,2-11                                                         Texto B: 13,12-20    

 

 

            Y durante la cena, cuando ya el diablo había                                      “Después de lavarles los pies, tomó sus vestidos, se metido en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón,                              puso de nuevo a la mesa y les dijo: ‘¿Entendéis lo que os he

la traición, sabiendo Jesús que el Padre le había                                   hecho? Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís

entregado…                                                                                          bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, ….

                                                              

…Por eso dijo: ‘No todos estáis limpios”                                            …y el que me recibe, recibe al que me envió”.

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2. Característica común

 

            Los dos textos tienen una característica común: los dos son un hecho salvífico.

            Para el primero, el relato A, el lavatorio es un hecho único, irrepetible e inimitable. Así se deduce del propio contexto. Es algo que tiene que hacer y solo hace Jesús.

            Mientras que en el relato B, el lavatorio es un hecho múltiple, repetible e imitable. Es algo que tienen que hacer los discípulos.

            El relato A simboliza el hecho salvífico, algo que únicamente Jesús puede y tiene que hacer: Le dice a Pedro: si no te lavo; no le dice: “si no te dejas lavar”. El relato B es la aplicación del hecho salvífico por los discípulos y entre ellos.

            El texto A presenta la salud como obra de Jesús: El que se ha bañado…; y vosotros estáis limpios (13,10). Es un relato estrictamente cristológico-soteriológico. Y el B la presenta como la acción de los discípulos: seréis dichosos si lo ponéis en práctica (13,17). Así pues, este segundo texto es estrictamente eclesiológico-pastoral.

 

3. La misma tradición

 

            Se afirma que el texto procede de la tradición joánica. El P. Braun parte del kerigma joánico, la predicación de Juan el Zebedeo, y añade que es preciso afirmar la existencia de un “secretario” que lo puso por escrito. De modo que la distinción entre el “autor espiritual” y el “evangelista redactor” es un buen asidero para la interpretación. Sin embargo, conviene asentar que la función del evangelista redactor no puede limitarse  a la de ser un mero secretario.

            El evangelista ha admitido no sólo la tradición sobre los hechos de Jesús, que procedía de la “escuela” de Juan, sino que, además, la ha interpretado en un nuevo lenguaje. Esto es, el evangelista redactor ha sido, por un lado, transmisor de la tradición y predicación del Apóstol (de Juan el Zebedeo), y, por otro, teólogo y predicador para unos lectores determinados.

            Los indicios descubiertos mediante el análisis interno del texto hacen pensar en un transmisor de la tradición de primera categoría; las incongruencias e imprecisiones llevan a un proceso largo de la tradición; y, finalmente, las tendencias teológicas e histórico-culturales hacen referencia a la interpretación del Apóstol y a la formulación teológica del redactor.

            Hay que contar con una dirección o escuela teológica, a la que se debe también la última redacción. A veces, resultará difícil, incluso imposible, saber distinguir entre lo que pertenece a la tradición y lo que es propio de la redacción.   

 

4. El relato Jn 13,1-11 es un signo

 

            Según el relato A, el lavatorio es un signo que apunta hacia una realidad que no se percibe inmediatamente por los sentidos, está más allá del hecho visible: Pedro no entiende ni puede entender hasta después de la Pascua.

            El lavatorio es purificación. Hace evocar inevitablemente el pensamiento del bautismo cristiano. Ahora bien, recibir las aguas bautismales indica llegar a una estrecha participación en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Con lo que el lavatorio simboliza toda la misión de Jesús: la entrega de su vida; no sólo el acto caritativo prestado a los demás, sino el servicio supremo que realiza el siervo de Dios por excelencia en favor de los hombres. De modo que gracias a este infinito servicio de Jesús, los hombres pasan a formar parte con Él en la filiación divina y en la herencia prometida; son, pues, hermanos y coherederos del reino.

            El lavatorio que Jesús hace, tiene, como todo signo, una carga semántica. Aquí se puede afirmar su significado moral pues se refiere a la limpieza espiritual que hay en todos sus discípulos, menos en Judas que rompe con el Maestro y, traicionándolo, se desentiende definitivamente de la Luz, cierra las puertas a la influencia de la gracia y el demonio entra en él.

 

5. El otro texto: Jn 13,12-20 es un ejemplo

 

            Según el relato B, el lavatorio es un ejemplo que, desde el principio todos entienden lo que significa. El Maestro explica sus actos sobre lo que acaba de hacer con la finalidad de darles un ejemplo que sus discípulos deben imitar: unos han de servir siempre a los otros, siguiendo el ejemplo de Jesús, que siendo el primero y el Señor se hizo esclavo y servidor de todos.

            Jesús se propone dar a sus discípulos un ejemplo de humildad y de caridad. Lavar los pies a los invitados era oficio de los siervos. Indica que para ser dignos de Jesucristo hay que llenarse el alma de profunda humildad y viva caridad con el prójimo.

            Jesús se presenta aquí un consumado profesor. Quiere que sus discípulos aprendan bien la lección, y, porque “verba volant, exempla trahunt”, realiza ante sus ojos el hecho, con lo que concluye con toda lógica: veis lo que he hecho, pues exactamente igual hacedlo vosotros. Cristo quiere enseñar en el lavatorio el amor y la comprensión mutua.

            La enseñanza es magnífica, pero, en muchas ocasiones, hemos visto que los cristianos, como los malos alumnos, han oído la explicación en la escuela  y cuando han salido por la puerta ya se les ha olvidado. A cuántos, de altas y de bajas jerarquías, había que zarandear de la solapa y decirle: ¡Que no, amigo; que no. Tú no has entendido el mensaje del Maestro! Él no vino a ser servido, sino a servir a los demás. Que tienes que apearte del orgullo, humillarte y hacerte el más pequeño de los hermanos, al tiempo que despegas tu corazón  de todo lo de aquí abajo.

            Y los discípulos no entendieron entonces la fisonomía de un Mesías manso y humilde. Luego,  tras la glorificación de Cristo, en la muerte, en la resurrección y en la ascensión a los cielos, lo comprenderían.

   

6. Rasgos característicos de los dos relatos

 

            Cada uno de estos relatos tenía su introducción y su conclusión que vinieron a fusionarse cuando se yuxtapusieron ambos. Esta es la razón por la que la introducción aparece tan recargada. Al unir los dos textos, el redactor se creyó en la obligación de hacerlos preceder de una introducción que recogiese los dos motivos fundamentales: el conocimiento y el amor de Cristo. Lo relativo al “conocimiento” de Jesús era el pensamiento principal de la introducción al relato A. El “amor“ de Jesús se halla destacado en la introducción al relato B. Esto a su vez es una interpretación para los discípulos: la pasión-muerte de Jesús y el lavatorio que lo simbolizan no actúan mágicamente; su eficacia está condicionada por la fe y el amor por parte de los discípulos. Judas estaba presente y fue lavado, pero no quedó limpio.

            Desde el punto de vista del evangelista, la actitud de Pedro, representante de los Doce, como habitualmente sucede, es negativa frente al plan de Dios. Prácticamente es la misma con que reaccionó ante el anuncio hecho por Jesús sobre su pasión (Mc 8,32-33: intenta disuadir de ella al Maestro), que le mereció las palabras más duras que salieron de los labios de Jesús.

            Los diferentes motivos existentes en cada uno de los relatos mencionados son, efectivamente, distintos, pero no independientes. Una interpretación no puede separarse de la otra, ni una puede ofrecerse como alternativa frente a la otra: la misión de Cristo tiene como objetivo crear un discipulado de amor entre los hombres. Esto ha sido posible gracias al amor de Jesús por ellos. Con esta finalidad entregó él su vida. La purificación de la que él habla y que es fruto de su palabra, es limpieza de todo aquello que se oponga al amor.

            El lavatorio de los pies no es, en primer lugar, un símbolo de la pasión y, en segundo lugar, un ejemplo para los discípulos: el propósito de la pasión y el discipulado se implican mutuamente. La finalidad que tuvo el redactor al unir ambos relatos nos parece clara: ante la excusa fácil, sobre todo por parte de los dirigentes eclesiales y demás personas constituidas en dignidad, de no servir a los otros, de no cumplir las exigencias del mandamiento del amor, de no dar la cara por aquellos que profesan la misma fe y por ella son perseguidos, se pretende urgir la necesidad de la entrega a los demás (Jn 13,14). A la dimensión cristológico-salvadora se añadió de este modo la eclesiológico-exhortativa (Jn 13, 17)