Admoniciones

La Esperanza

Autor: Camilo Valverde Mudarra  

 

 

En el Salterio, encontramos estas palabras de esperanza:


"En Tí esperaron nuestros padres, esperaron y Tú los liberaste;
"A Ti clamaron y escaparon salvos, en Ti esperaron y no quedaron confundidos" (Sal 22)

"Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la practican" (Lc11,29).

"No temáis, pequeño rebaño, pues vuestro Padre se ha complacido en daos el Reino" (Lc12,32). 


Se nos ha mostrado, en muchas ocasiones, un panorama tremendo sobre la salvación del hombre. Se pintaba, con frecuencia, un Dios justiciero y castigador y se hacía gran hincapié en el pecado y en su excesivo número. Ha sido una idea erronea que hay que olvidar y borrar de la mente. 

Dios quiere la salvación de todo el mundo. Hemos sido redimidos por la sangre de Cristo que "vino -dice S. Marcos (10,45)- a dar su vida prara la redención de muchos". Y San Pablo dice: "Quien nos rescató del poder de las tinieblas y nos transportó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención y remisión de los pecados" (Col 1,13).

Dios es nuestra esperanza y como nuestros padres esperaron y los liberó, así también nos libera a todos nosotros en la cruz y por la cruz de Jesucristo. Y como ellos clamamos y seremos salvados, esperamos y no quedaremos confundidos. Sólo se condena el que conscientemente niega a Dios y busca intencinadamente su condenación. Estos estamos seguros son muy pocos. Clamamos con el buen ladrón y Jesús extiende su voz a través de los siglos y nos dice: “Hoy esterás conmigo en el Paraíso”.

Nosotros somos felices y dichosos porque los que ecuchan la palabra de Dios y la practican se sentarán con Él en su mesa. Por esto, leemos la Biblia y grabamos en el fondo de nuestro corazón la palabra del Señor y la ponemos en práctica en todo momento.

El mismo Cristo se acerca íntimamente y con un cariño infinito susurra a nuestro oído con su cálida palabra en el Evangelio: “No temáis, porque vuestro Padre se ha complacido en daos el Reino”. Dios que es infinita bondad y amor no puede más que inundar de amor y así su complacencia es darnos a su Hijo y con Él el Reino que consiste en haberse instalado en nuestro corazón y hacernos hijos del Padre. El Reino, pues, ya ha llegado, es su venida. Está en nosotros, en nuestra alma: "Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos".

Por tanto, ya no tenemos ningún temor. Nuestra esperanza es Dios y ya nos ha liberado, nos ha redimido, nos ha dado su Reino. Y nos ha hecho herederos y hemanos de Cristo.