Admoniciones

La Riqueza

Autor: Camilo Valverde Mudarra  

 

 

Cuenta S. Mateo que un día se acercó un joven a Cristo y le dijo:


"Maestro, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna? Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. El joven le contestó: Todos los he guardado. ¿Qué me falta aún? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres; y tendrás un tesoro en los cielos; después, ven y sígueme. Al oír esto, el joven se fue entristecido, porque tenía muchos bienes.

Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad, os digo que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos" (Mt 19,16). 


Tenemos en este texto evangélico tres ideas clarísimas:

1) La salvación. Para salvarse y obtener la vida eterna, se deben guardar los Mandamientos.

2) La perfección. Para ser perfecto, hay que venderlo todo cuanto se posee, darlo a los pobres y seguir a Cristo.

3) La riqueza. Es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos.



Hace ya mucho tiempo, catorce siglos a, C., Dios, Nuestro señor, se ocupó de darle a Moisés, en el monte Sinaí, los Diez Mandamientos para que el hombre supiera con toda certeza lo que había que hacer y evitar para conseguir entrar en el Reino de los cielos y sentarse a su mesa. Vino después Jesucristo y los resumió en dos: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento, el segundo es semejante a este: Amarás al prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se funda toda la Ley y los Profetas" (Mt. 22,37).

Hay almas privilegiadas que por un toque especial de la gracia divina buscan un estado más perfecto de unión con Dios. Y para ello cumplen con alegría el programa que trazó Jesús al joven rico: "Anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres y después ven y sígueme". Son estas personas que vemos a nuestro alrededor, que lo han dejado todo, no sólo los bienes materiales, sino la familia, amigos y bienestar y con enorme alegría andan, venden todo lo que tienen y les rodea, desprendiéndose de su propia vida y abandonando las cosas terrenales, van hacia Cristo y lo siguen. Y así se procuran su tesoro en el reino de los cielos, y no aquí en la tierra donde el orín y la polilla lo corroe y los ladrones lo roban.

Y, por último, Cristo expresa rotundamente la dificultad que supone la riqueza para entrar en el Reino. Rico es, no sólo el millonario, sino aquel que se afana en amasar fortuna, que establece su vida en el dinero, y su pensamiento y su corazón no tiene otro fin que atesorar capital y sumar propiedades.

El cristiano ha de despegarse de dineros y posesiones para apegarse a Cristo convirtiéndolo en su único tesoro, en su única aspiración y vivir honradamente de su trabajo cubriendo las necesidades; y lo necesario a veces es bastante menos de lo que se piensa. Él mismo lo dijo: "No podéis servir a Dios y al dinero. Mirad las aves del cielo, no siembran, no siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No sois vosotros más que ellas? Observad cómo crecen los lirios del campo, no se fatigan ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos" (Mt. 6,24).

Pues somos más que aves y lirios, atesoremos nuestra confianza en el Reino de los Cielos.

El texto evangélico lo deja muy claro: es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos.

El Señor sintió enorme pena, al verlo bajar la cabeza y alejarse. Es terrible, tiene a Cristo delante y no lo reconoce; lo invita a seguirlo y se marcha; tuvo la verdad delante de él y la dejó, la perdió.