Admoniciones

La disciplina

Autor: Camilo Valverde Mudarra  

 

 

El precioso libro de los Proverbios nos trae hoy estas enseñanzas sobre la disciplina y la educacón:



"Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no rechazes la enseñanza de tu madre. "Los insensatos desprecian la sabiduría y la disciplina" (Prov. 1,8).

"Miseria y vergüenza para el que rechaza la disciplina, honor para el que acoge la corrección" (Prov. 13,18).

"El que ama la instrucción ama la ciencia, el que odia la reprensión es insensato".

"El insensato tendrá los efectos de su conducta, el hombre de bien gozará los frutos de sus obras" (Prov. 14,14).



El Libro de los Proverbios es un manual de conducta: su enseñanza se orienta a instruir al hombre en la rectitud de su proceder. Son normas de comportamiento en todas las circunstancias de la vida y el modo de obtener así la felicidad en esta tierra. 

En la sociedad actual, se ha asentado la laxitud y la pasividad. La educación de los hijos y la formación de los jovenes se conduce hoy por las directrices de la permisividad, la dejadez y la debilidad. Y es sorprendente y significativa la rapidez y simpleza con la que se ha instalado en los hábitos sociales.

Educar consiste en guiar, conducir, adiestrar, disciplinar, domar, etc.; todos ellos entrañan la idea de una acción consciente y reflexiva de inducir a la adquisción de formas y hábitos. Los padres y educadores, con su atención tenaz e incesante han de guiar y disciplinar; con dolor y sacrificio podar y limar con la corrección y reprensión necesarias. Es apuntalar el tronco que se tuerce y, desde pequeño, suscitar su fuerza de voluntad e imprimirle el espíritu del recto vivir, en la casa con los padres y, luego, en la escuela con los maestros. ¡Claro, cuesta menos dejar la planta a su arbitrio y despreocuparse de su cultivo!

El hombre es fundamentalmente lo que ha vivido y mamado en el seno familiar; la instrucción y la enseñanza para el resto de su vida la reciben los niños de sus padres. Aquello que ven, que oyen, que viven y aprenden los niños en la casa es esencial para toda su vida. El ejemplo diario de honradez, de resposabilidad, de esfuerzo, de comprensión, de mansedumbre y de amor al prójimo proporciona al niño la base de su educación y de su carácter. Cierto que crear esta situación familiar no es fácil. Exige renuncia a muchas diversiones, salidas y entretenimientos, y una formación y madurez que ordene y regule las relaciones todas de la familia.

Al hijo imcumbe escuchar la instrucción y enseñanza paternas. Es un insensato el que desprecia esa sabiduría: "Miseria y vergüenza para el que rechaza la disciplina y desprecia la instrucción; honor y gloria para aquel que acoge la corrección y la reprensión". 

Así pues, la permisividad y la dejadez, la indisciplina y el desorden hacen insensatos. Y "el insensato tendrá los efectos de su conducta", veanse los ejemplos que han ido apareciendo en la prensa. Da escalofrío saber que esas terribles atrocidades las cometan niños y jóvenes aquí y allí. Son los efectos de una pésima educación, los frutos de sus obras, frutos de la incivilización y la insensatez.

El hombre de bien, el hombre bien educado gozará de opíparos frutos de sabiduría y de ciencia y de prudencia, porque "el que ama la instrucción, ama la ciencia y a cada uno le será dado según la obra de sus manos".