Admoniciones

Los talentos

Autor: Camilo Valverde Mudarra  

 

 

Había una vez un hombre, nos cuentan los evangelios, (Mt.25,14. Mc.19, 11), que yéndose de viaje, llamó a sus siervos y les confió su hacienda. A uno, le dio cinco talentos, a otro, dos y al tercero, uno; a cada uno según su capacidad, y se fue. El que había recibido cinco marchó en seguida a trabajar con ellos.... Después de mucho tiempo volvió el amo y les tomó cuenta. .... (Bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te confiaré lo mucho... (Siervo malo y perezoso! Debías haber puesto mi dinero a producir. Porque a todo el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". 

Pues bien, el Señor explicaba con frecuencia su doctrina por medio de parábolas para que se le entendiera más fácilmente.

El sentido de esta está claro. Dios nos ha dado a cada uno unas facultades humanas y espirituales, y, al mismo tiempo, ha puesto a nuestro alcance los medios para que hagamos producir al máximo el capital y de sus frutos. El hombre tendrá que rendir estricta cuenta de su comportamiento, deberá desarrollar al máximo su Fe, Esperanza y Caridad; y, por otro lado, aumentar a diario su entendimiento, memoria y voluntad para hacer mejor su trabajo y su estudio.

Las exigencias de Dios están en relación con los dones y las gracias recibidos. La pauta de nuestra conducta, la dirección que hemos de seguir la expresa perfectamente San Juan: "Os he dado ejemplo para que hagáis vosotros como yo hice; felices si practicáis lo que os he enseñado". De modo que para desarrollar nuestras potencias tenemos indicado con claridad lo que hay que hacer: obrar como el Maestro y poner en práctica sus enseñanzas.

El hombre que se deja llevar por el pasotismo, la pereza y la maldad o el estudiante que se conforma con el mero asistir a clase sin interés, sin esforzarse luego, sin reflexionar a solas en su cuarto y profundizar en la materia, no obtendrá nunca el rendimiento de sus facultades, y estará condenado al fracaso. Derroche que no se deberá a los demás sino a su inutilidad y a su pereza: "Siervo malo y perezoso". Y, como ni siquiera en lo poquito que tienes, que es desarrollar tus potencias, has sido fiel, se te quitará, y se le dará al que se esfuerza y las trabaja; y el perezoso será arrojado a las tinieblas exteriores.

Es fundamental que se inculque esta idea del esfuerzo y el trabajo en el seno familiar. Son los padres los que pueden y deben marcar esta vía, fuera de la casa ya no surte efecto. El reprimir, guiar y disciplinar a los hijos es absolutamente necesario. Y, sobre todo, el mejor medio estriba en el ejemplo: "Exempla trahunt, verba volant". Que ellos vean en nuestra vida el sentido del esfuerzo, de la disciplina y de la honradez. En la niñez se forja el adulto.



Amigos, que Dios no ayude a educar. Que así sea.