Admoniciones

La voluntad

Autor: Camilo Valverde Mudarra  

 

 

Un día Jesús, el Señor, les propuso la parábola de la vid, nos cuenta San Juan:

"Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él da mucho fruto. Y el que se seca y no da fruto lo echan al fuego y arde" (Jn 15, 1-8).

El sentido está claro; del mismo modo que el sarmiento tiene que estar unido a la cepa para recibir la sabia y dar fruto, el cristiano que no está unido a Cristo no tiene vida y se secará y por tanto será arrojado y dedicado a la lumbre.

Nuestra vida está en Jesús. Meditando y reflexionando en sus palabras todos los días, a pesar del fragor y ruido en que hoy se vive, nos uniremos y entroncaremos más y más con Él y en Él y daremos los frutos esperados de nosotros, que son los del amor: "Un mandamiento os doy que os améis los unos a los otros".

Y para dar los frutos sabrosos del sacrificio, del amor y respeto a los dem<s, la paciencia y la alegría de vivir en Cristo necesitamos la oración. Y la oración requiere el silencio y el retiro; hay que alejarse de los placeres mundanos, lujos, caprichos y derroches renunciando al materialismo y capitalismo. Y ello no se consigue fácilmente sino es con una recia voluntad y decisión.

La voluntad es una fuerza interior que el hombre gana con su cultivo continuo para hacer siempre lo que se propone y lo que él decide y no lo que le porponen los demás y para no dejarse arrastrar porque es la moda o por que es lo que hacen los otros. Y esta fuerza de voluntad se consigue desde pequeño sometiéndose a continuos actos de esfuerzo y dominio de sí mismo. En definitiva hay que crear el hábito del dominio de la voluntad. No es educativo permitirle al niño todas sus veleidades y concederle todos los gustos, por el contrario es totalmente nocivo y perjudicial.

La voluntad es la piedra angular sobre la que se debe colocar la vida humana, para tener siempre el control de nuestra conducta. La persona sin voluntad deja de serlo y se convierte en un pelele. La voluntad es el instrumento para corregir y formar al ser humano. Una voluntad bien dirigida puede lograr cotas que no se consiguen con solo el concurso de la inteligencia.

Así pues, permaneciendo en Cristo y con su ayuda formaremos nuestro espíritu con frecuentes actos de voluntad para dar fruto abundante